Los seres más puros se aquietan para oír las respuestas calladas del río, de la piedra y el monte.
Las verdades que maduran en su corazón se comparten en una compañía silenciosa, confiada y entregada.
Los seres saturados son ruidosos,
Pedigüeños, insistentes, llenos de desconfianza. Alzan rezos plagados de órdenes y consejos a la divinidad,
De reclamos a su entorno, miran torcido,
Arrasan con la creación, que es tan sólo el escenario inerte de su velocidad ciega.
Unos se sorprenden con la belleza de un guijarro en el río, y lo dejan ahí para no quebrar el equilibrio del mundo.
Otros lo toman para arrojar la primera piedra al pecador.
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