lunes, 19 de julio de 2021

Pasar de Fama a Cronopio

 



¡Qué bien van las cosas cuando desconozco adónde voy!

Qué asombroso es el mundo cuando descarto los manuales y camino a ciegas, como un borracho que no sabe cómo llegó hasta su cama, pero se despierta en ella caliente y tapado.


Soltar el control, suspender la terca incredulidad.


Tres centros. El del medio suele estar cerrado. La mente es una tirana, la pulsión  vital bulle por dentro como un dragón en la cueva. La emotividad es una princesa lisiada y loca que fue encerrada en la torre.

Cuando el héroe la libera de su encierro, todas las potencias del ser se despliegan por el único camino que vale la pena transitar: el de ser absolutamente quien sos, espontáneamente, auténticamente, libremente.


Nos educan para Fama, cuando la vida está entre los Cronopios.


Me dice el brujo espinudo en la voz de un titiritero ebrio:

“Hay una escalera ardua que consta de sólo tres escalones:

Pensá bien a los demás

Cortá con el pasado.

Sé siempre amable.”


Y así, cuando participo de la hermandad de los perdidos, mi rumbo es ya claro como un cielo en la montaña. 


Pasan los convencidos, los certeros, y recojo en mi bolsa su mueca de disgusto al ver a un pobre hombre embobado, perdido en su presente eterno, como un loco alojado en el gran monasterio del mundo, a quien se lo ve a veces mirando por la ventana, o  paseando por el jardín perdiendo el tiempo, oliendo cada flor y conversando estúpidamente con las aves mientras el mundo sigue andando.



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