lunes, 9 de diciembre de 2019

Pincén, la sombra



Pincén fue el lado oscuro, fue la sombra tenebrosa para esa sociedad blanca que se quería instaurar a sangre, fuego, servidumbre y bala de rémington.

Detrás de la frontera, ese tajo supurante abierto en la pampa, se agitaban los fantasmas de violencias y salvajismos sin par que en el momento menos pensado podían salir, cruzar, invadir.

Pincén no era un ajeno. Él se decía criollo, argentino. No era otro. Pero no era el ideal de ciudadano que se pretendía escribir en los manuales.

No era otro. Era nosotros. Su faceta más natural, pura y plena del vitalismo de la tierra. Hijo de esta llanura, guiado por su poderoso Newén.

Indomable, rebelde, independiente, cazador y domador del puma, desobediente, insobornable, espontáneo. Feroz con el fuerte y manso con el desvalido.

Fue protector del gaucho explotado y matrero, y refugio del milico desertor.

Formó su tribu juntando a todos los desheredados y necesitados del inmenso territorio libre de más allá de los fortines.

Fue voz de los olvidados, expulsados, perseguidos, explotados, humillados.

Pincén es una lanza clavada en el pecho de nuestra historia falsamente blanca. Pincén es una llaga en lo que pudo ser una sociedad integradora, diversa, plural, abierta, y no fue. No quisieron que fuera.

Pincén fue el nagüel, el tigre feroz que ruge en nuestra conciencia. Fue la fuerza de la naturaleza abierta y latiente de la pampa infinta.

Fue el poder y la guía espiritual de un pueblo que no dudó jamás que se podía vivir salvando las diferencias.

La zanja, esa vergüenza, esa grieta doliente la abrió el huinca.

Pincén fue faro de libertad detrás de la frontera.

Fue dignidad
Soledad
Coraje
Sabiduría, magia, fuerza del espíritu por sobre la carne. Esperanza truncada.

Fue un grito, una pesadilla del inconsciente de esa neurótica nación que quería ser Europa y era América india, mestiza, gaucha, negra. Natural, campesina, rural.

Así vivió Pincén, ese alarido de la pampa. De misterioso origen, de incierto final.

No quedan rastros de su destino inexorable hacia el silencio.

Pincén vive y late como un kultrún en el corazón de los pueblos del llano y las lagunas, para ser integrado de una vez por todas en nuestra desorientada psiquis nacional, donde existen sectores aún incapaces de comprender porqué las sombras rechazadas siguen surgiendo una y otra vez del hondo jagüel que es nuestro inconsciente colectivo.

Jbv

Imagen: cacique Pincén, Ilustración de mi querido hermano Jerónimo del Carril.

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