Agradecer es el contraveneno para la queja,
Despreocuparse completamente y aplacar el desmesurado concepto de la propia importancia es el antídoto contra la exigencia.
Porque cuando me siento quieto sin hacer nada y me olvido de mí confirmo luego que el mundo continuó su curso sin yo haber sido necesario para nada.
Y en ese instante todo se acomoda.
Yo puedo seguir ahí y que las estaciones se sucedan una tras otra en orden, que las plantas crezcan, florezcan y mueran, que los astros dibujen sus órbitas y que el cerro misterioso oculte todos sus secretos.
Yo puedo seguir ahí y que todos olviden luego de un tiempo cualquier semilla que se me haya caído de la bolsa.
Nada es importante de nosotros, y sin embargo cada gesto, cada acción y abstención será todo lo que ocupe finalmente el instante presente.
Pero todo el enigma se resuelve finalmente en la voluntad inquebrantable de no ceder jamás al impulso de irse a otra parte, de evadirse psicológicamente.
Aquí, hacer la tarea con un sentido cierto de proceso y camino. Pase lo que pase.
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