“Quien
ve lo pequeño, tiene la vista clara”.
Quien con un buen entrenamiento empieza a
desarrollar la sutileza, la intuición, la observación de los detalles aun no
manifestados, el germen todavía invisible de las cosas, es llamado brujo, mago.
No. “Quien ve lo pequeño tiene la vista
clara”, dice el Tao Te Ching. “No ver los bueyes enteros”, dijo Chuang Tzu, en
el relato del maestro carnicero que no veía las reces como un bloque compacto,
sino que podía ver cada hueco, cada sutil separación en las fibras y coyunturas
del animal, y así meter su cuchillo sin dificultad para descuartizar la res. En
diecinueve años, gracias a esta conducta, no había necesitado afilar el cuchillo.
El hábil sabio ve los recovecos ocultos de
cada situación, cada intersticio mínimo de la existencia, y se mueve con
comodidad entre ellos, como el agua blanda, que penetra y rellena cada
resquicio.
Afinar la mirada. La meditación, el
silencio, el manejo del Qi, brindan esa “vista clara que ve lo pequeño”, que
permite observar los eventos en sus partes germinales, ínfimas, y poder así no
lidiar con ellos, sino acompañar la natural disposición de las cosas. A quien mira como vive este sabio, le parece que todo fuera fácil para el, sin esfuerzo. Es
el wu wei, una acción tan natural, fluida y espontánea que pareciera una no acción.
No es magia, es práctica, disposición, conexión,
entrenamiento, gimnasia en el Camino del Tao.
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