lunes, 10 de diciembre de 2018

Desde la sillita i' tiento

Don Chocobar se sienta en una sillita de tientos de cuero en la galería de su rancho de Raco y desde allí contempla el escurridizo acontecer del tiempo.

Sus manos apoyadas en el bastón de vara de guayacán entre las piernas

Nada piensa, nada busca. Vacía su mente. Su impenetrable gesto orientado hacia las cumbres y el Cabra Horco.

Nada hace, nada sueña, nada trama ni imagina.

Sin embargo, a su alrededor todo se hace con la más natural perfección y él para nada interviene. Una pipita de hueso con incayuyo eleva su waira blanco a las nubes, y un vaso de vino sobre la mesa duerme la siesta.

Los lapachos florecen a tiempo, las chanchas paren numerosos lechones, las lluvias llegan con puntualidad, la luna se  llena y se vacía sin interrupción. El río se amansa y se enfurece con natural periodicidad. Los caballos suben y bajan a los pastos.

Don Chocobar asiste desde la galería de su rancho de Raco a la perfecta danza entre el cielo y la tierra. Él es sabedor de lo innecesario de su intervención, y así deja que todo siga su curso.


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