viernes, 30 de septiembre de 2016

La práctica invisible del Camino

 

Dice un texto viejo: “Para estudiar el Tao no se necesita ninguna técnica especial: observar constantemente el interior de uno es estudiar el Camino, y cuando los falsos pensamientos dejan de surgir, el Camino auténtico se revela. 

Seguimos el modelo de los antiguos, que eran seculares. Bajo esa vida cotidiana y común realizamos la vastedad de la espiritualidad. Utilizamos la dureza del mundo y las dificultades de la vida práctica como la fricción que crea nuestras chispas espirituales. 

Participa de las actividades cotidianas sin dejarte arrastrar por ellas. No hace falta irse a vivir solo a una montaña lejana para alcanzar la espiritualidad, sino que la espiritualidad es la manera en que tratas con las cosas diarias. Es una práctica, y el campo en el que se desarrolla es la vida ordinaria, las pequeñas cosas de cada día.”

Sobre el cap. 47 del Tao Te Ching y George Harrison.

 

"Conoce el mundo sin salir por la puerta,
Observa el Camino del Cielo sin asomarte por la ventana.
Cuando sales a viajar, cada vez más lejos,
Se reduce lo que sabes con certeza.
Por eso, el sabio
No sale, pero sabe con certeza,
No mira a un lado y a otro, pero identifica las cosas.
No manipula, pero las cosas maduran".


El arduo trabajo interior termina enseñando que cuanto más se cargan conocimientos, menos se sabe.

Adentro, sin salir a los sentidos, a los conceptos, empezamos a quitarnos capas de bagaje mental, cultura, moral, mandatos, y empieza a aparecer la verdad propia, lo que en uno es esencial, que siempre había estado ahí, dentro de casa.


Entendemos que tanto buscar afuera sólo nos había alejado de lo que siempre había estado adentro.


También dice el TTCH: "Para obtener conocimiento, aumentas día a día, para alcanzar el Tao, disminuyes día a día".



El músico británico George Harrison utilizó este capítulo del TTCH para su tema “The Inner Light”, una joya musical que acercó a la espiritualidad a millones de jóvenes. 
Aqui el link a la cancion.

viernes, 23 de septiembre de 2016

Agua



El agua es modelo taoista por excelencia . No tiene forma propia, sino que asume la del tiempo dado, pero sin jamás perder su esencia. Siempre es agua. Se amolda a todas las formas. 

También adopta los cambios que propone la circunstancia del momento.


Si hay calor, se vuelve vapor. Si hay frío, hielo. Así, siempre sale adelante al fin.


Corre, se detiene, baja, sube, golpea, rodea o acaricia. Fluye junto al signo de los tiempos, siempre siendo agua. Es el modelo perfecto del andar armoniosamente por el sendero del Tao, conservando intacto su "Te", desplegando todo lo que está en su naturaleza ser.

viernes, 16 de septiembre de 2016

Plantas medicinales y los Cinco Elementos.






Las plantas no pueden ser un mero sustituto de los remedios químicos. Así no funciona. La decisión de comenzar a utilizar plantas medicinales nos pone en situación de tener que estar más atentos, más conscientes, a escuchar mucho más profundamente el lenguaje del cuerpo, con el cual este nos comunica su estado.


Si agudizamos nuestro sentido del cuerpo, de su situación, podemos “estarle encima” sin que los desarreglos se vuelvan ya inmanejables. Enseguida detectamos el problema, y hacemos lo que haya que hacer para restablecer el equilibrio perdido de forma suave y natural.


Si somos solo una mente, si vivimos en nuestra cabeza, desconectados del cuerpo, de nuestras emociones y energías sutiles, cuando llegamos a oír lo que aquel nos dice, es porque el pobre ya ha gritado hasta enronquecer. El desequilibrio es ya enorme, y para volverlo a su armonía se requiere de mucho mas esfuerzo, tiempo y paciencia.




Y como en general, la gente de nuestra moderna sociedad no tiene ni tiempo, paciencia, ni ganas de hacer esfuerzos, entonces cae en el “deme ya”, y acude ansiosamente a los medicamentos químicos, que en general solo tapan los síntomas, la luz de alarma, agravando así el problema de fondo.


Las plantas medicinales no son un remplazo “un poco más sano” que los remedios alopáticos. Podemos ir más profundo, conectarnos con ellas, con su energía, con su poder energético curativo y sanador. 


Para lograr esta conexión con debemos parar.


Escuchar el latido de nuestro cuerpo y buscar el conocimiento de las hierbas medicinales, de los humildes yuyitos. Ir a la Tierra, salir del cemento, abrazar a la Pacha. Tener en casa las plantas que necesitemos.


El camino de las plantas nos pone en sintonía con el latir de la Pachamama, con los ciclos y ritmos del Tao, y viceversa, estar en armonía con la Pacha y el Tao, profundiza nuestra conexión con el mundo vegetal.


El cuerpo es un universo individual, que tiene ciclos que corren con los tiempos de la tierra y del Tao. Esos ciclos y energías, en la Medicina Tradicional China se llaman los Cinco Elementos.


Conocerlos, y estar atentos a ellos, es tener en la mano un mapa de ruta, una excelente guía con líneas generales para escuchar más afinadamente nuestro cuerpo. Más allá de los desequilibrios puntuales que uno pueda venir arrastrando, los Cinco Elementos son un modelo básico de equilibrio energético, emocional, espiritual y físico.



Si uno, en líneas generales goza de buena salud, cumpliendo el trabajo anual de los cinco elementos, podrá mantenerse saludable con el uso de las plantas adecuadas.


Entre uno y otro periodo, siempre es bueno usar hierbas que eleven y fortalezcan el sistema inmunológico, como la Uña de gato, o la Equinacea. 


Las plantas sirven para limpiarnos, purificarnos, y sanar dolencias de todo tipo.


Los animales las usan a nivel físico, orgánico, como por ejemplo los perros. Nosotros podemos usarlas de la misma forma, pero también podemos adelantarnos a este estadio más denso, orientando la limpieza a nivel energético, emocional y espiritual. El cuerpo será un reflejo de aquellos otros niveles.


Es por eso que es tan importante el conocimiento de las plantas medicinales, pero también el modo en que los ciclos se manifiestan, se potencian y se controlan. El esquema de los cinco elementos es una guía para ello. Su limpieza, purificación, la escucha atenta del lenguaje de nuestro cuerpo, nos permite ver los problemas y desequilibrios cuando están todavía en germen, sin llegar a manifestarse físicamente todavía.







viernes, 9 de septiembre de 2016

Nada es mágico, todo esta ahí.






“Quien ve lo pequeño, tiene la vista clara”. 

Quien con un buen entrenamiento empieza a desarrollar la sutileza, la intuición, la observación de los detalles aun no manifestados, el germen todavía invisible de las cosas, es llamado brujo, mago.

No. “Quien ve lo pequeño tiene la vista clara”, dice el Tao Te Ching. “No ver los bueyes enteros”, dijo Chuang Tzu, en el relato del maestro carnicero que no veía las reces como un bloque compacto, sino que podía ver cada hueco, cada sutil separación en las fibras y coyunturas del animal, y así meter su cuchillo sin dificultad para descuartizar la res. En diecinueve años, gracias a esta conducta, no había necesitado afilar el cuchillo.

El hábil sabio ve los recovecos ocultos de cada situación, cada intersticio mínimo de la existencia, y se mueve con comodidad entre ellos, como el agua blanda, que penetra y rellena cada resquicio. 

Afinar la mirada. La meditación, el silencio, el manejo del Qi, brindan esa “vista clara que ve lo pequeño”, que permite observar los eventos en sus partes germinales, ínfimas, y poder así no lidiar con ellos, sino acompañar la natural disposición de las cosas. A quien mira como vive este sabio, le parece que todo fuera fácil para el, sin esfuerzo. Es el wu wei, una acción tan natural, fluida y espontánea que pareciera una no acción.

No es magia, es práctica, disposición, conexión, entrenamiento, gimnasia en el Camino del Tao.



Ser y no ser mutuamente se engendran







Lo no manifiesto se expresa furtivamente a través de lo manifestado.

Cuando decidimos que algo es bello, al mismo tiempo, aunque no se haya manifestado aun, damos existencia a lo feo.

Cuando decimos y creamos “bueno”, en ese instante damos nacimiento a “malo”.
 

Si tomamos una hoja de papel en blanco (la Unidad), y trazamos una línea que vaya de un lado a otro, rompemos la unidad y creamos dos lados en la hoja (dualidad). Eso es lo que hacemos cada vez que con nuestra mente juzgamos, legislamos, valoramos. Desandar el camino será quizás la tarea.



Así, creando parámetros, cánones, tablas y valores, rompemos la Unidad y damos existencia a la Dualidad. Y ya nos obligamos a quedarnos en uno de los dos polos. Creamos un mundo donde deseamos que solo exista “bueno”, y no exista “malo”, “lindo” sin “feo”, y así.

Estos polos mutuamente se crean, juntos nacen al mismo tiempo que les damos vida a uno de ellos con nuestra mente parcial dualista.

Yin y Yang no pueden vivir separados. No son opuestos, excluyentes, sino dos caras de una sola moneda. Son la ladera oscura y luminosa de la misma montaña. Solo cambia la posición del sol. Creamos polaridad donde solo existe unidad.

Más vale dejar de canonizar, legislar, juzgar y valorizar, y volver a la unidad, a la simpleza llana del tronco virgen, no trozado aun para hacer piezas individuales de madera.