jueves, 11 de abril de 2019

Ritmo



El ritmo de la vida se acelera vertiginosamente cuando dejamos de vivir con devoción y rompemos la comunión del humanimal con las fuerzas de la naturaleza.

Cuando lo que importa es respetar, nutrir y cultivar el Newén, la Fuerza Vital que nos sustenta, cuando sintonizar con los distintos Newén de la tierra, el cielo y los seres es cuestión de primera importancia, todo entonces cobra su tiempo, su cadencia, su instante preciso, su luz de conciencia sobre qué, cómo y por qué estamos haciendo algo.

Cuando lo cotidiano toma dimensión sagrada se baña de hondura la existencia.

Se siguen y respetan los ritmos naturales a fin de conectar con el flujo de la vida.

Cuando todo eso ha sido abandonado, si ya nada es sacro y el cultivo del Newén no le importa ya a nadie, la ansiedad por los resultados es quien toma el mando y el timón de la vida de la civilización moderna y de los homínidos que la honran y sostienen. Solo hay fines, objetivos, estadísticas. Usos, lucro, balances que deben cerrar.

Se pasa de una cosa a la otra sin respiro, como quien corre tachando ítems de una lista mental.

Ya no hay tiempos que respetar, nada que contemplar en disposición de vacuidad, nada que hacer por el mero placer de hacerlo, ni fuerzas invisibles con las que comulgar.

Todo es lo mismo. Una cáscara vacía y material, sin ninguna vitalidad ni vibración. Un abismo de inercia, contaminación y muerte separa a la incivilización moderna de las fuerzas ocultas del cielo y la tierra y del conocimiento esotérico que se desprende de ellas. Todo es tan sólo material para nuestro usufructo, acumulación, comercio y descarte.

El ritmo de vida, la ambición y el estrés crónico se aceleran y aumentan hasta lo indecible causando todo tipo de trastornos, enfermedades, aberraciones emocionales y psicológicas. Porque ya nada tiene alma, ni siquiera esos bípedos que deambulan sobre asfalto, viven de apretar botoncitos encerrados en cubículos iluminados artificialmente y aumentan de peso a diario en total sedentarismo cebados con comida de plástico para no perder tiempo gerencial y productividad.

Sin devoción y comunión sólo hay acciones mecánicas vacías, con fines meramente utilitarios.

Siempre la naturaleza tiene las respuestas. Reconectarse con el cultivo del Newén y comulgar con las fuerzas del cielo y la tierra, darle dimensión cósmica y sagrada a los actos cotidianos es desacelerar abruptamente la vida, y en lugar de dirigirla hacia adelante locamente directo al acantilado, es conducirla hacia lo hondo de este inasible misterio de la existencia.

Jbv

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