“El delta argentino es uno de los pocos lugares del mundo donde aun queda un puñado de hombres libres”. (Roberto Arlt)
Simple, profundo, despojado, claro, sin vueltas, esencial, sin
adornos, sin afectaciones, recto, sin maquillaje. Así por lo general me atraen
las cosas: la literatura, la música, el pensamiento y la espiritualidad.
Así son el Evangelio bien entendido,
el Taoísmo y el Gandhismo, las tres principales vertientes de donde se surte mi
espíritu.
Lo retorcido tuerce, lo que tiene
vueltas marea, lo complicado complica y lo excesivamente adornado impide ver la
esencia.
Lo popular suele ser simple también.
Esa magia indescifrable entre artista y pueblo. Hasta el Boletín Isleño tiene
algo de esto. Es simple, claro, sin afectaciones de intelectualidad ni
sofisticación. Acá hemos logrado un espacio donde se escribe fácil, para todos,
de manera sencilla y frontal.
El haiku es simple. “Es lo que está ocurriendo en este lugar, en
este momento”, decía MatsuoBasho, el más importante poeta de este estilo
japonés.
Y para meternos en nuestra
monotemática obsesión, un rasgo de nuestro buscado ser isleño, podría ser la
simpleza también. Un tipo humano más animal, más vivo, en contacto con sus
propios sentidos que se encuentran despiertos y no anestesiados de urbanidad.
En permanente relación con la naturaleza casi sin intermediarios, silencioso
como un arroyo, sin espamentos; un sí, un no, una línea recta, una meta. Sin
mucha vuelta, el isleño va a las cosas, o las cosas vienen a hacer con él.
No es lo mismo fácil que simple. Lo
simple en muchas ocasiones suele ser trabajoso, esforzado. Cuesta mucho trabajo
ser simple. Simplicidad es ser el productor de sus propias cosas necesarias.
Fácil es comprarlas si se tiene el dinero. Pero complicada es la interminable
cadena de cosas que hay detrás de cada objeto que compramos y no vemos:
extracción de materia prima, traslados por todos los mares del globo,
explotación, contaminación, engaño publicitario. Simple es hacer uno mismo,
fácil pagarle a otro.
El camino fácil anestesia nuestra
voluntad y nuestros sentidos. Corre de a poco el criterio de lo verdaderamente
necesario hasta hacernos caer en el extremo que es el consumismo actual. El
facilismo es la puerta al nuevo Culto 2.0: la religión de la Absoluta
Comodidad. Sus dioses: las Cosas. Sus templos: los shoppings. Sus sacerdotes:
los publicistas. El pecado original: no necesitar, ser simple.
Si intentáramos producir nuestras
propias cosas como lo hacían nuestros viejos isleños, nos daríamos cuenta de lo
innecesario y superficial de la mayoría de nuestras necesidades y nuestros consumos.
Gandhi decía al respecto: “Aún si a pesar
de no cumplir al pie de la letra la ley del sacrificio, realizamos suficiente
labor física para ganarnos el pan de cada día, nos faltará recorrer un largo
camino hasta lo ideal. De hacerlo, nuestras necesidades se reducirían, nuestro
alimento sería simple. Entonces comeríamos para vivir, y no viviríamos para
comer. Todo aquel que dude de la exactitud de esta proposición, que trate de
trabajar por su pan. Obtendrá el mayor goce del producto de su trabajo, perfeccionará
su fe y descubrirá que muchas de las cosas que antes tomaba eran superfluas.”
En la isla tenemos suficiente tierra
para producir nuestras propias verduras y algunas de nuestras carnes. Inténtese
producir sus propios alimentos. Nos daríamos cuenta de la cantidad de horas que
destinamos a trabajar para ganar dinero para satisfacer inútiles y ficticias
necesidades. Vivimos dentro de una Ecuación de la Infelicidad: Creencia en
necesidades falsas = Excesivo trabajo para satisfacerlas + peor calidad de vida
+ depresión + estrés = más trabajo aún para gastos de psicólogos y medicamentos
- tiempo para las cosas que nos hacen felices + miedo y angustia de perder las
Cosas obtenidas con todo ese esfuerzo y que creemos que son tan necesarias.
Existe un Orden, una Corriente
natural que funciona sin necesitarnos para nada. El hombre sabio es el que es
capaz de entender su mecanismo, su tiempo, su ritmo, y no intervenir en
absoluto, torpemente, corriendo detrás de sus objetivos ilusorios, que no son
más que su propio ego y estupidez. El sabio, simple, se limita a acompañar su
propia esencia y la esencia de las cosas. La humanidad actual rompe
permanentemente la armonía haciendo, estorbando, interfiriendo, boicoteándose a
sí misma por no querer frenar a Observar y entender lo simple que es todo, si
dejamos de complicarlo metiendo siempre nuestro Yo desesperado y atolondrado en
el medio.
Lo que tenés te tiene. Un verdadero
hombre libre es un hombre simple, que no necesita nada. Un rasgo de la
identidad nuestra es necesitar pocas cosas, y arreglárnoslas solos. Así lo vio el
periodista Roberto Arlt en 1941 cuando pasó fugazmente por el Delta y escribió:
“El delta argentino es uno de los pocos
lugares del mundo donde aun queda un puñado de hombres libres”.
Tendremos un Delta Autónomo y feliz
cuando comprendamos que nuestras necesidades son pocas y simples: salud,
educación, transporte, y un espíritu de austeridad que nada tiene que ver con
las luces del centro. Si la isla que tenemos en mente es una que tenga un
standard de vida urbano, lleno de necesidades falsas perobien satisfechas, habremos
sido “expulsados del paraíso” como Adán y Eva; habremos quebrado nuestra
ecuación de simpleza e ingresaremos de lleno en la otra, cayendo así en la
acertada sentencia budista: “la raíz de
todo sufrimiento es el apego”. Será así, ya sea porque no logremos
satisfacer las necesidades que falsamente creemos tener cayendo en la
frustración; o porque sí lo conseguiremos (¡que la Fuerza nos guarde!)y ese habrá sido el día de la muerte del Delta.
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