lunes, 4 de mayo de 2015

Las islas nacen del río y vuelven a él a su debido tiempo

Toda la isla posee imponente belleza y exuberancia. Todo crece, cambia y muere, sin que nada permanezca jamás sin mudanzas.

El río no se jacta jamás de su creación, a pesar de que hasta la más pequeña criatura isleña le debe a él su existencia. Todo lo ha traído el río, a todos nutre y alimenta, y nunca hace alarde de eso. Por el contrario, siempre elije el lugar más bajo para ir silencioso por él.



Todos en la isla, bichos, plantas y hombres viven y mueren y son contenidos por el agua.

El río nos abraza y nos transforma, como el Tao, sin forma ni rigidez las islas salen de él y vuelven a él. Nosotros en ellas dormimos, y no podemos darnos cuenta de esto. Solo al Despertar, cuando logramos percibir sin palabras la fuerza espiritual del ciclo natural de las islas, entendemos que somos una ínfima partícula de todo ese imponente concierto verde.



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