viernes, 25 de septiembre de 2020

La escalera



 

"De tres transformaciones les hablo yo", decía Zaratustra. Y habló del camello, del león y el niño. 


Aquí los antiguos nos hablaron de Amaru, uturunku y kúntur para ilustrar la transformación del espíritu.


El Cóndor del alma puede volar más alto que cualquier ser vivo porque previamente fue el más fuerte y feroz jaguar. Dueño de la furia necesaria para ser capaz de liberar a ese oscuro humanito que era.


Para darle la fuerza de romper y atravesar las rejas de todos sus calabozos de miedos, prejuicios, atrevidísima ignorancia, permanente opinión sobre todo, apegos a la seguridad, y de esa mente ruidosa llena de palabras e inquietud por el futuro.


¿Qué mundo estamos predicando cambiar si no hemos transitado todavía estas tres transformaciones?


Como Amaru la serpiente, arrastramos nuestras vidas de aquí para allá, perdidos en una densa niebla de incertidumbre, miedo e insatisfacción. 


Sólo la fuerza y la bravura de un jaguar, de un puma, del feroz Uturunku es capaz de de lograr el sacudón que nuestras vidas necesitan para rebelarse a ese destino y ascender sin miedo por la escala de una conciencia mayor. Fuerza y Visión de lo oscuro, del lado nocturno, rebelión, paciencia y acecho nos van volviendo cada vez más libres si es que somos implacables con nosotros mismos. 


Pero hace falta el paso liberador. El desterrar de nosotros cualquier furia que enceguezca, tirar al fuego todo punto de vista terrestre y montaraz limitado, por más poderoso que éste pudiera ser. 


Y dar paso al nacimiento de las alas del espíritu, ascender a la cumbre y volar como el Kúntur Señor del Cielo y las cumbres, al que nada de la realidad se le escapa, el dueño de la Visión total desde las alturas. Inocencia sin rastros de odio, resentimiento, juicios, parcialidad. Cóndor-niño.  Su ascenso libre es el techo y mirador de la Tierra. Ojos de faro, alma de cosmos. 


Jbv


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