miércoles, 20 de diciembre de 2017

Ser no ser



Utilice el no ser para responder al ser.
Utilice el vacío para recibir la plenitud y el exceso.
Lo blando y flexible domina a lo duro y fuerte.
Sea agua, amigo mío. El agua vence cediendo.

No hay nada que el vacío no pueda tomar en su interior, nada que la calma no pueda sustentar.

El que toma este Camino como su guía, cuando aparece un obstáculo, oposición o resistencia, permanece vacío y abierto, claro y tranquilo, etéreo, misterioso, silencioso como un profundo abismo, y entonces desaparece.

El silencio, hacerse agua es la llave que abre la puerta al mundo del no ser, y a la huella del Camino sin forma al que todo lo que Es se somete. 

Los demonios




Ojo con la ira: enferma el hígado.
Ojo con la angustia y la pena: enferman los pulmones.
Ojo con la preocupación: enferma el Bazo.
Ojo con la excesiva ansiedad de la alegría: enferma el corazón.
Ojo con el miedo: enferma los riñones.

La realidad en el mundo fluctúa y muta de una cosa en otra. Si usted se aferra a agrados o desagrados, alguno de los "demonios" (emociones) tomará el poder y los disturbios que produce esto en el Qi (fuerza vital, energía) hace que las cien enfermedades sobrevengan.

No hay que ser un frío robot sin Emociones. Hay que ser un fiero domador de demonios.


miércoles, 13 de diciembre de 2017

Tao Te Ching Cap. 15



"Los hombres que practicaban el Camino
Con eficacia en el pasado
Eran insondables e indescriptibles;
Uno no se hacía idea de su profundidad, pues aparecían ordinarios e imperceptibles.
Su ser era natural y fluía de manera espontánea con su entorno.
Titubeantes como quien cruza un río en invierno,
Vacilantes como temiendo estar rodeados de demonios armados de garrotes,
Respetuosos como quien esta de visita,
Flexibles como hielo a punto de fundirse,
Modestos como la madera en bruto,
Visibles como un valle.
Mezclados y revueltos como el agua turbia.
Quienes son capaces de aclararse a sí mismos en sereno reposo y calma de montaña?
Quien es capaz de generar movimiento en los perezosos a base de ser activo?
Los que cuidan el Camino como si fuera un niño que llevarán a cuestas.
No esperes ser llenado hasta rebosar. Date cuenta cuando es suficiente. Ellos, precisamente porque no se llenan, cuando están gastados como ropa vieja vuelven a renovarse. "

Tao Te Ching cap. 16



"Dirígete con constancia al vacío absoluto.
Conserva la tranquilidad con cuidado,
Como un caballo que marcha al paso.
Todas las criaturas cobran su ser, una tras otra,
Pero con esto, yo percibo su retorno.

Escucha: los diez mil seres tienen variedades incontables,
Pero cada una vuelve siempre a su raíz.
Volver a su raíz se llama tranquilidad,
Y esto se llama volver a su curso natural.
Volver a su curso natural se llama lo invariable;
Entender lo que nunca cambia detrás de las infinitas mutaciones
Es despedir luz y claridad a los cuatro rincones.
Si no comprendes lo invariable,
Estarás haciendo cosas a oscuras, y eso es nefasto.

Si ves lo invariable tendrás amplitud,
Tener amplitud es estar abierto a todo.
Estar abierto a todo es ser majestuoso;
Ser majestuoso es ser ancho como el cielo.
Ser ancho como el cielo es el Camino,
Y el camino trasciende el tiempo.

De este modo estarás libre de peligros
Hasta que tu cuerpo se hunda
Bajo el mar de la existencia."


Por la senda propia, camino hacia lo invisible.

Cuando se está conforme a la naturaleza de las cosas, estas cosas se olvidan. Cuando el hígado funciona según es su naturaleza hacerlo, uno no se acuerda de la existencia del hígado.

Cuando se respira profundamente, sin esfuerzo y dificultad, el hombre se olvida del aire y de su necesidad de él.

Los peces se mueven en el agua, los hombres por su sendero natural. Los que se mueven en el agua, se olvidan de ella, los que se acomodan a las mudanzas del camino, se olvidan del camino sin ocuparse de nada, y así su naturaleza se basta a sí misma.

El artesano que conoce su técnica a al perfección, ya no piensa en ella, y los pies andan uno atrás del otro sin esfuerzo cuando son fuertes y ágiles.

Se olvida el pájaro de la gravedad cuando vuela. Se olvida el hombre de todo cuando anda por su propio sendero que le es natural.

Todo aquello que se vive como una falta: deseos, ambiciones, búsqueda del “éxito”, se hace sentir permanentemente, su presencia es total y se fija como obsesión, invade todo nuestro ser.

Lo que está, pero no es acorde a nuestra naturaleza, sobra: adornos intelectuales, espirituales, artificios, poses, modas, actitudes, mandatos. Sobran, pesan, se hacen sentir como un universo en la espalda. Es esforzado, agota y dispersa la energía vital, nos entorpece y desvía del sendero que nos es propio y auténtico.

Los que es natural no se nota, no hace ruido, pasa inadvertido, silencioso, invisible.

Lo artificioso va con andar torpe, forzado, ruidoso, brillante, estridente.

Lo que fluye por el sendero se hace simple, fácil.

Lo otro se arrastra por el camino, agota, enferma, distrae. Se nota.

Palabras de Vasta Oscuridad al maestro Sun.



"Vagabundeando al azar no estoy seguro de lo que busco.
En mi intriga o locura, no se a donde voy.
Viajo en perplejidad, observando lo inesperado.

Todo aquello que desordene los caminos de la esencia fundamental, o vaya contra el método de la naturalidad no alcanza la integridad o la totalidad.

En tal caso, las manadas de animales se desorientarán y los pájaros dejarán de cantar.
El desastre llegará a los pastos y árboles, la calamidad afligirá a los reptiles e insectos, la gente vivirá en medio de ilusión y la incomodidad.
Y el orden del mundo de las diez mil cosas se tornará confuso. Una situación tal es muy seria.

El camino del Cielo muestra el Método. Sólo aprenda a leer los mensajes del mundo natural todo alrededor.

Las respuestas están en las nubes, en las cascadas, en las montañas, los desiertos y los bosques. Sólo retorne a la tranquilidad y a la quietud interna natural.

Cultive y nutra la genuinidad, sin predisposición alguna.

Ubíquese en la no obstrucción, y todas las cosas se resolverán por sí mismas.

Ocúpese del verdadero cuidado. Nutra su energía vital y forma corpórea, quite el egoísmo, atenúe su inteligencia, venza el hábito y la obsesión, mire más allá de todas las relaciones pero no descarte a la gente.

Únase a la integridad común ilimitada.
Relaje su mente,
Libere su espíritu,
Olvide el juicio.
Sea impasible y totalmente imparcial, sin perder el espíritu de las emociones.
Cuando todo eso es alcanzado, la miríada de cosas del mundo se vuelve como una, y cada una retorna a lo que le es propio.

Deje de dar nombre a las cosas, deje de competir.
Deje de juzgar. Abandone las agendas personales.
Permita las cosas.
Que cada uno encuentre su propia naturalidad."

(Antiguo texto taoísta)

Gobernar el cuerpo es como gobernar un imperio



Para la medicina China somos gobernantes de un gigantesco imperio. El Corazón (mente-espíritu) es el emperador, sus ministros son los órganos y vísceras, y la población la infinidad de células, individuos agrupados en sociedades, aldeas y poblados que conforman la totalidad del imperio. 

El gobierno del sabio taoísta consiste en brindar todas las condiciones para que esas células-pueblo puedan realizar la tarea que les es natural sin obstáculos (homeostasis). 

El buen gobierno taoísta no es percibido: "los más grandes gobernantes apenas si son conocidos. Luego vienen los que son conocidos y amados. Después los temidos, y finalmente los que son despreciados. Cuando los actos de gobierno se cumplen sin discursos, el pueblo siente que ha podido realizar las cosas por su propia cuenta." (Tao te Ching). 

Más que hacer, quitar obstáculos al camino de la naturaleza. Si somos malos emperadores, el medio se contamina, se llena de trabas e impedimentos, y los pobladores, en lugar de vivir una plácida existencia haciendo lo que saben hacer, deben dedicar toda su energía a defenderse, curarse, quitar obstáculos, y si no lo logran, se vuelven malignos, enfermos incurables.

"Cuando el Tao prevalece en el mundo, los caballos tiran del arado y estercolan los campos. Cuando el Tao está ausente, hasta en las barriadas se crían caballos para la guerra." (TTCh)

Así, en medio de las revueltas y la agitación, el emperador finalmente se convierte en un tirano que no deja de actuar aquí y allá, impone, legisla, extirpa, mata con venenos. Pero su caída es ya inevitable. 

La danza



Todo está en permanente cambio, movimiento y transformación. Ningún fenómeno permanece estático.
Por más que nuestra mente ordinaria así lo perciba, en silencio, en el sendero de lo invisible, todo está mutando y convirtiéndose en otra cosa.

La fuerza vital, el Qi (chi), sustancia de la que todo está hecho en diferentes grados de condensación, jamás está en quietud.

Todo ser o fenómeno que percibimos como algo acabado, definitivo, no es más que un momento, un recorte, una foto en un proceso de transformación que ocurre en el vacío, en donde haya espacio, y transcurre y sucede en el tiempo.

Todo, desde la célula más ínfima hasta las vastas galaxias danzan y se mueven al compás de la fuerza creadora y destructora del Tao.

El arte de la adaptación es el poder contemplar esa coreografía de mutaciones y acompañarlas.

Creación y destrucción. Vida y muerte. Denso y etéreo. Disperso y condensado. No detener la atención en alguna fase particular y parcial de la danza. Yin y yang bailan el canto cósmico.

Nuestra mente es la que hace valoraciones sobre lo bueno y malo de cada movimiento. La fuerza no se detiene jamás.

En uno está juzgar, quedarse a valorar la foto, atarse al mástil de la barca en el temporal, o sonreír en silencio y bailar.

El cielo ruge y su fuerza empuja los dones de la tierra para dar nacimiento.
El trueno como un dragón lanza el comienzo de la caída del agua sobre los diez mil seres sin distinción.
La quietud de la montaña es donde el viento descansa.
El fuego que todo lo arrasa le hace guiños al lago que calla en profunda serenidad.

Así la danza es perfecta, nada sobra, nada falta, y las mutaciones se suceden en el teatro cósmico de la creación y la destrucción.

La escalera



Como Amaru la serpiente, arrastramos nuestras vidas de aquí para allá, perdidos en una densa niebla de incertidumbre, miedo e insatisfacción.

Sólo la fuerza y la bravura de un jaguar, de un puma, del feroz Uturunku es capaz de de lograr el sacudón que nuestras vidas necesitan para rebelarse a ese destino y ascender sin miedo por la escala de una conciencia mayor. Fuerza y Visión de lo oscuro, del lado nocturno, rebelión, paciencia y acecho nos van volviendo cada vez más libres si es que somos implacables con nosotros mismos.

Pero hace falta el paso liberador. El desterrar de nosotros cualquier furia que enceguezca, tirar al fuego todo punto de vista terrestre y montaraz limitado, por más poderoso que éste pudiera ser.

Y dar paso al nacimiento de las alas del espíritu, ascender a la cumbre y volar como el Kúntur señor del cielo, al que nada de la realidad se le escapa, el dueño de la Visión total desde las alturas. Inocencia sin rastros de odio, resentimiento, juicios, parcialidad. Cóndor-niño. Su ascenso libre es el techo y mirador de la Tierra. Ojos de faro, alma de cosmos. 



Re-ligar



Religión es re-ligar, volver a unir, reunir.

La religión de re ligarse con la esencia auténtica propia, con el animal perdido, el regreso al vientre de la pachamama. 

Regresar al ser verdadero, que se encuentra tapado de capas y capas de educación, cultura, dogmas, juicios, prejuicio y demás porquería pesada como lastre.

Un rezo de coplas, un canto de viento en el rincón sagrado que estén pisando sus pies.

Una re-ligión que quita cáscaras, que alienta a barrer la mugre que tapa nuestro brillo esencial.

Los ritos son todos los actos de la vida cotidiana vividos con sacralidad: el oficio que hacemos, la caricia al hijo, comer de manera presente, mirar a los ojos a ese otro. Tender la mano. Sin más ley que la gauchada grabada en la tabla del corazón.

Sin más sacerdote ni cura que el pájaro, la liebre, el gato montés o el ñandú.

Los templos son arroyos, el cerro, ese monte y la llanura que es una catedral de silencio, infinidad y oración pagana en el pecho de aquel que anda por los caminos.

Jbv.

Foto: Juli Beccar Varela, foto más votada en el concurso "Madariaga pago gaucho".

viernes, 8 de diciembre de 2017

El yin y el yang son implacables. Nada tienen de magia o abstracción.



Esta realidad se aplica a todos los fenómenos del universo. Desde las galaxias hasta las partículas subatómicas responden a esta ley, a esta dualidad implacable que muestra que todo está intrínsecamente relacionado como una gigantesca red cósmica (awásqa).

El universo es integral. El hombre moderno no lo es. Es fragmentado y ve a la realidad en compartimientos estancos o casilleros separados en columnas que no se unen.

A no incide para nada en B, y cualquier modificación que sufra B pasará inadvertida para C. Así actuamos y vamos por la vida.

El trabajo que hacemos no tiene nada que ver con la espiritualidad, lo que comemos en nada esta relacionado con la salud, la manera en que tratamos a nuestra pareja es independiente de nuestra ideología política.

Podemos extraer recursos naturales ilimitadamente o modificar la geografía y los ecosistemas sin que existan consecuencias ambientales, o pensar que nuestro consumo para nada estimula la explotación de personas, plantas o animales.

Se puede tener una vida consumista, productivista y a toda velocidad, que a la vez sea "sustentable", "eco", "verde", "humanista".

Nada está relacionado entre sí. Las premisas A + B no siguen lógicamente a la conclusión C. Así funciona el mundo hoy, y por eso nos "sorprenden" el cambio climático, la "violenta inseguridad" en los mega conurbanos hacinados de marginación y exclusión, la infelicidad crónica, los problemas gastrointestinales y las crisis económicas.

Con los ojos bien abiertos, como vaca que ve pasar el tren, no podemos entender de donde NOS aparecen estas calamidades. Nuestro pensamiento supuestamente racional encuentra su límite y nos consolamos con "castigos divinos", "la mala suerte", "la humedad", "la crisis", todas entidades mágicas y sobrenaturales que nos azotan.

Esta civilización que se jacta de ser racional y científica, en realidad está sostenida por el más infantil, caprichoso y estúpido pensamiento mágico: el de creer que lo que hagamos en pos de nuestros berretines no tendrá consecuencias, que un sistema basado en el crecimiento y consumo infinitos apoyado en un planeta de recursos finitos limitados no provocará un colapso mundial, que puede haber grandes riquezas sin que haya enormes masas de pobres y miserables; o que tener cada vez más imbéciles deseos y necesidades inventadas nos llevará al reino de la satisfacción y la felicidad.

La ley más madura, científica e implacable es la que entrevieron los viejos taoístas e indios americanos: la del yin-yang o el Yanantin. Todo está indefectiblemente relacionado, cada cosa que hacemos o dejamos de hacer trae en su interior a su contraparte. No puede ser una aspiración realista eliminar alguno de los dos polos: todo "bueno" sin nada "malo".

Lo más serio y adulto que podemos hacer es ser conscientes de esta regla de hierro y buscar modificar nuestra vida hacia la integración de todos sus aspectos, saberlos unificados y procurar el balance y el equilibrio dinámico. 

Ha llegado el fin de los "100 años de silencio"




Desde hace unos años ha comenzado a darse en el seno de muchos grupos indígenas un movimiento sutil, un leve giro que tiene por eje la cosmovisión originaria, quizá la expresión más acabada de su particular manera de estar en el mundo y la vida. Están empezando a mostrar a los demás ese "tesoro" que durante tantos años permaneció oculto y protegido.

Es un movimiento todavía tenue, que coincide además con la necesidad de muchos occidentales de buscar nuevos caminos para afrontar la actual crisis que se manifiesta en todos los órdenes de la vida contemporánea.

Algunos ancianos mapuches dicen que han finalizado los "cien años de silencio" que se impusieron después de la derrota sufrida por el estado nacional en el siglo XIX. Y más al norte, en las culturas de los Andes, los quechuas hablan del nuevo "Pachakutej", ese "Darse vuelta la tierra" que se produce cada ciertos ciclos del tiempo, trayendo aparejados cambios profundos, que esta vez, según parece, es para todos y no sólo para los originarios.

Se está construyendo así un puente, una zona de encuentro, en la cual los indígenas tienen mucho para decir y ofrecer. Especialmente en lo referido a la recuperación de una visión totalizadora, asentada en valores básicos como la relación armónica con la naturaleza, el cuidado de todos los seres vivos, el respeto por los ancianos y los niños, el sentirse parte de la tierra y del universo, el sentido comunitario de la vida.

Es que una buena parte de indígenas y occidentales están transitando un verdadero cambio de conciencia, como si prepararan el terreno hacia un futuro distinto, hacia una nueva visión del mundo que integre todas aquellas perspectivas que coadyuven en la construcción de una sociedad que sea una síntesis superadora. Para hacer carne la idea de los "Chaka runa", esos "hombres y mujeres-puente" que tenían la responsabilidad de reunir e integrar y de los que hablaban los incas.

Este novedoso proceso reafirma y recrea la identidad indígena en una sociedad argentina que marcha -como el resto del continente- hacia una nueva configuración, caracterizada por la diversidad y la presencia de un multiculturalismo donde la aceptación y valoración de las diferencias será una de las reglas fundamentales.

De los pueblos originarios, el momento parecería estar signado por el fin de los "cien años de silencio", esa pausa existencial de auto protección y preservación que se impusieron después de la conquista de los últimos "territorios indígenas libres" a manos del Estsdo argentino. Esto llevará así un proceso de flexibilización y diálogo hacia los otros sectores no indígenas de la sociedad que, en los últimos años, parece empezar a manifestarse con mayor intensidad.

La reparación de deudas históricas, incluyendo las que tiene el propio Estado argentino para con los pueblos indígenas, como la resolución del conflicto de las tierras y territorios que sigue apareciendo como la reivindicación primera e indiscutible, es una asignatura pendiente sobre las cuales no podrá pasar mucho más tiempo sin ser satisfechas por parte del conjunto de la sociedad.

Es que los indígenas de nuestro país están frente a un doble desafío: caminar decididamente con sus propios pies, sentirse definitivamente orgullosos de ser ellos mismos, hacer oír sus propias voces. Y, al mismo tiempo, asumir que ellos tienen un mensaje para todos los que habitan este suelo: la Madre Tierra está herida y en peligro. Como sostienen los paisanos guaraníes, la Tierra está cansada de vivir.

La noción del cansancio cósmico nos remite a la profunda relación de los pueblos con la naturaleza y el universo; una relación que entiende a la tierra como un ser vivo, que asume como un deber del hombre el tener que cuidarla, que lo liga espiritualmente con el suelo que habita, pues sabe que allí descansan los "antiguos", y que allí también se asientan los valores comunitarios.

Una relación con la naturaleza y el universo donde se respetan las otras formas de vida, como los animales y las plantas, de los cuales el hombre tiene todavía mucho que aprender. En el caso de los animales, los indígenas disponen -como indica la ley de los antepasados- sólo de aquellos que son indispensables para la subsistencia, haciendo del principio de no matar de más un mandato sagrado. En cuanto a las plantas, ellos conocen desde hace miles de años la inmensa sabiduría que encierran.

La Tierra es el hogar y su cansancio vital puede llevar a un punto de no retorno para todos los seres humanos. Los pueblos originarios, por esa relación particular con ella, son uno de los principales interesados en advertir esta situación. Y al ser los que mejor la entienden, son los que tienen una capacidad especial para cuidarla.

Hoy muchas voces se alzan para decir que valorando y reivindicando a los grupos indígenas también estamos protegiendo millones de hectáreas de biodiversidad, y una manera de estar en el mundo que contribuye decididamente a una forma de vida más armónica.

El desafío que tenemos por delante se centra en la necesidad de caminar juntos por la ancha avenida de los nuevos tiempos por venir, signados por el respeto y la valorización de las identidades propias, pero con la novedad de intercambiar, dialogar, y celebrar el surgimiento de un mundo más espiritual, pacífico y esperanzador.

Carlos Martínez Sarasola, "De manera sagrada y en celebración". 2009.