viernes, 1 de julio de 2016

La canoa que hace agua





Don Julio tenía una canoa “sagrada”. Tan apegado estaba a su canoa, que solo podía dedicarse a ella. La canoa hacia agua, bastante, de manera que su vida consistía en estar atento a sacarle agua constantemente para que no se fuera a pique.

No podía arreglarla, la necesitaba andando todo el tiempo, no podía parar. Y además había sido construida en los cuarenta por un eminente carpintero del arroyo Toro, dicen que el viejo Campitelli. Afirmaba que era de lapacho con clavos de cobre.

De manera que don Julio no quiso “profanar” tan preciada obra con un arreglo mal hecho. Y así vivió el islero, incapaz de hacer otra cosa que achicar de agua la canoa.

Cuando alguien lo visitaba decía: “estoy muy ocupado protegiendo la canoa, no puedo atenderlo ahora”. 

Un día don Julio se murió, y su canoa de lapacho se fue al fondo del arroyo a ser guarida de viejas de agua y caracoles. Nadie la reflotó, y el barro se la trago en pocos meses.


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