jueves, 28 de enero de 2016

De la disolución

Más filosófica o más poéticamente, parece ser que de la China a la Pampa, de los "Años de los reinos combatientes" al siglo XX, los hombres que andan el Sendero dicen cosas parecidas.









"Una vez que has trascendido las diferencias externas, todo puede fundirse con todo. Haciéndote uno con el agua, no te ahogarás, haciéndote uno con el fuego, no te quemarás. Para la persona iluminada, el mundo es ilimitado. Se esconde en el reino en el que no hay principio ni fin, y vaga tranquilamente donde aparecen y desaparecen la infinidad de cosas. Purifica su naturaleza original, cultiva su energía y mantiene su virtud. Unificado con las leyes de la naturaleza, se funde con el orden natural de las cosas."

(Lieh tse, capítulo 14 "El arte de permanecer bajo el agua y caminar a través del fuego")




 

"Yo no estudio las cosas ni pretendo entenderlas,
las reconozco, es cierto, pues antes viví en ellas.
Converso con las hojas en medio de los montes,
y me dan sus mensajes las raíces secretas.

Y así voy por el mundo, sin edad ni destino.
Al amparo de un Cosmos que camina conmigo.
Amo la luz, y el río y el silencio y la estrella.
Y florezco en guitarras porque fui la madera."

("El canto del viento" Atahualpa Yupanqui)

Intelectuales, lo esencial y lo accesorio

“La red sirve para atrapar peces, atrapado el pez, olvídate de la red. La trampa sirve para cazar nutrias, cazada la nutria, olvídate de la trampa. La palabra sirve para expresar la idea, comprendida la idea, olvídate de la palabra. ¿Cómo podré yo encontrar un hombre que haya olvidado las palabras para poder hablar con él?”

(Chuang Tzu, libro XXVI, Las cosas exteriores)



 




 

El hombre sencillo suele estar conectado con lo esencial, siendo displicente con lo accesorio. El intelectual, muchas veces se enamora del sonido de su voz y de sus pensamientos, y enredado en sus propias palabras, toma éstas y se le nubla la realidad. Antepone lo accesorio olvidando lo esencial.



Canta don Ata:

“No digo que tengan voz
ni que se digan palabras;
ocasiones el silencio
dice las cosas más claras...

¡Tierra mía!
En el camino de tus montañas encontró mi corazón
estas palabras.
Lo grande, lo intraducible, queda dentro de mí.
Como una música recóndita, amparada en la
fuerza cósmica de tu silencio.

(Atahualpa Yupanqui, “El canto del viento”)

La acupuntura despierta pacientes en coma

Un nuevo estudio concluye que la acupuntura ayuda a despertar a pacientes en coma con graves problemas cerebrales. La electroacupuntura aplicada a los puntos GV20 (baihui), GV26 (shuigou) y puntos de acupuntura relacionados, aceleraron el retorno de la conciencia de pacientes en coma y promovieron la recuperación neurológica.



El grupo sometido a acupuntura fue comparado con otros dos grupos a una prueba clínica, uno de los cuales recibió medicamentos convencionales y el otro recibió naloxona.

Las tasas de recuperación del grupo de tratamiento convencional fueron de 46,6% y 73,33% respecto del grupo que recibió naloxona. El grupo que recibió electroacupuntura tuvo una tasa de recuperación del 80% desde el estado de coma.

Los tratamientos fueron administrados a todos los grupos una vez al día durante 14 días. Los tratamientos de electroacupuntura fueron de 30 minutos por sesión. Si bien los tres grupos mostraron mejoría luego de completar el tratamiento después de un mes, el grupo de la electroacupuntura tuvo mayor puntaje en la Escala de Resultado de Glasgow que el grupo de naloxona y el grupo de tratamiento convencional.

Notablemente, el grupo de naloxona resultó ser tan bueno como el grupo sometido a electroacupuntura. El grupo con tratamiento convencional recibió cuidados tradicionales por hipotermia, medicación para la deshidratación, terapia hormonal, suplemento de nutrición para el cerebro, terapia de dilatación vascular, medicamentos anti inflamatorios y otros fármacos relacionados.

Aunque ambos grupos mostraron beneficios, el grupo con electroacupuntura mostró mejores resultados neurológicos y tasas de despertar del coma más altas.

El éxito de ambos, naloxona y electroacupuntura, sobre tratamiento convencional sugiere realizar un nuevo estudio que combine ambas terapias. Quizá sea posible ejercer un efecto sinergético al combinarlas, y así reforzar el valor terapéutico y mejorar el resultado de la mejoría del paciente.

La naloxona es un antagonista de los receptores opioides, muy usado en el tratamiento de la intoxicación aguda por opiáceos.


Fuente:   www.healthcmi.com


Medicina Popular: Pancho Sierra, el sanador gaucho



 Pancho Sierra, Sanador Gaucho

Existieron dos personajes que jamás no abandonaron  su fe católica y nunca cobraron absolutamente nada por sus intervenciones en bien de la gente. Ninguno de los dos lo necesitaba, ya que eran millonarios. Y si lo de ellos hubiera sido sugestión, bienvenida la sugestión si sirvió para darle alivio a los enfermos, apoyo al que lo necesitara y esperanza a todos.  Ellos lo hicieron, gratis. Todo eso los transforma en especiales, y son conocidos como “Pancho Sierra” y la “Madre María”.

El singular culto a Pancho Sierra, que en ciertos casos se vio inevitablemente invadido por una folclórica maraña comercial que ofrecía estampas y hasta tierra de su estancia a precios módicos, continuó a través del tiempo. Cada 4 de diciembre, día de su muerte, el cementerio de Salto (Bs. As.) recibe a muchos que apenas conocieron su historia pero que saben que era alguien “especial”.

Don Pancho y la Madre, pues, no escapan a la categoría de curanderos, pero no adjudicamos al término ningún matiz peyorativo, todo lo contrario pues ellos fueron  Grandes Curanderos. Su fama vuela por todo el país y aun trasciende sus fronteras. Toda una organización prosigue sus enseñanzas, canonizando popularmente a sus fundadores. Tuvieron, además, buena publicidad, en vida y en muerte. Y no venían de las clases populares; sino de arriba. Eran gente rica que abandonó su fortuna por lo que entendieron como misión, con el consiguiente escándalo entre los suyos y entusiasmo entre sus adeptos.

 Tumba de Pancho Sierra

Una revista popular recuerda, a 80 años de su muerte, la historia de Francisco Sierra: “Pancho Sierra, llamado por todos sus adeptos «el médico del agua fría», «el gaucho santo de Pergamino» o «el resero del infinito» había nacido en Salto el 21 de abril de 1813 y murió el 4 de diciembre de 1891, aunque algunos sostienen que su deceso se produjo en 1894.

“Este personaje había nacido en una familia de ricos hacendados, y ya mayor se instaló en su estancia «El Porvenir», en los límites de Pergamino y Rojas.

“Su vida se transformó luego de una decepción sentimental. Se aisló entonces del mundo y luego retornó, tras una larga etapa, para volcarse sobre el dolor de los demás, haciendo curas tan portentosas que extendieron su fama a toda la provincia de Buenos Aires.

“Pancho Sierra ejercía con pocas armas. Un poco de agua fresca del aljibe de su estancia, el profundo magnetismo de su voz, la seguridad que emanaba de su rostro profetice de larga barba blanca y de mirada penetrante.
 
“A él acudían —como siguen acudiendo hoy—, los desventurados, los necesitados de pan o fe para vivir, los enfermos.
“Y los que llegaban hasta él —dicen los adeptos— siempre encontraban remedio para sus males, para sus problemas, para sus desdichas. Y en ese reparto generoso Pancho Sierra acrecentó su fama, porque también fue distribuyendo fe y la mayor parte de sus bienes.

“‘Muchísimas veces —según el relato de quienes lo conocían bien—, un vaso de agua brindado por Pancho Sierra alcanzó a curar en una zona en que el enfermo estaba solo y donde el médico solo era un mito. “Su fama comenzó entonces a crecer y traspasar fronteras y hasta la estancia «El Porvenir» peregrinaron centenares de personas que acudían desde los puntos más lejanos en busca de ayuda, de consejos y de cura para sus dolencias. “Se cuenta que como el viaje hasta su casa era largo, las compañías encargadas del traslado de los visitantes agregaron a su recorrido los «viajes especiales a lo de Pancho Sierra».

“Pancho Sierra se declaraba espiritista y con facultad para transmitir el poder curativo de que se consideraba ungido, así es que repartió sus discípulos en muchos partidos de la provincia conservando siempre su dirección.
“Para las gentes escépticas era un alucinado.
“Para sus adeptos, un santo. “Para todos, un original. ”Pancho Sierra tenía el rostro blanco, facciones aristocráticas, nariz aguileña y ojos azules que brillaban con intenso fulgor.

“Su talla era mediana, delgado de cuerpo y su conjunto respiraba bondad y una apacibilidad de espíritu que se transmitía a todos sus actos… vestía siempre trajes ampulosos, bombacha, camiseta criolla, ancho sombrero, poncho y manta de vicuña.



“Su exquisita sensibilidad por las desgracias ajenas y la intuición de sus facultades de «médium» le proporcionaron la ocasión de asistir a algún enfermo en épocas en que se carecía allí de médicos. “Este hecho, repetido muchas veces con éxito admirable, le confirmó la idea de que gozaba de alto grado de facultad que los espiritistas llaman «mediumnidad curativa» y que buenos espíritus le auxiliaban en ella. (…) “Pancho Sierra se mantenía en su
vida de anacoreta, sin solicitar el trato de su familia y relaciones, muchos de los que se complacían en divulgar su supuesta locura, mientras él prodigaba beneficios a los pobres.

“Compraba artículos de tienda por cantidades, frutas por carradas y en seguida llamaba a «sus hijos», los niños de la vecindad y los pobres que frecuentaban su casa, a quienes distribuía generosamente todo. “Estas prodigalidades incomprensibles confirmaban su reputación de «loco trastornado … pero bueno!»
“La estancia de Pancho Sierra era como un pueblo. Llegaban a ella de 15 a 20 carruajes por día. Todo el mundo pretendía tomar un vaso de agua para curar sus males o llevar una botella del líquido saludable, único elemento que él suministró siempre y con lo que ha producido, según afirman los adeptos, numerosas curas, algunas sensacionales.

“En una ocasión, en una casa semi-derruida, Pancho Sierra aconsejaba a la que sería su hija espiritual, María Safóme Loredo, luego conocida como la Madre María.
“La joven de 27 años había llegado desde Buenos Aires desesperada: su segundo marido Aniceto Subiza es- taba agonizando. A ella no le iba mejor: un tumor canceroso le endurecía un seno. Subiza, un rico estanciero moría poco después; ella en cambio, sanó ante el asombro de los médicos. Desde esos momentos, nacía la Madre María”.

“Pero María Salomé Loredo había nacido antes, en octubre de 1854. De familia vasca y campesina, pastoreó ovejas cuando niña y aprendió a amar las flores, según su biógrafa. Es curioso que, mientras Pancho Sierra prefirió los jazmines, María era apasionada por los claveles. Y esas flores son las que cubren hoy sus respectivas tumbas, ya que sus fieles siguen halagando el gusto de los fundadores.

Victor Sueiro, en su curioso libro , “Crónica Loca” lo define asi: “Si bien sería irrelevante hablar de él como “un santo”, tal como lo calificaron muchos de sus seguidores, es inevitable destacarlo como un hombre ciertamente piadoso. Era común que comprara él mismo cantidades de alimentos que regalaba a quienes lo necesitaban. Pero lo que hizo que su fama creciera de una manera impresionante era el hecho de que se producían resultados asombrosos con sus palabras y su agua fría. El singular culto a Pancho Sierra, que en ciertos casos se vio inevitablemente invadido por una folclórica maraña comercial que ofrecía estampas y hasta tierra de su estancia a precios módicos, continuó a través del tiempo.
Cada 4 de diciembre, día de su muerte, el cementerio de Salto recibe a muchos que apenas conocieron su historia pero que saben que era alguien “especial”. A tantos años de su muerte (mas de 100), aún cuenta con adeptos que invocan su memoria ante una situación difícil.
Es curioso que, a diferencia de otros sanadores, jamás fue perseguido ni hostigado de manera alguna por la policía ni por ninguna otra autoridad. A su muerte hubo quienes pretendieron atribuirle la condición de espiritista. Fueron los espiritistas, claro está. Pero no era cierto. En ningún momento abrazó otra creencia que no fuera la católica aunque con una apertura muy grande hacia otras ideas, sin discriminar ninguna.
Vivía en el cuarto más pequeño de su estancia y allí, junto a una cama, una silla, una mesita y su guitarra, se destacaba en la pared una cruz con el Cristo agónico. En pleno apogeo de su fama, una de sus “pacientes” fue una joven de veintisiete años que llegó hasta él como última alternativa por un tumor alojado en uno de sus pechos. La mujer se curó. Se llamaba María Salomé Loredo de Subiza y se transformaría en discípula predilecta de Pancho Sierra y continuadora de su trabajo. El país la reconocería luego, en su historia cotidiana, con el nombre que le pusieron afectuosamente sus seguidores: la Madre María.”



Fuente: http://historiaybiografias.com



EL CURANDERO


Del libro “El agregao”, 1926, por Guillermo Cuadri, "Santos Garrido"


Pancho Sierra, curandero gaucho









PRIMERA LESION

Bi’ a darles aquí un consejo
y que me atiendan les pido:
saben que soy conocido
como curandero biejo.
Y me da rabia, ¡canejo!
ver que a pesar de los años
siempre crén en los engaños
que áhi tiene la medesina…
y que ajuera, cualquier china
sabe curar hasta “daños”.

Hay que dejars’ e bobiar
pá crér en la realidá,
y náides en la siudá
puede saber pá enseñar.
¡Si la sensia de curar
no se apriende a los tirones!
Y aunque aleguen los nasiones
esta machasa berdá:
¡Pá cualquier enfermedá
bastan yuyos y orasiones!.

Pá que vean que soy macho
sin mañas y malas tretas,
bi’ á darles unas resetas,
y abran el ojo, ¡caracho!:
Pá curar cualquier empacho
un dotor no sabe nada,
yo, con pesuña quemada,
yerba ‘el poyo y santiguao
dejo el empacho curao
sin tener una fayada.

No hay nada más aprobao
pá curar del padrejón,
que’l hinojo y el sedrón
con algún manipulao.
El saúco pál refriao;
pá sabañones, la ortiga;
marsela pá la barriga,
y mejor remedio no hayo
que arasá y cola e’ cabayo
pá riñones y vejiga.

Pá golpes con maguyones
cardo santo y guaycurú,
y cambará y urusú
pál pecho y pá los pulmones.
Pá los hígados, barones,
es una espesialidá
la sepa. Y el ñapindá
pá la sangre’s maravilla,
mesclao con zarzaparrilla,
con caroba y con el yuá.

Pá partos, bahos de artemisa;
pá las fiebres, susoayá,
y ráis de burucuyá
a la vejiga suabisa.
Al estantino lo alisa
la oreja ‘e tigre, en pomada;
pá coyuntura sacada
la leche del higuerón
y al gran apio simarrón
pá tuita herida infestada.

Yerba e´la piedra y yantén
pá yagas y escaldaduras,
y el sipó a las picaduras
las cura en un santiamén.
Al estómago hase bien
un tesito de culé;
o al mentao ñangapiré,
el pueyo y la yerba güena,
y pá curar la cangrena
seibo berde y aguapé.

Sé bencer las “ligaduras”
aunque tengan beinte años,
y lo mesmo curo “daños”
que “mal’ diojo” y “saladuras”.
Mas corto estas escrituras
que ya largas mi han salido;
disiando ser comprendido
en tuito lo dicho acá,
con juersa, la mano ba
del biejo





SEGUNDA LESION
 

En segunda repetida
de punta ba mi bagual
y no safan de’ este pial
en tuita la perra vida.
Quedó la sensi’abatida
-que al fin es pura miseria-
la cosa se ha puesto seria
con tuito lo qu’escrebí;
disculpen, si los partí,
“lo mesmo que chancho en feria”.

Dejuro los he bandiao
y en decir han conbenido:
¡Ah biejo! ¡Si habrá tenido
“mucho sarandí cortao”!
Si, gurises: soy mentao
en sanar “daños” y males.
Y “al ñudo son los candiales”,
que’en el arte de curar,
el que me pueda igualar
“si ha nasido está en pañales”.

Echenm’el dotor más serio,
que, pa’ santiguaos, lo chingo;
como a toscazo de gringo
lo he de partir por el medio.
Y pa’ ustedes no hay rimedio:
aunque les cuelgue la baba,
no pueden ponerme traba
pues no tienen, pá consuelo,
“lo que queda contra el suelo
cuando echa suerte la taba”.

Güeno, paisanos, perdón:
resién caigo en la boltiada
que no les he dicho nada
de la segunda lesión.
¡Se me ju’en entrodusión
hasta la raya el “bichoco”!
Si me descuido no toco
la cosa más prensipal;
pero, aunque fieraso y mal,
bi’á enseñarles otro poco.

Al “pasmo rial”, Don Garrido
lo cura, presto y sin yerro,
con bosta blanca de perro
y abrojo grande cosido.
Pá la tisiria, es sabido,
un rimedio muy mentao,
pues yo siempre lo he curao,
-por más bellaca que sea-
colgando en la chimenea
un trapo e’ lana… mojao…

El pujo más soberano
-y a mi esperensia me afierro-
con paico y con pelo e’ perro
cura como con la mano.
Y pa’ curar cualquier grano
la yerba ‘el bicho es sin par;
pa’ la yel yo suel’usar
canchalagua y parietaria,
y pa’ echar la solitaria
el ajenjo ¡ni qué hablar”

Pa’ la “mala enfermedá”
-lo mesmo nueba que bieja-
el quelpe, yerba ‘e la obeja,
la miona y el socará.
Una pomada e’ verdá
pa’ curar la disipela
se hase, friendo con cautela,
seis hojas de moralito,
otras tantas di ocalito
y un poco de sebo ‘e bela.

Gúeno, con Dios mis paisanos;
yo con la Birgen me quedo.
Por hoy salgo d’este enriedo
y doy descanso a mis manos.
Desiando qu’estén, hermanos,
contentos di haber nasido
resiban, como despido,
con tuita sinseridá,
un guascaso de amistá
del biejo 







TERCERA LESION

 

En las prosiadas camperas
disen que no hay dos sin tres,
y por eso es que otra bes
güelbo a las mesmas taperas.
Estas lesiones terseras
apriéndolás de memoria;
de los libros –pura escoria-
nada güeno han de sacar;
atiendan, bi’a comensar,
que ansí s’ escribe la historia:

El “mal de  piedra” se irá
con cola ‘e yegua y junquiyo
y pa’l flato, el doradiyo
con la flor d’hinojo, ba.
L’ayuda siempre se da
con malba, qu’es más que güena.
la sensitiba despena
tuito dolor de basido,
y pa’ curarse un nasido
atráquenlé a la berbena.

Si l’asma da sofocón
se pita un sigarro chico
hecho con flor de chamico
o con las del floripón.
Pa’ curarse un sabañón
se pone’en el jueg’ un rato
un poco ‘e tuna, en un plato,
dispués se refriega juerte.
y pa’l orsuelo es la muerte,
la cruz con la cola ‘el gato.

Si un enfermo ha e’ traspirar
en cuanto en la cama s’eche,
dénle borraja con leche,
qu’en fija lo hase sudar.
El toronjil, ¡ni qué hablar!
es güeno pa’l corazón;
el berro ayuda’al pulmón
cuando afloja o s’importuna,
y pa’ la tos más perruna,
el guaco con el sedrón.


¿La masa e’la sangre’es mala?
Aquí sí que yo destaco
la raspadura ‘e guayaco,
por que nadita la iguala.
Si el empacho lo refala,
metan buche di abestrús
que es güeno como la lus.
Y si un parto deja “guías”
usen la “siete sangrías”
que cura en un repelús.

Durasniyo blanco aprieta
pa’ fiebr’en los chinchulines.
y pa’ sarna y arestines,
yerba ‘el sierbo y la bioleta.
A una muela que s’ inquieta
siempre la congona cura,
y si una puntada apura,
-sobre todo po’ el pulmón-
las “tres hojas” tienen don
de medesina segura.

La enfermedá e’ la pelada
cura con agua di ortiga;
pa’ catarros con fatiga
l’anacagüita es mentada.
Ajo y cáscare ‘e granada
pa’ las lumbrises es güeno.
Y si el estómago yeno
de susiedá, se desgana,
está la flor de bardana
que purga y saca el beneno.

Terrestre y Santa Lusía
pa’ cuando el ojo s’embroye;
cáscara e’ sause y de moye
son, p’al riñón, de balía.
Pa’ redotar l’ardentía
qu’en la vejiga se ensaña,
no hay nomás que darse maña
pa’ herbir un rato, con tino,
garbanzos, semiya ‘e lino,
ráis de membrillo y de caña.


Si la comida no asienta,
y se regúelda, de yeno,
se hace un mate, ¡cumba ‘e güeno!
con la pitanga y la menta.
Cuando la mosc’anda’ambrienta
y le abicha, en el berano,
las narices de un paisano,
con solo un puñao de albaca
de las ñatas se la saca
hasta el último gusano.

Esto puede les importe:
pa’ vivir mucho, ¡es un hecho!
dormir siempre al lao derecho
con la cabesa p’al norte.
No hay miedo se les acorte
la vida, si han comprendido.
Y al ver un ser que, transido d’enfermedá, se acoquina,
recuerden la medesina
del biejo   




CUARTA LESION

 

No les b’a baler la sensia
porque aura me arremango
les bi’á sumir hasta el mango
la daga de mi esperensia.
Paisanos, tengan pasensia
y escuchen con atensión
a este gaucho bejancón
que del libro ‘el campo abierto,
les manda, con tuito asierto
esta última lesión.

Pa’ la sangre nada iguala
a lo que les digo aquí:
caroba, tembetarí,
coroniya y calanguala.
De los ojos, cosa mala
siempre el naranjillo saca.
Y cuando el riñón s’empaca
nunca quedar’ en desaire,
si usan el clabel del aire
o la pesuña de baca.

Pa’ heridas, la carnisera,
yerba santa y yerba ‘el mote,
el mercurio y el timote
son ¡ahijuna! de primera.
A los ñerbos, ¡es sonsera!
el igna siempre mejora.
La úlsura más traidora
con guiñame se ha curao
y p’al agayón pasmao
la réis de la zarzamora.

Tamién paisanos les juro,
-y ¡canejo!, créanmé-
que con solo un “yaguané”
a la tisiria la curo.
Rimedio güeno y siguro
pa’ curar la pajariya
es San Juan y mansaniya,
y pa’l mal de la vejiga,
está demás que les diga
qu’es barba ‘e choclo y ramiya.

Una cosa muy probada
pa’l aire de la cabesa,
son hojas de salbia gruesa
con sebo de riñonada.
Al estantino, ¡es bobada!
la consuelda curará,
si con barba ‘e palo está
 misturada con maestría,
y pa’ la tisiquería
el paéira y cambará.

Pa’l cáncer, la cancerosa
tomar, con cola ‘e lagarto.
Y la manrubia, pa’l parto
li hase más fásil la cosa.
La ruda macho es famosa
cuando la “madre” se aqueja.
Pa’ los dolores de oreja
con bahos de romero cuento,
y pa’ curar un “asiento”,
tártago y yerba ‘e la obeja.

Acá les apunto una
macanuda medesina
pa’ cuando sufre una china
por poca juersa ‘e la luna:
Una tisana ‘e fortuna
se hase di un modo sensiyo,
con un gajo de tomiyo,
yerba ‘e la perdís, un tanto,
la charrúa, el cardo santo,
y el guaycurú y culandriyo.

Pa’l romatismo, la grasa
de perro negro es muy güena,
la e’ lagarto tamién llena
l’aspirasión, por güenasa.
La tos convulsa se pasa
tomando la carquejiya,
y el catarro u areniya
qu’en la bejig’ hasen cama,
se curan con la retama,
golondrina y doradiya.


Contra-yerba metanlé
si tienen cólico ‘e mate,
y pa’ qu’el coto se achate
grase ‘e cuervo frieguenlé.
Miles verrugas curé
con sangre de sapo escuerso.
y aunqu’esto lo diga en berso,
pa’ tuito interno dolor,
yo me réio del dotor:
“Más fe le tengo al mastuerso”

Yagas biejas y emperradas
a la fija curarán
si con el palán-palán
les yeban cargas serradas.
Compriendan bien mis bersiadas
es tuito lo que les pido;
no echen nuca en el olbido
lo que pa’ustedes he’scrito,
que aura les dice: ¡Adiosito”
el biejo