domingo, 19 de septiembre de 2021

Ecos del cuento de las arenas


 


El río llegó al desierto luego de sortear infinidad de escollos. Mas no podía avanzar. A cada intento, entendía que las arenas lo absorbían impidiendo su paso.


Luego de insistir en sus modos, llegó al callejón sin salida. Oyó una voz que le susurró: “disuélvete en mí, el Viento. Cede al apego a tu forma y a tu individualidad. Tu esencia no está ahí. Desarma tu falsa Personalidad, entrégate y permite que yo te lleve hasta el otro lado del desierto. Y lloveremos allá, y serás nuevamente río, y nunca habrás dejado de ser agua.”


Y tras largas dudas suspendió al fin el río su terca incredulidad.


Y pudo comprender. Experimentó que el agua no tiene forma propia, sino que asume la del tiempo dado, pero sin jamás perder su esencia. Siempre es agua.  Se amolda a todas las formas. 


Si la echas en una jarra, adopta forma de jarra. Si en una botella, de botella. 


No teme a la desintegración. Su esencia no está en la forma que adopta. Eso es una mera construcción, como nuestra Personalidad. El auténtico Yo, su esencia, no está ahí.


También adopta los cambios que propone la circunstancia del momento.


 Si hay calor, se vuelve vapor. Si hay frío, hielo. Así, siempre sale adelante al fin.


Corre, se detiene, baja, sube, golpea, rodea o acaricia. Fluye junto al signo de los tiempos, siempre siendo agua. Es el modelo perfecto del andar armoniosamente por el sendero del Tao, conservando intacto su "Te", desplegando todo lo que está en su naturaleza ser.


Cede. No te apegues a tu personalidad. No es tu esencia, me dijo el río. Y sentenció: "Siempre, sé agua, amigo mío”.


(Ecos del cuento de las Arenas, el miércoles en el gran templo del Plata)

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