martes, 11 de febrero de 2020

Marta, María y la visita de la Luz.



En el evangelio de Lucas 10-38-42 se relata un episodio que a simple vista puede resultar intrascendente desde un punto de vista superficial, pero que desde una mirada esotérico-mística cobra una profundidad que nos interpela hondamente a quienes buscamos una Palabra, una lucecita en nuestra oscuridad.

El texto dice así: "Llegó Jesús a una aldea, y una mujer, de nombre Marta, lo recibió en su casa. Tenía ésta una hermana llamada María, que sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra, mientras que Marta andaba afanosa entre los muchos quehaceres del servicio. Intervino Marta y dijo: 'Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje sola con los quehaceres? Dile pues que me ayude'. Mas el Señor le contestó: 'Marta, Marta, tú te preocupas y te apuras por muchas cosas y sólo es necesaria Una. María ha escogido la parte mejor que no se le quitará".

Sin entrar en detalles sobre qué relación tenían estas mujeres con Jesús y el motivo de la visita, podemos extraer de ese cotidiano episodio algunas claves que pueden sernos de utilidad.

Jesús pone en evidencia dos formas de relacionarse con el espíritu y la consciencia divina: una relación desde lo accesorio y otra desde lo esencial. Él le dice a Marta, que va y viene por el mundo exterior, ocupada en lo accesorio: "Sólo Una cosa es necesaria". De esto se habla en muchas tradiciones, sobretodo en el taoísmo y en el cristianismo esotérico: volver al Uno (el Padre y Yo somos Uno). La Única Acción. No dispersar el Qi, no fijar la atención en mil cosas exteriores, sino centrarse, buscar el centro y la unidad, la integración de nuestras partes fragmentadas.

Marta va y viene saturada de cosas y deberes. María está quieta, en silencio y total apertura a recibir la Palabra, la Luz, la Iluminación. Ella está en una plena disposición de vacío y receptividad hacia lo divino. No "hace" cosas para crecer en el espíritu. Mas bien no hace nada. Cuando la luz la visita ella simplemente está ahí para dejarse iluminar. Ese es todo su hacer.

La persona que se encuentra distraída, viviendo en lo externo, atareada con mil cosas accesorias, ni siquiera cuando la Luz entre en su casa estará preparada para recibirla. Simplemente estará en otra parte, haciendo otras cosas.

Es más, será posible que esta persona, desde su supuesta superioridad se enfurezca con aquellos que no están "haciendo lo correcto" para lograr lo espiritual, y seguirá con su atención puesta en los actos exteriores de piedad y devoción.

Culpará tal vez a los otros por no poder acceder ella a la paz, a la calma interior, y exigirá amargamente que aquellos se desvíen de su camino "equivocado".

Pero el maestro insiste en que Una sola cosa es necesaria. Sentarse, y cuando la luz llegue dejarse iluminar enteramente, permitir que el cáliz vacío se colme de esa agua viva que quien la bebe no muere jamás.

Marta tiene buenas intenciones. Una de ellas es "agradar" a la divinidad y a los otros. Hacer lo que se espera de ella.

Es muy necesario despojarse de todos los roles, de las máscaras, de lo que se espera de nosotros. Sólo así se puede Ver. Sólo desde el despojo de lo externo se puede tener la experiencia de la divinidad, del Uno, de la conciencia superior.

Desde lo establecido, desde el rol que se nos ha impuesto o que hemos asumido voluntariamente no existe satori posible, no hay iluminación que pueda alcanzarnos. Una mujer, en la galilea del tiempo de Jesús debería estar sirviendo al maestro y a los hombres, y de ninguna manera estar sentada a los pies de aquel que viene a enseñar. Ella sin embargo eligió desobedecer,  salirse de ese rol y no cumplir con lo establecido.

Por ello todo los grandes iniciados fueron personas que rompieron con lo que se esperaba de ellos: Moisés, Jesús, Siddartha Gautama, Amma Sincletica, Krishnamurti, Lao Tsé, Atahualpa  Yupanqui. Desde el lugar del Rol, desde el papel exterior, la Palabra y la Luz no penetrarán jamás.

"María eligió la mejor parte, y no le será quitada".

Es irónico darnos cuenta de que la Luz, la Sabiduría, la Iluminación, se nos escapa y sigue de largo justo cuando creemos estar haciendo todo "correctamente". Medito a diario, hago zazen todos los días, voy a misa, rezo, hago yoga, prendo sahumerios, me visto de tal manera muy espiritual, balbuceo mantras, como comida "consciente"... Y nada, sigo siendo el mismo caos.

Y vemos con estupefacción que personas simples, que no "siguen los pasos adecuados" para el ascenso espiritual, que incluso parecieran hacer las cosas "mal"  viven en profunda paz, calma, silencio interior, serenidad y alegría.

Esa es la irónica respuesta de Jesús a los que a veces somos como Marta: no tienes que estar "haciendo cosas" para iluminarte, para Ver,  para crecer en consciencia. Mas bien se trata de No hacer cosas.

Como llamaba a la meditación el taoísta Chuang Tsé: "Quedarse quieto sin hacer nada". Wu wei, aquietarse, no hacer, no interferir.

En relación a la luz, a dios, al tao, podemos ser Marta o podemos ser María. O a veces una y a veces la otra.

Como también relata la parábola de las vírgenes prudentes, la divinidad, la Palabra ha de encontrarnos con la lámpara llena de aceite para no quedar a oscuras en la noche, en disposición de receptividad, con el cáliz vacío para recibir el agua viva, en quietud interior.

Siguiendo los pasos ajenos, lo que otros esperan de nosotros, solo haremos que el Cristo pase de largo. Que hable y no lo escuchemos. En el exterior, atareados en mil cosas accesorias no estaremos allí para recibirlo, o nos encontraremos distraídos, yendo de aquí para allá, creyendo que vamos por el camino correcto.

Jbv

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