martes, 28 de abril de 2020

"Agua pura, alma pura"




La actividad de purificar agua con el filtro Condorhuasi es una excelente práctica-meditación-metáfora de la disposición espiritual ideal del estudiante, curioso, buscador, andador del Camino.

Vaciar, llenar, filtrar, purificar, vaciar, llenar, filtrar, purificar.

Decantar, aclarar, sedimentar. Volver transparente y puro algo.

Toda búsqueda incorpora información, técnicas, métodos, aprendizajes, que se deben recibir, decantar, asentar, filtrar y purificar.
Es común en el curioso caminante la voracidad de incorporar, llenarse, atorarse de conocimiento que jamás llega a cristalizar, asentarse, y volverse algo "bebible", usable.

Así funciona el filtro: "Agua pura, alma pura", sentencia Fernández Chiti, el inventor del filtro-metáfora.

Lo que va a ser incorporado ha de ser pre-tratado. Es decir, lo que vayamos a filtrar no puede ser cualquier  bazofia que vaya a Intoxicarnos. Hartarnos de conocimiento innoble e inútil no redundará jamás en algo noble y puro, útil para nosotros y los demás.

Luego debemos llenar un filtro que está vacío, en disposición receptiva como Kun, la segunda instancia en el I Ching. Vacío creador.

Es por ello que ayunos de todo tipo son buenos para vaciar y limpiar el filtro. Darse tiempos de "inanición" cognitiva, comunicativa, etc.

El uso del filtro Condorhuasi nos predispone a un tempo, a una espera de decantación, limpieza y filtrado que tiene su correlato inmediato en el espíritu.

De golpe, se va produciendo un vacío interior que permite que lo que incorporamos tenga su tiempo de maduración, decantación y sedimentación.

Nos mantenemos vacíos y permeables para que "Eso" pueda ir pasando lentamente, gota a gota, a través de nuestra alma permeable, y se convierta en algo puro, transparente, simple, directo, claro como una gota de agua limpia.

El uso del filtro es la metáfora y método de meditación por excelencia para el amante del estudio y el aprendizaje.

Enseña a seleccionar, a mantenerse vacío, a renovar permanentemente el interior, a mantener limpio el filtro espiritual, a esperar, a discurrir en un tempo la vida natural, gota a gota, para que lo incorporado se vuelva serio, eficaz, limpio, puro y transparente. Útil y sano.

Doña Pastora fue una santa sabia que vivió y murió a los cien años en las lejas montañas del Siambón. Son innumerables los relatos de sus curaciones. Pero su mayor virtud, insisten quienes la conocieron, fue escuchar. Ella era en verdad un filtro de barro. Oía mil tribulaciones en silencio profundo, dejaba decantar, sedimentar, filtraba, y devolvía una palabra pura, transparente, el "agua viva" de la que habló el nazareno.

Nuestra práctica, nuestra relación con las novedades del mundo se hace más profunda y perfecta, menos voraz, con el uso del filtro Condorhuasi.

Nuestro andar - por el camino que sea- se verá purificado y se tornará transparente.

 Nace un estado de vacuidad interna, de permeabilidad, de conexión con los tiempos y los ciclos, con el susurro monótono de una gota cayendo al agua. Y ese susurro dice cosas.

Nos aleja del voraz consumismo idiota de novedades inútiles, del "cursismo" crónico que no termina nunca de asentar jamás lo aprendido y que nunca se vuelve una práctica clara y purificada.

En fin, como dice el "Yacháchij" Fernández Chiti: "Agua pura, alma pura".

Jbv

lunes, 27 de abril de 2020

Del dos hacer Uno




Del dos hacer uno

El retorno a la unidad es vida, no estancamiento. Es movimiento, no detención. Integrar es transmutar, no solidificar.

La integración de las fuerzas cósmicas con las fuerzas de la Tierra da origen a la vida en nuestro planeta.

La integración de la esencia femenina y la masculina da origen al ser humano y a todas las especies.

La integración de la consciencia luminosa y la sombra inconsciente da origen al individuo pleno, liberado, capaz de desarrollar completamente lo que está en su naturaleza ser.

Dice Confucio en su Gran Tratado de las Diez Alas en el Libro de las Mutaciones: "La unión de las energías Yin y Yang del Cielo y la Tierra provoca la creación de todos los seres. El intercambio de esencias entre el hombre y la mujer engendra a todas las criaturas".

Dice el médico Zhangzai: " Cada nacimiento es una condensación del Qi. Cada muerte una dispersión del Qi. Cuando el Qi se dispersa, hace el Gran Vacío. Cuando se condensa es el origen de todos los seres."

Adán, Eva y el lazo de la luz serpentina de Lucifer.

Pacha y Viracocha. Luz y oscuridad hacen la forma. Sol y Luna conforman las jornadas.
Entre tu y yo el Ayni, lo recíproco que produce la armonía social.

Yanantin.
Yang y Yin.

Del Dos surgen la separación y la muerte.
Del Uno surgen la vida y el movimiento.
Del Dos hacer Uno. Y volver a nacer.

Jbv

Apuntes de sachasofía: El lamento del Crespín




Hace tres días que oímos un lamento incesante, como de hamaca vieja que chirría.

Lo recordé, vino a mi presente desde el acerbo folklórico de nuestra identidad y de la memoria de don Francisco Kelo Palacio, compañero de trabajo de mi primera juventud.

En las eternas horas de oficina yo viajaba al interior profundo del país desde esa mazmorra de formularios y expedientes en Tacuarí y Venezuela, cabalgando en los cuentos de este catamarqueño que había llegado a Buenos Aires desde su absoluta pobreza e ilusión campesinas en los años sesenta.

Él se rascaba la nostalgia relatándome sus leyendas y andanzas en los cerros y montes de Belén.

Por su sangre navegaban 300 años de América mestiza, que le dieron una primaria incompleta, y una biblioteca llena de leyendas y misticismo ancestral en el alma.

Recordé el canto del crespín y la imitación perfecta que Kelo hacía de ese lamento interminable. Esa ave mística que viene a recordarnos la dualidad de esta existencia, en la que vida y muerte, luz y sombra, alegría y pena, bien y mal, amor y odio, trabajo y disfrute danzan y se ínter transforman mutuamente.

El crespín llora su tragedia de no haber podido integrar la dualidad en una unidad sanadora. Se duele y lamenta el no haber sabido reconectarse con ambas caras de la existencia y formar una vida integral.

Hace tres días que entre nuestro monte llora el crespín. ¿Qué oculto mensaje nos trae este misterioso visitante? ¿Qué más falta integrar?

Del Dos hacer Uno. Eso nos llora el crespín para que no sea tarde, como lo fue para él.

Jbv.

jueves, 23 de abril de 2020

No estoy ahí



Yo no estoy ahí. En la imagen que de mí le trae la memoria ni en la carga de mi historia.

No soy un nombre, soy la voz que lo pronuncia y se pierde como un eco entre montañas hasta la última extinción.

Voy en el agua que corre,
En el vuelo del Mainumby,
en el viento que sacude los sauces
o en el canto del crespín.

No puede atraparme.
Soy la propia corriente
Y la frustración del que busca pruebas.
En un balde no puede señalarme,
Fui la corriente del arroyo, y que ya no está.
Se ha esfumado.
Y yo no estoy ahí.

Voy río abajo por el valle.
Corro nutrido de vertientes que bajan de las altas y puras montañas. Y ahí voy, agua serpenteante hasta la lejana disolución en el mar.

¡Cómo le desconcierta que las jaulas en las que intenta atraparme no puedan contenerme!

Soy la luna reflejada en la laguna de la cual Li Po se enamoró,
soy la sombra en la caverna
De aquel griego preguntón.
El indescifrable volar del murciélago.
Y yo no estoy ahí.

Partículas subatómicas,
ora aquí, ora allá.
Su juicio me multiplica
Y busca detener el tiempo.

Y soy la voz de la piedra,
Y el polvo en el aire,
el canto que jamás lanzó el biguá.
No estoy ahí.

No puede odiarme,
No puede amarme
O retenerme en etiquetas.
No voy por ahí.

Si se ata a lo que fui ayer,
ya me ha perdido.

Como el barro que viene en el río,
las gotas que escupe el ceibal.
Vuelo y grito con las pavas de monte
y nado con el bagre de mar.

Soy el camino, no el caminante.
No me hallo en ninguna parte.
No hay huellas, soy tránsito,
como una música oída al pasar.
Cuando quiere escucharla, ya se ha ido... se va.

Nada soy,
y la nada es lo único eterno.
Soy un anhelo de olvido.
La única inmortalidad:
no ser retenido por el recuerdo de nadie,
y volar hacia el abismo del anonimato.
Pues todo lo que es, todo lo que permanece en alguna parte,
al fin se irá disolviendo.

El juicio, la imagen, el recuerdo, dura lo que un caballo al galope visto a través del ojo de una cerradura.

Y no se equivoque, pues no estoy ahí.

Jbv
Foto: El Siambón, provincia de Tucumán.

martes, 14 de abril de 2020

La pesca milagrosa





Un pasaje del evangelio de Lucas (Lc 5-1) siempre me ha llamado mucho la atención ya que ilustra a la perfección la tarea de un verdadero terapeuta.

Jesús, quien según muchos indicios habría sido parte, o tenido profunda relación con la hermandad de los Esenios en su juventud, llamados también "Zerapeuthes" (médicos, curadores), sabía perfectamente que la tarea de un buen sanador es la de guiar a las personas hacia su propio poder interior. Señalar el camino, desplegar las propias fuerzas curativas que yacen en los profundos mares dentro de cada uno.

Cuando la persona cree que ya ha agotado todos los recursos y vuelve a la orilla derrotado, el buen zerapeuthe es aquel que sigue confiando en la esencia humana de sanar, y es capaz de ver siempre algún resquicio por donde aún penetra un poco de luz.

Cuenta el pasaje de Lucas la desazón de Simón ya dándose por vencido en la orilla tras haber buscado infructuosamente en lo más oscuro de su alma la sanación: "Maestro, hemos estado trabajando TODA LA NOCHE y no hemos pescado nada."

El galileo, como todo gran curador, sabe sacar peces de mares aparentemente muertos. Y tiene claro que sólo podemos transformarnos y sanar luego de haber entrado hasta lo más profundo de nuestro espíritu. Él le dice: "Deja de temer y rema MAR ADENTRO, y echa las redes, aún no has buscado allí".

Y Simón, entregado, confiando en su terapeuta y maestro, hace, y logra la pesca milagrosa.

El evangelio de Juan agrega otro dato sobre este hecho. Relata que Jesús dice "Echad la red al lado DERECHO de la barca". El lado derecho es Yin, lo oscuro, profundo, lo interior, lo insondable. Allí es donde hay que pescar.

Esa es la tarea del auténtico sanador. Señalar los lugares por donde aún la persona no ha buscado y alentarla a hacerlo.

La acupuntura y las plantas medicinales movilizan esas reservas de energía que la persona desconocía que llevaba adentro. Acompañan en el ingreso a esos mares profundos de los que debe brotar la sanación física, espiritual, psíquica.

Esa es la pesca milagrosa que asombra y transforma hasta los cimientos a aquellos que en las orillas, ya se daban por vencidos.

Jbv

jueves, 9 de abril de 2020

Wu Wei. Quítese del medio, no entorpezca.



Entiendo el Wu Wei como una profunda e íntima confianza en el poder de Lo Creativo, la seguridad en que el orden dispuesto por el Tao, Dios, Viracocha o como se quiera llamar a eso que está ahí detrás, es perfecto y que no requiere en absoluto de nuestra intervención torpe, a contra mano, ni precisa de ser hostigado con rezos, pedidos infantiles, promesas o negociaciones extorsivas.

Comprender que de actuar, nuestro hacer debe provenir de una honda contemplación y comunión con la tierra y el flujo que la anima. Nuestra acción ha de encajar a la perfección, natural y espontáneamente en la corriente del proceso Creativo.

Una acción tan fluida y en sintonía que se vuelve invisible porque no desentona, no entorpece, no brilla ni se destaca. Tanto que parece un no hacer nada en absoluto. Sin embargo, nada queda sin hacerse.

Nadie busca el wu wei pues nos hace opacos, ignotos, insípidos, vulgares, sin interés para los demás, desapercibidos. No hay fama ni renombre.

Wu wei es totalmente práctico y pragmático. Es aplicar esta absoluta confianza en el Camino Creativo desde una disposición Receptiva, como Kun se entrega a Chien, como Pachamama se abre para que el poder  oculto en la semilla crezca, se desarrolle y sea plenamente lo que está en su naturaleza ser.

No tiene nada que ver con un apático y egoísta desinterés. Todo lo contrario: no-hacer exige un profundo y perseverante trabajo interior de atención del momento preciso y adecuado, del sentido de oportunidad, de contemplación, serenidad, reflexión y suspensión del "como a mí me gustaría que fuesen las cosas".

Jbv

martes, 7 de abril de 2020

Apuntes de sachasofía: "Los tres tesoros"



Siempre me atrajo la personalidad del flaco Arce. Era activo, productivo, cariñoso y abierto, de una humildad llamativa.

Hablábamos mientras íbamos caminando por el ripio para el lado del Nogalito, adonde él tiene su cerco.

Me animé a deslizarle un poco de mi admiración por sus maneras, y me dijo en tono de paternal enseñanza:
"Hay tres cosas que me ocupan la mente pa' no tropezarme:

El amor. Ame lo que hace, ame a las personas, los animales, las plantas, el lugar donde vive y trabaja. Nútrase de todo eso, bien.

Sea sobrio, sea humilde, haga sus cositas y no ande presumiendo.

Y último, no quiera pasar por encima de nadien.

Así vivo tranquilo y tengo lo que preciso. Y me dejan tranquilo a mí. Duermo bien, estoy churo y en paz."

Me quedé paralizado. No se si Arce lo habrá notado. Traté de disimular mi sorpresa y seguimos conversando sobre la verdura del cerco, la rúcula, la falta de agua y las malditas corzuelas que rompen el alambrado y se comen los brotes.

Un par de horas después llegué a la casa luego de caminar por las senditas de El Siambón. Corrí a abalanzarme sobre alguna de mis tantas traducciones del Tao Te Ching. Busqué incrédulo el capítulo 67:

"Yo mismo tengo tres tesoros:
Los sujeto con fuerza y los protejo como protegería a un niño que llevara a cuestas.
La primera, digo es el amor nutriente.
La segunda, digo, es la modestia.
La tercera, digo, es no anteponerme en el mundo."

Cerré el libro, pensativo, mientras del monte de eucaliptos del cerro del otro lado del río pasaba haciendo escándalo una bandada de catas. Recordé las palabras del maestro Deng Ming Dao:

"El taoísmo no vive sólo en las brumosas montañas de China, en boca de un anciano de largas y blancas barbas. Vive en cada persona que pertenezca a cualquier cultura pura y auténtica en cualquier parte del mundo".

Jbv
Foto: Senditas de El Siambón

domingo, 5 de abril de 2020

Llamado de lo salvaje



Nos es urgente el encuentro del humanimal perdido.
El abrazo a esa sombra arcaica y ancestral que esta incivilización ha desterrado a la oscuridad.

Los sueños avanzan.
El lobo acecha.
Las cuevas nos llaman.

Las luces de esta cultura han enceguecido al hombre, impidiéndole ver el camino que lo ha conducido al abismo.

Volver.
Desandar.
Hasta el pie del árbol del que hemos bajado ese día soleado para vivir el largo mediodía paleolítico.

Encender las hogueras.
Pintar la cacería sobre la roca.
Correr, rugir, amar, defender, compartir la carne y la sangre.
Abrazar al humanimal perdido, rogarle el perdón.

Oír, reír ante el estruendo de la destrucción de la vida urbanoide.

De la tierra latiendo,
De las llamas ardiendo,
Del bosque gritando.

Las flechas listas,
La piedra afilada.
El músculo tenso.

Los sueños avanzan,
La cueva y los ecos.

Responder el llamado de lo salvaje. Es vida o muerte.

Jbv
Arte: Chris Hagan.

viernes, 3 de abril de 2020

Solitario



"Soy por naturaleza un solitario.
Me ocupan y desvelan cosas y pensamientos que a nadie parecen importarle.

Me adentro en senderos que pocos quieren recorrer. Callo solemne ante el árbol, el río, el ave o la mañana, para oír qué tienen que decirme. Tiemblo ante los  sueños y las voces antiguas que en ellos cabalgan hasta mí.

Entre los hombres y su incesante barullo, todos esos elementales se apartan silenciosos y dejan de comunicarme sus misterios.

Por eso me abrazo a la soledad. Para poder realizar mi tarea de manera cabal.

Mis palabras nacen nebulosas, inciertas, como un eco lejano que se adivina entre susurros de monte y vericuetos de arroyo.

Luego toman de a poco su forma, variados símbolos elijen nacer a través de mi. Y se vuelven al fin texto, verso, copla, oración. Todo es dictado por esos númenes celosos.

Soy su servidor, a ellos me debo. Cada letra, cada sílaba pronunciada carga con el Newén de la tierra que me ha hablado generosa, allí en los rincones de la soledad."

Jbv