Pocos creen
cuando conocen que don Antonio Sosa, del arroyo Largo, tiene 102 años. Lo ven jovial, fuerte, ágil y sonriente en el
corredor de su casa mirando el agua pasar.
Sus perros y gatos yacen a su
lado sin estorbar la paz del islero que toma mate sin que los mosquitos lo
piquen.
-Nunca me he esforzado, ni he
forzado nada,- repite don Antonio cuando se le pide la receta de su longevidad.
-¿Cómo no?, pregunta atónito el curioso,
-si siempre lo vemos hachando, cortando junco, podando, pelando mimbre,
tejiendo, construyendo, trabajando duro?
-Yo aprendí del río, de las
plantas y los animales, esa fue mi escuela. Ellos nunca se esfuerzan porque
hacen sólo cuando es el momento preciso. La naturaleza tiene su ritmo y las
mudanzas su vaivén. Los bichos y las plantas “cabalgan” sobre esa “corriente”,
y fluyen sin esfuerzo y todo lo resuelven sin hacer nada. Así cumplen con su
ciclo vital natural, y no entorpecen el original desempeño del Tao.
Yo trabajo todo el día y sin embargo no hago
nada. Yo resuelvo sin intervenir, y las cosas se arreglan solas. El junco se
corta con agua baja, y se tiende a secar en el verano para que el sol haga todo
el asunto. El que lo realice distinto sólo se cansará y arruinará su labor.
Se podan las plantas en invierno
porque ellas entonces duermen y para tener leña seca en el siguiente año. Mi
rancho es de sauce cortado en luna menguante, y hace tiempo que no he de
apuntalarlo.
Todo lo que se ha hundido se saca
en la bajante, y la canoa sale del agua para reparación el día de marea sin
ningún esfuerzo.
Los brotes de mimbre se cortan al
año en invierno y se los vuelve a clavar
hasta que la primavera les da su flexibilidad para pelarlo fácil. Tejer el junco
seco es romperlo, se acomoda dócil ante mis manos si está humedecido para tal
fin.
Si hay agua alta no se hace un
muelle ese día, ni se clava un piso de
tablas bajo la lluvia porque se arruinará. Conviene no imponerse y esperar. Más
bien cocinar conservas ese día en casa.
El tonto que quiere resultados,
no cesa de intervenir con su ego, inventando para sí y los demás, apuros y
razones, rompiendo la armonía natural que existe por sí misma en las cosas.
Yo no busco resultados, sino que
ellos son el fruto que cae maduro ante mi por saber ser oportuno junto al Tao y no hacer nada. Mi no hacer nada
es dejar que las cosas corran a su tiempo sin pretender imponerme, sino ir, y
solo tomarlas en el momento indicado. Parece un gran esfuerzo, pero lo cierto
es que mi único trabajo ha sido el de observar, entender, eliminar mi torpe ego
que se sueña importante, necesario y sabio, y pasar a ser sólo una nota musical
más en el concierto de la vida isleña que me rodea por todas partes y en cada
momento de la vida.
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