jueves, 10 de diciembre de 2020

Apuntes de sachasofía: "Entre el templo y el bodegón".

 




Fue lo que me dijo el sachaprofeta Arcángel Rosales una tarde en el espinudo monte seco de Tapia. Ya he hablado de él alguna vez y de su afinidad de abrir consciencias a martillazos.


Comíamos carne criolla traída por los Chavarría del fondo y hablábamos de lo sacro y lo profano, y tras echarle un chorro de soda  al vino áspero que tomábamos empezó un discurso que más o menos así recuerdo:


"¡Olvídese de la santidad!, tírela a la basura como meta. Abandone la idea de la herejía también y del pecado. Todo eso es pura mierda.


El punto es actuar sin inercias, desde el vacío total, espontáneamente, volviendo siempre al punto cero de su centro vital, y guiarse por la pura intuición ante lo que la vida propone.


Limpie el canal. Desde un estado de consciencia acrecentada olvidamos cualquier dogma, cualquier "debería" y vivimos desde lo que los taoístas  antiguos llamaban "Te". El Te es nuestra virtud individual, nuestro poder personalísimo, lo que está en nuestra íntima naturaleza ser cuando vamos inmersos en el sentido de esa gran corriente que es Tao.


La vida del hombre íntegro transcurre entre el templo y el bodegón. Viviendo lo que Tao propone. Sin inercias, sin condescendencias siempre desde el punto cero al que siempre vuelve para recuperar y vivir desde la plena atención y comprensión.


Vive lo sagrado y lo profano sin sentido de identificación con una u otra categoría, rompiendo así la dualidad.


Busque sólo vivir en "amor".  ¿Y qué es vivir en amor? Es ese estado de consciencia y vibracional tan elevado que destruye el dualismo. Ya no hay dos sino uno. Eso es vivir en amor, es un desborde en un sentido que se entrega y es un abismo en un sentido que recibe y contiene. No se puede explicar con palabras. Debe tener la potente experiencia vital de este amor para poder comprender.


Amor no es ese estúpido estado ñoño y namasteroso que abunda hoy en día.


Es la potencia desbordante, dionisíaca, y otras veces serena, femenina, receptiva que nace de vivir sin dogma, sin inercia de ningún tipo sino desde el  punto cero, la permanente vuelta al Tao para que su propio Te se despliegue en su máximo potencial. Tao es al Te lo que la tierra, la humedad y la luz adecuadas son para que una determinada semilla ofrezca el árbol y el fruto que lleva adentro. 


Por eso déjese de tonterías con lo sagrado y lo profano. El templo y el bodegón son el mismo sitio, y el santo y el borracho son el mismo espíritu. No hay dualidad si se limpia, acrecienta su consciencia y despliega su Te. Del dos se hace uno."


Estaba muy taoísta Rosales esa tarde, y  finalizó su discurso: "El movimiento del Tao es reversivo, siempre vuelve sobre sí mismo y desde allí actúa siempre. 


Así está internamente el espíritu del ser que ha integrado su mil partes y del dos ha hecho uno: sentado quieto sin hacer nada. Y entonces se transforma todo y la vida fluye desde lo que los chinos llaman Tzu Jan, la espontaneidad, naturalidad, autenticidad de quien ya no está ahí sino que es  como un arroyo fresco y limpio que corre, como un espejo sin suciedad que refleja todo, que es como un conducto de toda esa fuerza que lo atraviesa." 


Jbv


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