viernes, 11 de noviembre de 2016

Confort



que no se u
Confort es que otro (persona, máquina) realice por nosotros la mayor cantidad de actividades. A mayor confort, menos actividad propia. Así, los mecanismos propios del ser humano se van atrofiando hasta dejar de funcionar, como un músculo que no se usa.






Entonces, el hombre moderno, muy civilizado él, y adepto a la religión del Confort Absoluto, de la Comodidad Total, pierde por completo la iniciativa propia, el ingenio resolutivo, y la fuerza biológica y vital. Se vuelve dependiente de que otro haga por él, pero eso no importa, porque es confortable, y nuestro culto 2.0 tiene al confort y a la seguridad como horizonte.

El cuerpo deja de activar los mecanismos de regulación térmica, ya no genera calor o frío por si mismo según sea el caso, de defensa, ya que no es necesario. Un aparato de aire frío-calor lo hace por nosotros, o una pila de pastillitas nos regula la inmunidad. Pero es muy confortable!

Así, el hombre de hoy se ha vuelto débil, dependiente, carente de iniciativa e imaginación para resolver cualquier inconveniente por sí mismo. Siempre en la ciudad hay otro que puede hacerlo por él.

No ocurre así fuera de la gran urbe. Hay rincones todavía: islas, montes, campo, montañas, cerros, selvas, donde aun el hombre persiste en ser un animal, con sentidos en contacto directo con los ritmos de la pacha, con el tiempo del Cielo. Sienten calor, frío, el agua, el barro, el olor a plantas o a podrido de las ciénagas, la sequedad, el viento.

La soledad lo impulsa a la autonomía, a la autosuficiencia, al ingenio, y su animalidad y su actividad propia lo mantienen pleno de vitalidad y lo fortalece, viviendo sano y vigoroso. Todo lo hace él, no hay en absoluto confort, en tanto concepto urbano. Hay animalidad, latido, vida.


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