viernes, 19 de marzo de 2021

La barca vacía


 

Un conocido relato de Chuang Tsé es el de la barca vacía: "Imaginad una barca en la que se cruza un río. Si una embarcación vacía viene a chocar contra ella, ni el hombre más iracundo se enojará por ello.  Ahora bien,  si en la embarcación hay un hombre, le llamarán la atención, y si este no actúa, lo cubrirán de insultos y denuestos. Antes no se enojaban, ahora si. Antes estaba vacía, ahora ocupada. Al hombre que es capaz de ir por el mundo "vacío de su propio yo" ¿quién podrá hacerle daño?"


En este relato pensaba ayer mientras veía por enésima vez "La vida de Pi". Una extraordinaria película india que refleja el proceso de la mente hasta quedar "vacío del yo", hasta el momento en el que no nos importa para nada la opinión y la imagen que los demás puedan tener de nosotros, y que las vicisitudes y habladurías del mundo no pueden alcanzarnos. 


Cuando logramos la plena integración de nuestras partes y vemos con claridad nuestro camino de salvación, nada puede inquietarnos.


Pero ¿Cómo llega a quedar vacía la barca?


Tras un naufragio el joven Pi queda a bordo en una barca salvavidas junto a una cebra, un orangután, una hiena y un imponente tigre de bengala.


El proceso de clarificación de la mente hasta alcanzar la vacuidad de la que habla Chuang Tsé comienza a jugarse en esa barca a la deriva en el océano pacífico. 


Quién primero sucumbe en el momento crítico es la mansedumbre, luego la falsa bondad, en manos de la desesperación y la incontrolada reacción instintiva.


La interacción entre estas fuerzas mentales en la agitación de la vida van orientándose hacia la eliminación radical de la grosería vulgar y los más bajos instintos para dar lugar al último estadio de la mente: el juego entre el Yo y el elegante y cautivante poder del tigre de bengala que todos llevamos dentro.


La integración del tigre a nuestra psiquis es el juego final de la evolución al Sí mismo, como le llamaba Jung. 


A veces en el bote domina el tigre, a veces el yo. Pero ambos se excluyen. En nuestro ordinario estado de conciencia no pueden estar ambos en el mismo bote. El joven Pi piensa: "no puedes vencer a un tigre, pero puedes aprender a domarlo".


La fuerza que el tigre imprime a Pi para seguir adelante, y la conciencia divina de Pi para trascender su miedo y terror hace que pueda alimentar al tigre y salvarle la vida. Ambos van fusionándose e integrándose hasta que ya en el centro de una terrible tormenta oceánica, Pi y el tigre se vuelven uno, y el amor del joven por el animal queda sellado en el momento de la entrega total al poder de Dios. La pulsión vital del felino, la energía poderosa, creadora y destructora de esa imponente criatura es lo que mantiene vivo al yo en las tempestades de la vida.


El joven se ilumina, integra todos sus aspectos sombríos en su psiquis, y entonces se salva. La barca queda vacía, como la de Chuang Tsé. Ya no le importan los incrédulos de su relato, ni el juicio que tienen de él. Es un hombre completo, que ha integrado su Sí mismo. Está a salvo. 


Al fin, la barca queda vacía sobre la arena, llena de olvido y serenidad.


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