miércoles, 29 de enero de 2020

La tempestad calmada





¿Para qué será que nos sirven las prácticas como las innumerables técnicas de meditación, el Qi Gong, el yoga, la sedente contemplación, el zazen, la oración hesicasta y demás caminos de desarrollo espiritual?

Pues definitivamente no para vivir en una nube de pedo cósmica, alejada de la existencia humana. Sino que se trata de diversas y exigentes vías de entrenamiento para precisamente poder estar en el mundo humano, sin ser arrasados por él. "Estén en el mundo, pero no sean del mundo".

Este entrenamiento es el que permite "atravesar los lagos", los vaivenes de la vida en plena consciencia y ecuanimidad, silencio y serenidad.

El evangelio de Lucas (8-22-25) narra un hecho curioso y desconcertante, que desde la literalidad solo puede producir confusión y asombro: se trata de La Tempestad Calmada.

Sin embargo, desde un punto de vista esotérico y místico podemos ahondar en él y pasar de ser meros espectadores de un superhombre que realiza prodigios a convertirnos en protagonistas de nuestra propia transformación a través de la práctica de la enseñanza. Aquí el relato:

"Un día subió Jesús con sus discípulos a una barca y les dijo: 'pasemos a la otra orilla del lago'. Y se hicieron a la mar. Mientras navegaban se durmió. Y cayó sobre el lago tal torbellino que la barca se inundaba y corrían peligro. Acercáronse los discípulos y lo despertaron diciendo: '¡Maestro! ¡Maestro!, ¡Que perecemos!'.

Pero él, levantándose, increpó al viento y a las olas, que cesaron y se hizo la calma. Entonces les dijo: '¿Dónde está su fe?' Llenos de temor y admirados, se decían: '¿Pero quién es éste que manda incluso a los vientos y al agua, y le obedecen?"

Podemos ver aquí el caso de dos claros grados de evolución de la consciencia: las personas ordinarias, que incluso pueden tener cierto nivel de prácticas, pero que sin internalizarlas zozobran ante los sacudones del mundo, aquellos que viven por lo general a merced de los vientos como hojas secas, que las cosas "les pasan", y su corazón es un pozo de constante temor y agitación.

Por otro lado, esos seres singulares, que han alcanzado un elevado estado de conciencia por medio de la práctica del silencio, la meditación y la contemplación, la oración (diálogo con lo divino). Personas que han adquirido la ecuanimidad, la hesiquia, la serenidad, la apatheia,  que han sido cacheteados por el relámpago del satori.

Aquellos que su interioridad es un mar de silencio y tranquilidad a pesar de los sacudones que la vida del mundo pueda infligirles. Tanto que parecen dormidos.

No es aquí Jesús un escapista del mundo, sino que vive plenamente inmerso en él, al igual que sus amigos, rudos pescadores de Galilea.

Él no teme "pasar a la otra orilla del lago" (es decir, atravesar las dificultades de la vida humana), sino que su profunda y dura práctica espiritual y su grado de consciencia lo han dotado de las herramientas que le permiten sortear y afrontar serenameante, centrado y en su eje, las olas y las tempestades de la existencia.

Tan sereno va que pareciera dormir profundamente. Sus compañeros, ante la misma situación, en la misma "barca", reaccionan desde su propio nivel de práctica y conciencia. Están aterrorizados por lo que ocurre a su alrededor. Han perdido por completo su centro y su ecuanimidad, y hasta parecen enojarse con su maestro, que actúa como un irresponsable y luce sumido en un sueño profundo.

Jesús amorosamente los reprende y les hace Recordar su camino espiritual y la práctica que les viene enseñando hace ya tiempo, pero que ellos parecieran no haber internalizado lo suficiente. Les lleva su luz de nuevo a sus corazones, allí mismo, cuando los problemas y peligros externos más los amenazan. En ese momento de toma de conciencia, con el Darse Cuenta, los sacudones del afuera parecen de pronto desaparecer o apaciguarse. Como por arte de magia. Es la iluminación, el satori, la apatheia de haber alcanzado la hesiquia.

Desde este punto de vista místico y esotérico el relato cobra un hondo sentido que nos es de utilidad para nuestro camino personal. Para eso es la práctica, para actuar como Jesús en la barca. No para escapar de las aguas y jamás subirnos a la nave.

Pasamos de meros espectadores de un prodigio realizado por un ser excepcional, a ser invitados a perseverar en nuestra transformación personal.

Así sea. Comprender el fruto de nuestro arduo entrenamiento nos ayuda a seguir andando. Cantaba Gandhi en sus crisis de soledad: "Si nadie camina a tu lado, camina solo, camina solo, tú sabes adonde vas".

Jbv

No hay comentarios:

Publicar un comentario