El maestro taoísta Deng Ming Dao,
dijo: “El verdadero taoísmo no tiene porque provenir solamente de las brumosas montañas
de china, o ser enseñado solo por viejos y misteriosos ancianos de larga barba blanca. El
verdadero taoísmo vive en cada cultura nativa de cualquier parte del mundo”.
Así, el maestro da la clave. El taoísmo
debe servir para mirar lo real, lo esencial, lo propio, enfocar la linterna para
adentro, lo real despojado de extravagancias ajenas. Si el taoísmo nos aleja de
nuestra propia identidad y de nuestro camino natural, es artificio, adorno
intelectual y espiritual.
El gaucho que se orienta una noche en
la infinita pampa guiado por las estrellas, el indio que conoce a la perfección
cada planta y cada bicho de su tierra, no hacen más que fluir con el tao, con
su esencia, con lo que en verdad son. El pescador orillero y de las islas que
conoce el río como a sí mismo, y corre con él, es taoísta.
Podemos hacer uso de técnicas ajenas
ancestrales, que nacieron de otros pueblos y culturas, pero no para escapar de
nosotros, sino porque son útiles, y nos ayudan a hondar mas en lo nuestro, a
encontrarnos cada vez más con nuestro verdadero camino.
El taoísmo debe servir para ser cada
vez más nosotros mismos, eso es Tao. Lo que nos aleja, no es Tao.
La autenticidad sin artificios es taoísta.
El cambiarse el nombre, el andar con exóticas ropas (que son naturales en su
lugar de origen, no aquí), largas barbas y peinados y cortes pintorescos no nos
hace ni más espirituales ni más seguidores del camino del Tao, nos hace solo
eso, gente que se cambia el nombre, se viste y se peina de extraños modos, que
no pasa inadvertido, que llama la atención, es decir, todo lo opuesto al
silencioso fluir invisible del Tao.
El taoísmo es un lejano y valioso
espejo que nos debe reflejar a nosotros mismos, tal cual somos, sin artificios,
no un cuadro en el que miramos algo ideal que no somos.
En nuestra propia cultura argentina y
latinoamericana, en cada pueblo auténtico, existe una conexión profunda con su
entorno y su orden natural, eso es taoísmo.
El tao no solo puede ser enseñado por
viejos chinos en lejanas montañas. Un islero, un gaucho, un indio en su medio,
en su silencio y su hacer, son maestros del Tao.
Cada vez que te acercas a tu esencia
verdadera, cada accesorio, artificio y extravagancia que tiras por la borda, te
acerca más al Tao.
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