domingo, 5 de enero de 2020
Zaratustra y el Tao
Nietzsche tiene notables similitudes con el taoísmo. Su locura por la naturaleza, por la eliminación de todo artificio y la búsqueda permanente de lo esencial, desenredandolo de lo que es accesorio.
La insistencia en la relatividad de los valores, y el saber que jamás existe una cosa sin su opuesto complementario y que lo más sabio es poder vivir "más allá del bien y del mal".
Pero es aún muy "alemán". Nietzsche tuvo que escribir en una atmósfera asfixiante de moralismo protestante, de fines del siglo XIX. Se vio obligado a romper violentamente muchos corsets sociales y morales. Por eso su tono y su estilo son violentos, filosos. Filosofa a martillazos para demoler ídolos de piedra.
En los clásicos taoístas todo es apacible, suave, silencioso. Si bien el confusionismo rígido y ritualista predominaba en las altas esferas, los taoístas no fueron perseguidos y no tuvieron que enfrentarse contra un dios que todo lo aplastaba y ahogaba.
Nietzsche sí, y lo tuvo que hacer matándolo primero a ese dios, y luego sacudiendo todos los valores que ese monstruo había creado.
El Zaratustra del filósofo alemán y Chuang Tsé son almas gemelas separadas por dos milenios. Con diferentes personalidades atacaron a los mismos demonios. Ambos comparten el amor por la sabiduría, el odio a toda autoridad que no emane de la propia esencia natural, el rechazo del confort en todo orden como debilitante del animal humano. Y el humor, el humor taoísta y el el de Nietzsche son bálsamos y aguas frescas, en las que juntos se abrazan para ahogar a todo lo solemne y al fatídico "espíritu de la pesadez".
Jbv
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