viernes, 25 de noviembre de 2016

CUENTOS TAOÍSLAS: LO QUE ES VALIOSO




El abogado visitaba poco su lugarcito isleño, pues se hallaba muy ocupado en pleitos que le dejaban mucho dinero para comprar cosas. Algunas le obligaban a permanecer atado cada vez más a ellas y aumentar a su vez los gastos, como autos a los que había que cuidar, casas y departamentos de los que ocuparse, personal que haga cosas sencillas por él, clubes y salidas muy importantes, que requerían a su vez buenos vestidos y teléfonos modernos para ser vistos por los amigos.



Por eso llegaba poco a la isla el doctor, cada vez en un yate diferente, con un marinero vestido de blanco a bordo.
Don Mañán lo saludaba, y se entristecía al ver a ese hombre joven cada vez más demacrado, canoso y con mirada dura. El abogado, quizás por esas cosas de contarle las cuitas a quien uno no considera importante, le lloraba al isleño que el dinero no le alcanzaba, que la economía estaba complicada, que los colegios cada día aumentaban las cuotas, la obra social, que la esposa se fue de la casa con un compañero del estudio jurídico.

Cada vez que el letrado iba a la casita del arroyo, sufría de algún mal diferente: dolor de estómago, ataques de pánico, un leve infarto del que el cielo le permitió salvarse.
Sus hijos ya no quisieron verlo, por más regalos que les hizo, ya que Torres García prácticamente vivía para los pleitos judiciales y las reuniones.

A sus 47 años, el doctor se encontraba solo, con su salud deteriorada, y repleto de dinero en su cuenta. La madre del abogado murió y en la vieja casona materna encontró un cofrecito lleno perlas, piedras preciosas, anillos y collares. Nunca supo por qué, se acordó de aquel isleño viejo, que lo sorprendía con su férrea salud y vitalidad a su más de 70 años. 

Una mañana don Manuel Mañán vio llegar otro yate nuevo hasta lo del doctor. Lo vio bajar con algo en la mano, y se acercó hasta su casa. Allí lo saludó y le entregó el cofre con el tesoro dentro. El isleño lo recibió sereno, dio las gracias,escuchó los lamentos del citadino y se metió en el rancho.

Meses después, el viejo Manuel oyó que se acercaba el barco del abogado. Éste bajó al muelle de su casita de fin de semana, pero al mirar hacia lo del isleño, no pudo más que pegar un grito de horror. Allí estaba, don Mañán, bajo el eucalipto, lanzando las piedras preciosas a las cotorras con una gomera. Con brutal puntería lanzaba perlas, rubíes, anillitos de oro y diamante, que luego de impactar en los pajarracos, caían al arroyo para perderse en el fondo barroso. Como pudo, el doctor corrió hasta allí y comenzó a increparlo.

“¡¿Cómo es posible que esté desperdiciando ese tesoro en las cotorras?! ¡¿Se ha vuelto loco?!”



El isleño bajó la gomera y lo miró piadosamente, como a un pobre niño. “¡oh, querido vecino!”, dijo el viejo, “no he hecho más que copiar lo que usted me cuenta que hace todo el tiempo”.

El abogado no entendía nada de lo que el isleño le decía. “¿Acaso usted no ha pasado su vida desperdiciando el tesoro más preciado en cosas tan ínfimas como las cotorras? ¿Acaso usted no ha tirado al agua el mayor valor persiguiendo ilusorias felicidades? ¿No ha usted gastado su salud y su vida en cotorras? Vaya mi amigo, y déjeme a mí también darme el gusto de tirar piedras preciosas a los pájaros.”


Animal salvaje/animal doméstico

Usted puede ser cazador/recolector, animal salvaje, que día a día se procura a sí mismo su sustento (tanto material como espiritual), decidiendo por sí mismo, dueño de su propio tiempo, de su conocimiento, de su poder personal que lo guía en la selva de la existencia. Un animal total, al mando de su voluntad, poderoso para cazar o para dejar ir, descansar, conocer, beber de puros manantiales, armonizar con lo que lo circunda, con el medio en que se desenvuelve, médico de sí mismo,pozo de su personal sabiduría, religado consigo mismo, con su esencia y su totalidad.



O puede ser animal doméstico. Adiestrado, programado, que todo le es dado de afuera y de la mano de un amo: Alimento, cobijo, tareas, conocimiento, medicinas. Su espiritualidad tiene intermediarios, su dios está afuera.

El entorno es algo separado de él, que no comprende, lo asusta. Su poder animal ha sido aniquilado por la sociedad y el sistema.
Nada decide el animal doméstico: cuáles son sus necesidades, uso de su tiempo, deberes, y la hora en que es alimentado por la mano del amo. Cuando oye el ruido del alimento balanceado en el plato, mira ansioso por la ventana, sentado, obediente, moviendo el rabo o con la tarjeta en la mano esperando en la cola del cajero que se haya acreditado el sueldo. Nada es de él, todo le fue impuesto y ni siquiera lo discute. 


Mira con desprecio al animal salvaje y siente miedo y lástima por él, por su existencia "precaria e inestable".
Mientras él piensa en eso, el animal total, dueño de sí mismo, acecha en la selva, o a vuelo de cóndor se alza libre sobre las más altas cumbres.


viernes, 18 de noviembre de 2016

Wu wei, sentido comun




Wu wei es seguir el sentido común. Es hacer lo que dicen las leyes naturales, y no hacer nada que las contradiga. Así, las acciones son fluidas y espontaneas.



Cuando se contempla en silencio y se aprende una ley natural, es tan simple que parece una perogrullada y puro sentido común, práctico. Bueno, no es más que eso.

Si se ha comprendido que es necesario cultivar el Qi, por ejemplo, no hacerlo es ir en contra del Tao. Hacerlo, es wu wei, una acción fluida y totalmente armonizada con el correr del camino. Por eso muchas veces se ha traducido este concepto como un “no hacer”. 

Es un hacer tan natural que pasa inadvertido, como una no acción.

Entender la naturaleza luego de haberla contemplado, de haber meditado sobre su curso, y hacer pues lo que haya que hacer. Ej: Si se conoce como funciona el cuerpo y se conocen los alimentos, el camino taoísta es comer lo que le hace bien y no comer lo que le hace mal.

Puro sentido común, así de vulgar. Por eso dice el Tao Te Ching: “Cuando se habla del Tao, este parece insípido, sin gracia”.

Por eso al hombre que se acomoda al Tao no se lo ve esforzarse. Sin embrollarse ni cansarse, nada deja de hacer. Ha sabido sintonizar con la corriente natural de la vida, que le indica en silencio qué momento es para cada cosa. Si usted tiene oportunidad de observar a este sabio, aprenderá sin que le hable una sola palabra los secretos del no entorpecer el curso natural de las cosas interviniendo torpemente con lo que el ego cree que es la verdad. El hombre que se vale del Tao acalla su propio yo y deja hablar a la naturaleza con su honda voz silenciosa. Ella, con un imperceptible guiño, si está atento, le indicará el momento correcto.


viernes, 11 de noviembre de 2016

Estudiar el Tao



“Si usted quiere ser un taoísta, un estudiante de la vida natural, una de las primeras cosas que debe aprender es a liberarse de los hábitos malsanos. 

Desaprender casi todo lo que hemos acumulado y empezar de cero en  muchas cosas: como respirar, qué tipo de ejercicio hacer, como comer, dormir, beber, gestionar las emociones, la energía, etc.
Cada detalle puede ir con el Tao, o en su contra.”

“Para estudiar el Tao no se necesita ninguna técnica especial: observar constantemente el interior de uno es estudiar el tao, y cuando los falsos pensamientos dejan de surgir, el Tao se revela.”



“Participe de las actividades mundanas sin dejarse arrastrar por ellas. No hace falta irse a vivir solo a una montaña para alcanzar la espiritualidad, sino que la espiritualidad es la manera en que trata usted con las cosas cotidianas. La espiritualidad es una práctica, y su campo de desarrollo es la vida ordinaria, las pequeñas cosas de cada día. 

La mente es una herramienta. 

“El noble no va en sus pensamientos mas allá de su situación”, dice el I Ching.

Es decir, usa la mente para pensar, para algo que está ocurriendo en este momento. Resolver un problema, realizar algo, etc. Ese modo de pensar concentra y fortalece el qi. Luego, se deja de pensar, se deja la herramienta a un lado.

Cuando aparecen “pensamientos”, esos son disipadores de energía. La mente está activa inútilmente, distraída, solo gastando energía.
El sabio aprende a usarla solo cuando la necesita, y a “apagarla” cuando ya no. Así, “el noble no va en sus pensamientos mas allá de su situación”.

Con la práctica cotidiana correcta, se desaprende a “ser solo mente”, y se aprende a usarla como una valiosa herramienta.
Se aprende que el taoísmo es el camino subyacente en todos los caminos, es el punto en el que todos los senderos que buscan la verdad se cruzan. Es la base última, la realidad vista sin dogmas, sin adornos, templos, ni dioses exageradamente parecidos a nosotros.


Confort



que no se u
Confort es que otro (persona, máquina) realice por nosotros la mayor cantidad de actividades. A mayor confort, menos actividad propia. Así, los mecanismos propios del ser humano se van atrofiando hasta dejar de funcionar, como un músculo que no se usa.






Entonces, el hombre moderno, muy civilizado él, y adepto a la religión del Confort Absoluto, de la Comodidad Total, pierde por completo la iniciativa propia, el ingenio resolutivo, y la fuerza biológica y vital. Se vuelve dependiente de que otro haga por él, pero eso no importa, porque es confortable, y nuestro culto 2.0 tiene al confort y a la seguridad como horizonte.

El cuerpo deja de activar los mecanismos de regulación térmica, ya no genera calor o frío por si mismo según sea el caso, de defensa, ya que no es necesario. Un aparato de aire frío-calor lo hace por nosotros, o una pila de pastillitas nos regula la inmunidad. Pero es muy confortable!

Así, el hombre de hoy se ha vuelto débil, dependiente, carente de iniciativa e imaginación para resolver cualquier inconveniente por sí mismo. Siempre en la ciudad hay otro que puede hacerlo por él.

No ocurre así fuera de la gran urbe. Hay rincones todavía: islas, montes, campo, montañas, cerros, selvas, donde aun el hombre persiste en ser un animal, con sentidos en contacto directo con los ritmos de la pacha, con el tiempo del Cielo. Sienten calor, frío, el agua, el barro, el olor a plantas o a podrido de las ciénagas, la sequedad, el viento.

La soledad lo impulsa a la autonomía, a la autosuficiencia, al ingenio, y su animalidad y su actividad propia lo mantienen pleno de vitalidad y lo fortalece, viviendo sano y vigoroso. Todo lo hace él, no hay en absoluto confort, en tanto concepto urbano. Hay animalidad, latido, vida.