domingo, 24 de mayo de 2020

Tempo de caja y vidala



Cuando afuera todo es velocidad, desenfreno y aceleración, nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro espíritu pierden el compás y sufren por vivir a un ritmo que nada tiene que ver con el tempo interno.

Allá afuera, el tempo del bípedo urbanoide lo marcan el ritmo de las máquinas, los autos, los mensajes que van y vienen, el ritmo en que se llenan cuentas bancarias ajenas y se vacía la propia.

Nos lleva el chanfle, nos come el cuco, nos corre el diablo con el látigo de su cola y el pinche de tres puntas.

Llegamos con la lengua afuera, jadeando, nos desplomamos temblando pidiendo clemencia mientras ese objeto inventado en el infierno sigue chillando, exigiendo atención.

Sin embargo, adentro tenemos el regulador más perfecto y adecuado, que está en plena sintonía y sincronización con el latir del cielo y de la tierra. Pero en algún punto se nos perdió el compás y todo se desmadró.

La caja chirlera que es nuestra alma pierde su cadencia vidalera y se vuelve huracán, whatsapp, zoom.

Hay un ritmo olvidado. El de la luna faseando, el del arroyo bajando, rodeando. El otoño deshojando y los caballos pastando. Las campanas del monasterio sonando.

Y hay que encontrar la huella de vuelta. Ahondar hacia adentro y encontrar el tempo vital.

Iluminar el interior, cerrando los ojos.

El pulso, el corazón, nuestra respiración son el lenguaje con el que nos canta su vidala el Cielo y nos marca el Tempo adecuado para vivir en paz, en salud y armonía.

Hay que callar y oír esa vidala. Sintonizar con el golpe sereno de su caja. Y todo se hace más lento, más hondo. Se empieza a crecer para adentro.

Enseñó el bodhisattva Laohualpa Tsepanqui en diferentes épocas:

"Quien esté turbio puede aclararse lentamente con el reposo. Quien es capaz de permanecer quieto en medio del movimiento duradero podrá vivir en calma".

"Vientos de injustas arenas
fueron mi huella tapando.
Lo que antes fue clara senda
se enllenó de espina y barro.

Parece que no hubo nada
si se mira sin mirarlo.
Todo es malezal confuso,
pero mi huella está abajo".

El pulso, el corazón y la respiración son el ritmo adecuado y saludable de nuestra naturaleza, que yace oculto adentro, tapado de espina y cardo, de vientos intensos de posmodernidad. Charco embarrado de agitación que sólo puede aclararse en reposo y silencio.

Silencio... Y el tum tum de la caja del corazón vuelve a rezar su vidala.

La aceleración de la vida del mundo arrastra al Ser al sinsentido, al sufrimiento, a la desconexión sideral con el tempo de la tierra y el cielo, trayendo enfermedad y malestar existencial.

Calma. Calla. Entra en el misterio del monte interior. De lo hondo de monte empieza a oírse el rumor de los golpes cadenciosos. ¿Son hachas derrumbando mandatos duros como quebrachos?

¿O es el salmo vidalero de tu espíritu golpeando la caja de tu corazón para entonar el canto que grita volver?

Texto y dibujo: Jbv

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