lunes, 7 de junio de 2021

Apuntes de sachasofía: La almohada y el monje


 

Arcángel Rosales, el viejo sachásofo bebedor de vino, risueño y un poco mal llevado, recibió al joven erudito y buscador que lo visitaba de tanto en tanto y lo importunaba con su saber y sus infinitas palabras.


Esta vez le había llevado un libro gordo y muy importante, según el joven, cargado de verdades. Le insistía para que lo leyera y lo debatieran.


El viejo vació de un trago el vaso, sus ojos giraron, lanzó un estruendoso eructo que hizo volar los pájaros de la yunga tucumana, se acostó en el piso de tierra de su rancho y usó el sagrado libro como almohada.


Se quedó profundamente dormido, y mientras roncaba, la baba del sachásofo bautizaba las santas páginas del libro.


Al despertar unas horas después, el joven erudito estaba desnudo, tapado con apenas una bolsa de arpillera que había encontrado en el galponcito. Había dejado sus ropas de santo en el piso y los tres perros de don Arcángel dormitaban sobre ellas.


Lo saludó por su verdadero nombre, como si fuera la primera vez que se presentaba, y hablaron largamente sobre cabalgar en las nubes, los viajes del espíritu, conversar con el viento. Comentaron sobre la tierra de los pies y las manos, las angustias y alegrías humanas, las ideas, los amores y los amigos  verdaderos. 

Hablaron de comer hambrientos como leones, de dormir como perros, caminar como palomas y esperar como tortugas.


La noche los encontró conversando, riendo, bebiendo, pues era la primera vez que se veían. 


El viejo dijo al fin: "Qué bueno que hoy viniste vos, un gran gusto conocerte, siempre viene a molestarme un sabihondo que me trae libros, y jamás me trae un hombre."


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