martes, 12 de mayo de 2015

Cuentos "Taoíslas": Don Antonio Sosa, wu wei, y la longevidad.

Pocos creen cuando conocen que don Antonio Sosa, del arroyo Largo, tiene 102 años. Lo  ven jovial, fuerte, ágil y sonriente en el corredor de su casa mirando el agua pasar.

Sus perros y gatos yacen a su lado sin estorbar la paz del islero que toma mate sin que los mosquitos lo piquen.



-Nunca me he esforzado, ni he forzado nada,- repite don Antonio cuando se le pide la receta de su longevidad.

-¿Cómo no?, pregunta atónito el curioso, -si siempre lo vemos hachando, cortando junco, podando, pelando mimbre, tejiendo, construyendo, trabajando duro?

-Yo aprendí del río, de las plantas y los animales, esa fue mi escuela. Ellos nunca se esfuerzan porque hacen sólo cuando es el momento preciso. La naturaleza tiene su ritmo y las mudanzas su vaivén. Los bichos y las plantas “cabalgan” sobre esa “corriente”, y fluyen sin esfuerzo y todo lo resuelven sin hacer nada. Así cumplen con su ciclo vital natural, y no entorpecen el original desempeño del Tao.

Yo trabajo todo el día y sin embargo no hago nada. Yo resuelvo sin intervenir, y las cosas se arreglan solas. El junco se corta con agua baja, y se tiende a secar en el verano para que el sol haga todo el asunto. El que lo realice distinto sólo se cansará y arruinará su labor.

Se podan las plantas en invierno porque ellas entonces duermen y para tener leña seca en el siguiente año. Mi rancho es de sauce cortado en luna menguante, y hace tiempo que no he de apuntalarlo.

Todo lo que se ha hundido se saca en la bajante, y la canoa sale del agua para reparación el día de marea sin ningún esfuerzo.

Los brotes de mimbre se cortan al año en invierno  y se los vuelve a clavar hasta que la primavera les da su flexibilidad para pelarlo fácil. Tejer el junco seco es romperlo, se acomoda dócil ante mis manos si está humedecido para tal fin.

Si hay agua alta no se hace un muelle ese día, ni se  clava un piso de tablas bajo la lluvia porque se arruinará. Conviene no imponerse y esperar. Más bien cocinar conservas ese día en casa.

El tonto que quiere resultados, no cesa de intervenir con su ego, inventando para sí y los demás, apuros y razones, rompiendo la armonía natural que existe por sí misma en las cosas.

Yo no busco resultados, sino que ellos son el fruto que cae maduro ante mi por saber ser oportuno junto al Tao y no hacer nada. Mi no hacer nada es dejar que las cosas corran a su tiempo sin pretender imponerme, sino ir, y solo tomarlas en el momento indicado. Parece un gran esfuerzo, pero lo cierto es que mi único trabajo ha sido el de observar, entender, eliminar mi torpe ego que se sueña importante, necesario y sabio, y pasar a ser sólo una nota musical más en el concierto de la vida isleña que me rodea por todas partes y en cada momento de la vida.





miércoles, 6 de mayo de 2015

Chuang Tzu, los libros, las palabras y lo que no puede decirse.

El Tao estimado del mundo está en los libros. Los libros no son más que palabras, y las palabras tienen algo por lo que se las puede estimar. Lo estimable en las palabras es la idea. Las ideas tienen un objeto, pero el objeto de las ideas no se puede expresar con palabras. Mas como el mundo estima las palabras, las transmite por medio de los libros. Aunque estimados éstos por el mundo, no los tengo yo por dignos de estima. Pues lo que se estima no es lo verdaderamente estimable. Al igual que lo que se puede ver son las formas y colores, y lo que se puede oír son los nombres y sonidos. ¡Lástima! Imagina el mundo que por las formas y colores, por los nombres y sonidos, es posible conocer la realidad de las cosas. Pero la verdad es que por las formas y colores, por los nombres y los sonidos, no es posible conocer la realidad de las cosas, y por eso el que sabe no habla, y el que habla es que no sabe.



Hallábase el duque Huan leyendo en el piso de arriba de su residencia, mientras debajo el carretero Bian labraba una rueda. Dejó éste el martillo y el escoplo, subió al piso de arriba y preguntó al duque Huan: "Osaría preguntar al duque qué se dice en lo que está leyendo."

-Son dichos de hombres sabios- respondió el duque.

-¿viven aún esos sabios?-preguntó el carretero.

-¡Están todos muertos!- exclamó el duque.

-Pues entonces, lo que lee el señor son los posos de los antiguos hombres.

-Cuando mi persona lee-dijo el dique Huan-, ¿Cómo osa un carretero opinar a su antojo? Si eres capaz de darme razón de tus palabras, pase, que como no puedas, he de ordenar tu muerte.

-Vuestro siervo-dijo el carretero- ve las cosas desde la experiencia de su oficio. Cuando labra una rueda, si la hace holgada, entra suave pero no queda bien sujeta; y si estrecha, queda dura y no entra. Ni holguras ni estrecheces, sino lo que conviene a la mano y responde a la mente. La boca no puede declarar ese arte misterioso que hay entre los dos extremos. Vuestro siervo no ha podido comunicárselo a su hijo, ni el hijo de vuestro siervo ha podido comunicárselo a su hijo, ni el hijo de vuestro siervo aprenderlo de su padre. Por eso a los setenta años sigue vuestro siervo labrando ruedas. Cuanto los antiguos hombres no pudieron transmitir ¡está tan muerto como ellos! De modo que lo que lee el señor son los posos de los antiguos.

Del libro de Chuang Tzu, libro XIII "El Tao del cielo".


martes, 5 de mayo de 2015

365 Meditaciones Taoístas. Nº 10: Desastre

Un pensamiento para cada día, del libro "365 Meditaciones Taoístas", de Deng Ming Dao.

Traducción, Karin Usach. 

X
Desastre
Noche negra y muda,
Fuego repentino.
Destrucción.



El desastre golpea en su propio momento. Es tan aplastante que no podemos hacer otra cosa que aceptarlo. Altera el curso de nuestros días, nuestro trabajo, nuestro pensamiento mismo. Aunque es tentador resentir el desastre, no es muy útil hacerlo.

No podemos decir que el desastre actuó con malicia contra nosotros, aunque pueda haber sido mortal, y es difícil decir que ha “arruinado” nuestros planes: De un golpe cambia las bases mismas del día.

El desastre es natural. No es la maldición de los dioses, no es un castigo. El desastre resulta de la interacción de fuerzas: el terremoto de las presiones en la tierra, el huracán del viento y la lluvia, incluso el fuego accidental producido por una chispa. Nos urge preguntar “¿Por Qué?” en la estela de un gran desastre, pero no debemos dejar que la superstición interfiera con la aceptación desapasionada. No hay ningún dios enviándonos destrucción.

Los desastres pueden cambiarnos profundamente, pero pasarán. Debemos ser fieles a nuestras más profundas convicciones y recordar nuestras metas. El que permanezcamos cenizas o nos convirtamos en el fénix depende de nosotros.


lunes, 4 de mayo de 2015

Las islas nacen del río y vuelven a él a su debido tiempo

Toda la isla posee imponente belleza y exuberancia. Todo crece, cambia y muere, sin que nada permanezca jamás sin mudanzas.

El río no se jacta jamás de su creación, a pesar de que hasta la más pequeña criatura isleña le debe a él su existencia. Todo lo ha traído el río, a todos nutre y alimenta, y nunca hace alarde de eso. Por el contrario, siempre elije el lugar más bajo para ir silencioso por él.



Todos en la isla, bichos, plantas y hombres viven y mueren y son contenidos por el agua.

El río nos abraza y nos transforma, como el Tao, sin forma ni rigidez las islas salen de él y vuelven a él. Nosotros en ellas dormimos, y no podemos darnos cuenta de esto. Solo al Despertar, cuando logramos percibir sin palabras la fuerza espiritual del ciclo natural de las islas, entendemos que somos una ínfima partícula de todo ese imponente concierto verde.



sábado, 2 de mayo de 2015

Decrecimiento: Entrevista al profesor Carlos Taibo

No podemos seguir produciendo a costa de los recursos limitados del planeta, de los ciudadanos del Tercer Mundo o incrementando el cambio climático. Decrecer es necesario y supone un cambio de valores, como desarrolla Carlos Taibo en su libro 'En defensa del decrecimiento'.

El decrecimiento es el futuro. Carlos Taibo, profesor de Ciencia Política en la UAM. La crisis existente se centra en la economía, pero no es la más importante a la que asistimos.

 Por Marta Iglesias para Revista Fusión.





-¿Qué hay más allá del descalabro financiero?

-Creo que hay como poco otras tres crisis importantes. La primera se llama cambio climático, que es un proceso ya activo que no tiene ninguna consecuencia saludable. La segunda es el encarecimiento inevitable en el corto y medio plazo de la mayoría de las materias primas energéticas que empleamos y la tercera y ultima, por dejar las cosas ahí, es la sobrepoblación que afecta a buena parte del planeta. La crisis financiera es la única que interesa a nuestros medios de comunicación y a nuestros gobernantes y creo que se ha traducido en un retroceso visible en el tratamiento de las otras tres. Algo que me aconseja concluir que el escenario es realmente muy delicado.

-¿Por qué afirma que “desde la economía oficial se confunden interesadamente crecimiento y bienestar” y por qué considera falsa esa afirmación?

-Uno de los grandes mitos de la economía oficial es el del crecimiento. La economía oficial dice que el crecimiento genera cohesión social, que facilita el asentamiento de los servicios públicos y que dificulta el crecimiento del desempleo y de la desigualdad. A mí me parece que sobran las razones para cuestionar todo esto. El crecimiento económico no provoca necesariamente cohesión social, y se traduce a menudo en agresiones medioambientales literalmente irreversibles, facilita el agotamiento de recursos escasos que no van a estar a disposición de las generaciones venideras y nos sitúa en un marco de un modo de vida esclavo que nos aconseja concluir que seremos más felices cuantos más bienes acertemos a consumir. Todas estas “verdades” merecen ser cuestionadas hipercríticamente.



-¿Qué efectos negativos planetarios ha tenido el crecimiento del mundo occidental?

-El crecimiento del mundo occidental se ha traducido en dos circunstancias importantes que tienen que ver, no ya con el crecimiento, sino con el propio capitalismo. La primera nos habla de un sistema incapaz de resolver los problemas vitales de la mayoría de los habitantes del planeta. Y la segunda se refiere al despliegue de procedimientos de agresión contra la naturaleza que ponen en peligro la vida de la especie humana y de las demás especies. Con ello no estoy afirmando que en todo momento el crecimiento haya sido un factor negativo.

-Asegura que “el crecimiento en los países del Norte propicia el asentamiento de un modo de vida esclavo”, ¿por qué?

-Porque nos invita a concluir que vamos a ser más felices cuantas más horas trabajemos, más dinero ganemos y más bienes acertemos a consumir. En el libro me refiero a los tres pilares de esta sinrazón: el primero es la publicidad que nos obliga a comprar lo que no necesitamos, el segundo es el crédito que nos permite conseguir los recursos aún cuando carezcamos formalmente de ellos, y el tercero y último es la caducidad, los bienes están programados para que dejen de servir en un periodo de tiempo muy breve y nos veamos en la obligación de adquirir otros nuevos.


-Entonces, ¿el decrecimiento trae consigo un modo de vida más libre, basada en el principio de “Trabajar menos para trabajar todos”?

-Al menos puede traerlo. Nos invita a liberarnos de determinadas ataduras y a ser más conscientes de lo que hacemos. La apuesta de quienes defendemos el decrecimiento es generar un escenario en el que trabajando menos, consumiendo menos, y dedicando más tiempo a la vida social, la calidad de nuestra vida se acreciente sensiblemente. Acrecentaría el tiempo dedicado a la vida social, en detrimento del consumo, la producción o la competición. El decrecimiento implicaría la gestación de fórmulas de ocio creativo, acarrearía el reparto del trabajo -que es una vieja demanda sindical que ha ido cayendo en el olvido-, nos obligaría a reducir el tamaño de mastodónticas infraestructuras de transporte y de comunicación, permitiría un vuelco sobre lo local en vez de sobre lo global y reclamaría una relación de simplicidad voluntaria y de sobriedad que creo que cada vez falta más entre nosotros. Lo que tenemos que hacer desde el principio es preguntarnos si la vida que llevamos en sociedades marcadas por el trabajo y por el consumo es realmente la vida que nos gusta.

-Eso supone un importante cambio de mentalidad...

-Claro. Más que dificultades técnicas o tecnológicas en el decrecimiento -que no las aprecio, y en cualquier caso serían menores que las vinculadas con los proyectos de crecimiento-, creo que lo que implicaría sería un cambio de chip mental que tendría que ser radical. Aprender a relacionarnos con los restantes seres humanos y con la naturaleza de manera diferente.



-Pero, ¿cree que las empresas dejarían de producir por sí mismas, a menos que los ciudadanos dejemos de consumir?

-Creo que deberíamos dejar de consumir por un lado, y por otro ejercer presión para que aquellas empresas que se dedican a producir bienes lesivos para la naturaleza dejen de hacerlo. En cualquier caso nuestra apuesta tiene que ser por cerrar parte de la actividad en industrias como la automovilística, la militar, la de la aviación, la de la construcción o la de la publicidad, por proponer cinco ejemplos. Alguien se preguntará, ¿qué hacemos con los millones de trabajadores que en la UE quedarían en desempleo de resultas de lo anterior? Pues por un lado colocarlos en una economía social y medioambiental que tiene que crecer y por el otro repartir el trabajo en los sectores económicos que permanecerían sobre el terreno.

-¿El dinero tiene que volver a tomar cariz humano, social y medioambiental?

-Supongo que a la larga nuestro propósito sería abolir el dinero, pero si en sociedades complejas tenemos que seguir utilizando estos instrumentos, en efecto, habría que dedicar no ya al dinero, sino al conjunto de las actividades económicas, una dimensión social y medioambiental mucho más grande de la que tienen hoy.

-Afirma que hay un tiempo para cambiar, que “si no decrecemos voluntariamente y racionalmente tendremos que hacerlo obligados por las circunstancias de carestía de la energía y el cambio climático”. ¿Qué supone hacerlo en uno u otro caso?

-Es claramente preferible -ya que tenemos que decrecer porque el planeta tiene sus límites-, hacerlo de manera consciente, racional, solidaria, social y ecológica, y no aguardar a que el capitalismo global que padecemos se desfonde y genere un caos de escala planetaria El decrecimiento es el futuro. Carlos Taibo, profesor de Ciencia Política en la UAMque por fuerza llevará aparejado un sufrimiento ingente para la mayoría de los habitantes del planeta. Creo que al final ese es el mensaje central, que empleo en el libro.

-Ante la crisis, ¿cuáles son los posibles escenarios futuros?

-Yo manejo dos escenarios distintos. Uno nos habla de un renacimiento de los movimientos de contestación, que probablemente van a ver cómo muchos de los mensajes aparentemente radicales que emitían, van a encontrar un mayor caldo de cultivo. El otro escenario lo llamo darwinismo social militarizado, y son fórmulas que recuerdan poderosamente a muchas de las políticas que abrazaron los nazis alemanes ochenta años atrás. Implican que desde algunos de los principales estamentos del poder político y económico -conscientes de la escasez general que se avecina-, se decida preservar esos recursos escasos en provecho de una escueta minoría de la población planetaria, de la mano de proyectos por fuerza violentos.

-¿De qué dependerá que se viva una u otra opción?

-En buena medida de nosotros, de nuestra lucidez a la hora de ser capaces de modificar las reglas del juego, de plantear en serio a los dirigentes políticos horizontes distintos de los que ellos mismos están defendiendo ahora. Eso sería ahora que tenemos tiempo, aunque empieza a faltarnos. De cualquier manera hay algunos datos incipientes que demuestran que los ciudadanos de a pie empiezan a percatarse de la sinrazón de nuestra actual forma de vida.

-Centrémonos en el segundo escenario. ¿Son posibles las revueltas de una sociedad descontenta, que quiere mantener sus privilegios y estado económico y expulsa a los más pobres e indefensos?

-Creo que es perfectamente creíble que en ese escenario de darwinismo social militarizado se produzca lo que tú estás sugiriendo, y en realidad sospecho que muchas de las políticas que empiezan a emerger en los países ricos hunden sus raíces en proyectos de esa naturaleza. No es estrictamente preciso hablar de revueltas. Si uno presta atención a las nuevas leyes sobre inmigración que está aprobando la aparentemente civilizada UE, estará obligado a concluir que algo de esto se está cociendo.

-¿Por qué estamos tan convencidos de que no se repetirán las soluciones tomadas por el nazismo, donde una parte escogida de los ciudadanos se alzaron con los recursos, privando a otros de ellos?

-No estamos tan convencidos, porque el riesgo de retornos autoritarios está presente en nuestras sociedades y que ese riesgo se acrecienta en escenarios de crisis. Los políticos y medios de comunicación quieren que creamos que el fin de la crisis está cerca, pero es un procedimiento de manipulación que se encamina a conseguir que los ciudadanos no se hagan las preguntas de fondo. El procedimiento acabará por chocar con la realidad. Tenemos que empezar a cuestionar la idea de que nos hallamos ante un capitalismo que registra crisis cíclicas. Sospecho que no va a haber ninguna etapa de bonanza en el futuro, a menos que cambien drásticamente las reglas del juego, algo que no aprecio en ninguna de las medidas contra la crisis que abrazan nuestros gobernantes.

-El miedo de los propios ciudadanos alemanes les convirtió en seres entregados y obedientes. Fue un miedo creado artificialmente por Hitler y afines. ¿En qué puede desembocar unos ciudadanos con miedo a que los inmigrantes les quiten el trabajo, a no tener qué comer, a perder su bienestar...?

-En primer lugar en actitudes visiblemente hostiles y castigadoras frente a las minorías foráneas que están presentes en nuestros países. Creo que este es un dato fundamental. Has mencionado una palabra decisiva: miedo. Lo que creo que va a ocurrir es que nuestros gobernantes van a intentar amedrentar a la ciudadanía de la mano de mensajes del tipo “si quieren ustedes conservar una parte de sus privilegios,El decrecimiento es el futuro. Carlos Taibo, profesor de Ciencia Política en la UAM acepten sin rechistar el conjunto de restricciones de derechos que vamos a intentar desplegar los gobernantes”.

-¿Podríamos incluso asistir a la extinción democrática?

-Es uno de los riesgos que está en el horizonte, o en su defecto una reducción dramática de nuestros derechos justificada legalmente sobre la base de procedimientos aparentemente democráticos. Creo que este es un horizonte perfectamente creíble en los países democráticos

-¿Cuál es su propuesta alternativa? ¿Necesitamos volver a una conducta colectiva, creando un movimiento en favor del decrecimiento?

-Tenemos necesidad de hacerlo, pero tenemos también la obligación de modificar nuestros hábitos cotidianos. Creo que una de las ideas del pasado que conviene cuestionar es la de que sólo vamos a transformar esto si actuamos de manera colectiva. Tenemos que actuar colectivamente, pero difícilmente vamos a modificar las cosas si en nuestra vida cotidiana no somos capaces de introducir esos valores que reivindicamos para el futuro.