viernes, 6 de enero de 2023

Muertes

 



Chuang Tzu, pescando sin anzuelo, por pescar nomás, rechazó las mieles y honores del Emperador.


Lao Tse muy a su pesar recibió al envarado Confucio. Lo desconcertó tanto al gran erudito que este lo confundió con un dragón y por varios días fue incapaz de hablar.


Don Miguel Lencina, criollazo de el Siambón, conoce más del coraje y del espíritu humano inmerso en el entorno natural que el gran sabio y maestro espiritual que recorrió todos los caminos pero en su interior está lleno de miedo a la muerte.


Li Po murió ebrio, enamorado de la Luna al lanzarse al río para besar en el agua su reflejo.


Todos los grandes iluminados de la historia no son nada frente al loquillo futbolista y titiritero que esquiva las multitudes y el séquito para enseñar la vida cotidiana como tesoro.


Morir de seriedad y solemnidad es un horror.

Espichar de proactividad, con camisa celeste, pantalón mostaza y zapatitos de punta para ser el más útil de todos es lamentable,

Irse al silencio quemado por la pasión del camino… quién sabe…


Tristan Ludlow murió luchando con un Oso para recuperar su alma al norte de Montana. ¡Cómo me gustaría un mito similar el que mis hijos le cuenten a mis nietos! El loco abuelo que terminó su viaje frente a un puma, en algún cerro perdido de la áspera Catamarca, tras los pasos del brujo santo que pincha el corazón.


Jung, en su lecho de enfermo, de pronto abrió los ojos, y mirando algo que nadie más veía exclamó tres veces: ¡Qué maravilla!, ¡Qué maravilla!, ¡Qué maravilla!


Otros morirán una triste tarde temerosa y resignada, opinando esto y aquello, frente a algún programa de televisión.

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