viernes, 19 de marzo de 2021

Hacerse cimarrón




Retomar la senda de la salud natural no se trata solamente de reemplazar una pastilla por un yuyo.


Se trata de ir integrando en un todo coherente un proceso global de reancestralización, de resilvestración.


Como dicen en la llanura: "hacerse cimarrón". Cimarrón es aquel animal que escapa de sus amos, abandona la domesticación y se resilvestra.


Tratar de hoy, en esta era cyberespacial, de darle a nuestro diseño forjado durante dos millones de años paleolíticos, aquello que espera, y de dejar de darle aquello que no espera.


Incorporar las plantas medicinales a la vida como vía de reequilibrio es maravilloso. Es la medicina más antigua y la que sigue sosteniendo la salud humana en casi todas las regiones del mundo no domesticado aún.  Ellas llevan dentro la vía de conexión con la tierra, el alma y el universo.


Revisar la ecuación movimiento/alimento.

Siempre el alimento fue un premio al movimiento. Comías sólo si te habías movido. 


Actividad de baja y mediana intensidad por largos períodos, a veces intensa y explosiva, variada, plenamente funcional.


Caminar largas distancias y a todas partes. Subir escaleras, a veces trotar suave. A veces correr, hacer fuerza, saltar trepar.


 El sedentarismo crónico era ejercido solamente por personas enfermas o impedidas físicamente.


Hoy la ecuación se ha invertido: el movimiento como castigo por haber comido de más y alimentos pésimamente elegidos.


Si bien por supuesto no existen hoy alimentos de la edad de piedra, aplicar el principio de semejanza siempre es un buen criterio. Todavía lo hacen pueblos cazadores recolectores actuales. 


Reancestralizar el alimento: ¿qué come el homo sapiens en estado natural, no domesticado post agriculturización? Pues todo aquello que pudiera cazar, pescar y recolectar. 


Con las variantes de cada latitud y época del año, la alimentación humana nunca salió de ese marco durante toda la larga historia de nuestra especie, hasta solo unos ocho o diez mil años atrás. Tan sólo un parpadeo en nuestro camino. 


Ni qué hablar del horror de la industrias de mercaderías masticables llamados "alimentos" de los últimos 200 años. Todo eso que viene en cajas, polvos, paquetes, latas.


No estar comiendo todo el día. No somos rumiantes, koalas ni simios come hojas. Somos hijos de la escasez. El estado basal del humano es el ayuno, interrumpido una o dos veces por ingesta de alimento altamente nutritivo. 


Dormir de noche.

Vivir de día.

Somos animales diurnos.


Acoplarse a los ciclos de las estaciones: no se puede vivir linealmente, haciendo exactamente lo mismo todos los días del año. 


Reconexión con la vitalidad interior, con las potencias que siguen latiendo en nuestra psiquis salvaje. Sintonizar con el animismo que vibra en toda la naturaleza. Buscar la tribu de afinidad, la cooperación, la cacería, el fuego, el compartir el alimento.


Pensarnos bien entre todos, defendernos, reír, crear, tener sexo, acceder a estados de totalidad y fusión y grabarlo en las cuevas para la eternidad.


Somos seres de las cavernas viviendo de repente en la era intergaláctica. El desequilibrio es atroz. Entender profundamente de donde venimos, sacar la ideología y la religión de nuestra biología. Dejar de intervenir permanentemente creando soluciones absurdas. 


"Ya no maltrates a tu animal,

Pues no lo debes vencer,

Sino amar y salvar,

Te lo digo antes de que estés

Ahogado por la pared".


Es volver al Tao, al origen. Es simple. Aplicar el principio de semejanza y reconectarse con la especie. Volver a la caverna. ¡Prende la antorcha y entra!


Jbv


 

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