Un eminente profesor que venía de la ciudad se apareció una mañana
por lo de don Antonio Sosa. Le habían hablado de él y deseaba preguntarle sobre
la clave de su sencilla sabiduría, ya que todo lo que sabía y había aprendido
no lo satisfacía, y a pesar de estar tan lleno, vivía vacío.
Don Antonio echó a los perros que salieron a ladrarle al muelle al
visitante que había bajado de la lancha colectiva y lo invitó a subir a su
ranchito. Calentó el agua, apoyó el mate sobre la mesa y comenzó a cebarlo
mientras el intelectual le contaba vida y obra de un montón de gente muerta que
había publicado libros y apuntes. Pero cuando el recipiente estuvo lleno, don
Antonio siguió vertiendo agua en su interior, y comenzó a rebalsarse
desparramando la yerba y líquido por toda la mesa.
El profesor, que no paraba de hablar, no entendía, creyó que el
accidente se debía a la avanzada edad del islero, pero éste continuaba echando
agua y sonriendo. Hasta que el académico, respetuosamente, le advirtió: “don
Antonio, por favor pare, está derramando todo”.
El viejo se detuvo e hizo un prolongado silencio, luego le alcanzó
el mate lleno de agua caliente y manchado en su exterior. “¿Ve señor?, así está
su cabeza, su mate; totalmente lleno de cosas, doctrinas, sistemas, saberes y
palabras, y como le pasa a este mate, nada nuevo puede entrar en ella, todo se
rebalsa y cae al suelo irremediablemente. A menos que vacíe su cabeza, descarte
todo ese ruido y calme su mente como un arroyito claro, no podrá aprender nada
nuevo.”
“Fíjese lo que ocurre en una discusión académica en su facultad, o
en cualquier disputa entre personas: no se trata más que de la intención de
imponer su opinión al otro, escucharse hablar a sí mismo, repetir ideologías
aprendidas fruto de la indigestión de libros. Así nada nuevo puede aprenderse. Cuando
usted haya desechado todo el interior del mate y sea capaz de “ver” por sí
mismo, sin pasado ni futuro, sin juicios ni palabras, “comprender”, observar
con total atención, sin palabrerío de por medio, estará en condiciones de
aprender, de por fin ver “lo que es real”, sin la intervención de ideas o imágenes. Y por supuesto, ya no le será necesario venir
hasta aquí para que yo le enseñe nada.”
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