jueves, 14 de octubre de 2021

Coquetear con dragones

 



Coquetear con dragones no es igual a enfrentarse a uno verdadero.


Cuando Confucio salió de su encuentro con Lao Tsé, por tres días no habló ni comió. Por fin pudo decir que se había enfrentado cara a cara con un auténtico Dragón.


Prender sahumerios, vestirse así o asá, hacer esto o aquello, sentarse de determinada manera, unir las palmas de las manos y hablar suavecito no es haber vencido a nuestro dragón. 


Lo que mostramos es lo que nos falta. Como aquel que había decorado toda la casa con pinturas y máscaras de dragón, pero cuando uno real se asomó por la ventana tuvo tanto terror que perdió la razón.


El conflicto real en nuestro interior es el verdadero Dragón.


¿Has visto cara a cara al tuyo?


Cuando vemos que por mucho mencionar la palabra Luz nada se ilumina, debemos poner manos a la obra. Es decir, dejar de ir acá o allá y quedarse quieto de una vez por todas en la oscuridad.


Entrenarse para matar verdaderos dragones es costoso y angustiante. Se precisa una disciplina férrea y una voluntad inquebrantable.


Cuando por fin salimos a cazarlos, nos damos cuenta de que no hay ninguno. De que el mismo proceso de entrenamiento verdadero los ha disipado. Y que el Dragón-conflicto-interior hoy es más amable, más simple, y que podemos mirarlo sin temor a la cara. Y la sencillez nos visita y la liviandad nos adopta y la amabilidad nos conduce.


El mío me dice, como la línea del I Ching: "dragón soberbio tendrá que arrepentirse".


Así podemos al fin, amorosamente, ofrecer una taza de té a los desorientados que aún nos siguen hablando de dragones de papel, como Confucio, sin jamás haber visto los que duermen en sus propias cavernas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario