viernes, 9 de junio de 2017

Muda y resurrección




El silencio del sábado post crucifixión. El hondo letargo en el que la Pacha se hunde hasta la primavera. El extraño fenómeno de calma, instantes previos a que los ojos se abran en una ráfaga de momentánea lucidez, de satori, de fusión con el Tao.

El último signo del I Ching que torna a renacer la larga secuencia de mutaciones, transformado una vez más.

En el vacío hay lugar para la transformación, el cambio y la resurrección.


Es muy difícil que el corazón resuelva sus hondos misterios rodeado de ruido, velocidad y cemento.

Muchas respuestas están guardadas al fondo de ese arcón llamado silencio, bien abajo, después de que uno ha sacado toda esa acumulación de inutilidades llamada palabras.

Cuarenta días de desierto, un vaivén de mutaciones para volver resucitado y recomenzar una nueva vida.

Amaru deja su vieja piel en las cavernas del Uray Pacha. Y luego, con la fuerza y el coraje nocturnal de Uturunku se vuelve Kúntur, despliega sus alas y vuela a una nueva existencia.

No hay resurrección sin silencio, sin vacío, sin desierto ni arenal.

Y se vuelve otro.

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