"Cuando veo la mariposa y me levanto a buscarla, ella
se escapa. Vuela y rovolotea de flor en flor.
Todas bellas y fugaces.
Y no alcanzo nunca la mariposa, y me pierdo entonces de ver
el río que siempre se va.
Y cuando simplemente me quedé sentado sobre la piedra, al
costado del río que siempre se va, la mariposa voló y se posó al fin sobre mi
mano cansada.
Cuando no ceso de hablarle a Dios, y le digo cosas y lo
aturdo, cuando lo busco a Ese en todas las bellas flores de las tradiciones
espirituales y sistemas religiosos, Él se aleja regando ansia y amargura en mi
pecho y hambre en las entrañas.
Cuando simplemente callé y cesé de buscarlo de flor en flor
exterior, cuando vacié por completo mi carga y barrí la tierra de mi polvoroso
corazón, y me senté sobre la piedra, al lado del río que siempre se va, Él se
acercó y me dijo Su palabra.
Sólo allí, en el ombligo de la calma, la sacra hesychia, la
quietud, la paz interior y el silencio se posaron al fin sobre mi mano
cansada."
(Jbv, Apotegmas de Hesiquio del Cerro)
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