miércoles, 12 de febrero de 2020

Apuntes de sachasofía: Hombre, canto y paisaje.



Nada hay más quieto que el cerro, y sin embargo, gracias a su quietud todo es movimiento y fluidez sobre él.

Todo crece y se vitaliza allí poderosamente: la yunga, las aves, los escurridizos animalejos, el ágil río montañés. Quietud y movimiento danzan a la par.

El hombre cerreño es igual. Movedizo, flexible ante el vivoreo de las sendas, de escaso hablar, saltador de piedras. El montañés ve límites por todas partes, por eso su espíritu y su pensamiento se orientan hacia el cosmos, hacia arriba, igual que su canto natural, la baguala.

Nada más amplio que las pampas y las llanuras, y debido a su amplitud todo puede expandirse.

El viento sin límite ni dirección, animales capaces de galopar, de andar y recorrer imposibles distancias. Aguas y lagunas amplias, hombres de pensar ancho y abarcativo, de silencios estirados como leguas por andar. Largo como como el decir de una milonga bien pampa, monótono y mántrico como un lonkomeo, galopeador como el malambo llanero.

Nada más callador de misterios que la selva. Y por ello todo allí canta y distrae del secreto.

Cualquier habitante de la espesura vegetal aparece y se oculta a su gusto. Todos saben de sorprender, esconder y ser sorprendidos. Todo parece que es, y es otra cosa. Todo tiene una cara en la oscuridad. La visión nocturnal del jaguar, el veneno mortal de la colorida ranita, la fuerza inaudita de la blanda serpiente apretadora, el mensaje cifrado de la planta de poder. El implacable y letal saber cazador del avá guaraní, o el tonocoté.

Sorpresivo y enrulado como un Escondido, vivoreante como el chamamé que canta el Alto Paraná.

"El mejor paisaje es el Hombre", sentenció el bodhisattva Yupanqui. Y quizás de esto hablara.

Tierra y Hombre.
Bestia y paisaje.
La comunión del movimiento y la quietud, del espíritu moldeado por la geografía, poder y flexibilidad.

Mágica y mística comunión entre la comarca y el alma, que brota en un canto típico y popular.

La tierra le dicta cosas al oído de quien preste atención, para que la traduzca.

El paisaje habla del hombre que lo habita. El hombre habla en sus modos del paisaje donde ha nacido.

"El Hombre es tierra que anda", dijo el bodhisattva Atahualpa.

El hombre es tierra que anda. Y la tierra es un hombre andando hacia el paisaje más profundo que pueda contemplarse: un corazón, un alma humana inmersa en el entorno que la ha moldeado.

Jbv "Apuntes de sachasofía: hombre, canto y paisaje".

Foto: atardece en la selva isleña, delta del Paraná.

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