viernes, 8 de diciembre de 2017

El yin y el yang son implacables. Nada tienen de magia o abstracción.



Esta realidad se aplica a todos los fenómenos del universo. Desde las galaxias hasta las partículas subatómicas responden a esta ley, a esta dualidad implacable que muestra que todo está intrínsecamente relacionado como una gigantesca red cósmica (awásqa).

El universo es integral. El hombre moderno no lo es. Es fragmentado y ve a la realidad en compartimientos estancos o casilleros separados en columnas que no se unen.

A no incide para nada en B, y cualquier modificación que sufra B pasará inadvertida para C. Así actuamos y vamos por la vida.

El trabajo que hacemos no tiene nada que ver con la espiritualidad, lo que comemos en nada esta relacionado con la salud, la manera en que tratamos a nuestra pareja es independiente de nuestra ideología política.

Podemos extraer recursos naturales ilimitadamente o modificar la geografía y los ecosistemas sin que existan consecuencias ambientales, o pensar que nuestro consumo para nada estimula la explotación de personas, plantas o animales.

Se puede tener una vida consumista, productivista y a toda velocidad, que a la vez sea "sustentable", "eco", "verde", "humanista".

Nada está relacionado entre sí. Las premisas A + B no siguen lógicamente a la conclusión C. Así funciona el mundo hoy, y por eso nos "sorprenden" el cambio climático, la "violenta inseguridad" en los mega conurbanos hacinados de marginación y exclusión, la infelicidad crónica, los problemas gastrointestinales y las crisis económicas.

Con los ojos bien abiertos, como vaca que ve pasar el tren, no podemos entender de donde NOS aparecen estas calamidades. Nuestro pensamiento supuestamente racional encuentra su límite y nos consolamos con "castigos divinos", "la mala suerte", "la humedad", "la crisis", todas entidades mágicas y sobrenaturales que nos azotan.

Esta civilización que se jacta de ser racional y científica, en realidad está sostenida por el más infantil, caprichoso y estúpido pensamiento mágico: el de creer que lo que hagamos en pos de nuestros berretines no tendrá consecuencias, que un sistema basado en el crecimiento y consumo infinitos apoyado en un planeta de recursos finitos limitados no provocará un colapso mundial, que puede haber grandes riquezas sin que haya enormes masas de pobres y miserables; o que tener cada vez más imbéciles deseos y necesidades inventadas nos llevará al reino de la satisfacción y la felicidad.

La ley más madura, científica e implacable es la que entrevieron los viejos taoístas e indios americanos: la del yin-yang o el Yanantin. Todo está indefectiblemente relacionado, cada cosa que hacemos o dejamos de hacer trae en su interior a su contraparte. No puede ser una aspiración realista eliminar alguno de los dos polos: todo "bueno" sin nada "malo".

Lo más serio y adulto que podemos hacer es ser conscientes de esta regla de hierro y buscar modificar nuestra vida hacia la integración de todos sus aspectos, saberlos unificados y procurar el balance y el equilibrio dinámico. 

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