"Quien porta la sabiduría médica no tiene una voluntad propia y constante.
Hace a un lado su propio deseo, sus preconceptos, ideología y recetas rígidas, y hace suya la necesidad de su paciente con flexibilidad y adaptabilidad.
No se fija en la condición de las personas que acuden a su puerta, a todos trata. A los buenos y a los que no son buenos también, puesto que su propia vida es testimonio callado y vivo de bondad, virtud y salud. Y así ellos se vuelven buenos, teniendo una guía para vivir virtuosa y saludablemente.
Cree en quienes creen, porque ellos encontrarán su sanación. Y también cree en quienes no creen, porque su sabiduría en el arte médico y el ejemplo de su propia vida los hará creer, y entonces ellos también mejorarán sus padecimientos.
Así, el gran médico vive pacíficamente en medio del mundo, siendo testimonio vivo de virtud y salud, y a todos abre su puerta y su corazón.
Todos lo aman, y él a todos recibe como si fueran niños, sobre quienes no se tiene ningún prejuicio, amable, cariñoso y sonriente."
Jbv
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