martes, 5 de octubre de 2021

Frankenstein


 


La Personalidad, ese Frankenstein que construimos con retazos de dolores, traumas y motivaciones impulsivas, tiene forma.


Muchas veces es inflexible y nos lleva a callejones sin salida. Y si se dobla, la humillación nos invade, el orgullo se resiente, o la culpa y la vergüenza se apoderan de nosotros.


Existe un Yo superior, bien adentro, dormido o anestesiado desde la niñez, bajo todas esas capas de maquillaje y de defensas, que no tiene forma definida. Siempre es flexible, y sin embargo en esencia jamás cambia.


Nos habla bajito, se oye apenas a veces un murmullo, y es necesario rescatarla como a alguien que ha quedado bajo los escombros luego de un derrumbe.


El trabajo es un impiadoso acecho de sí mismo para detectar los rasgos falsos de esa personalidad y disolverlos, abandonarlos y despedirlos definitivamente. 


Como quien se quita un traje que ha usado siempre y se siente cómodo y le tiene un cariño especial. 


Y empezar a funcionar en el mundo desde esa rescatada verdad interior, desde ese Yo superior al que vamos reconociendo y recordando de a poco, que confirmamos cada vez que suspendemos la incredulidad y le hacemos caso y las cosas van bien y en sintonía con la Vía del Cielo. Ese Yo superior siempre sabe cómo responder a los asuntos y escollos del momento. 


No hay que ponerse a hacer cosas para encontrarlo, mas bien todo lo contrario. Se trata de un santo no-hacer, de no intervenir.


Salvo la mente, todo sabe lo que tiene que hacer. ¡No intervengas! Ahí abajo está esa voz que cuando callas, habla.


Simplemente sentarse, cada vez más, a beber de ese vino de propia cosecha que limpia el alma y guía nuestros pasos por los senderos adecuados.


Se requiere humildad, rendición, suspender la incredulidad, blandura.

Mucho cultivar el yin y nutrir la hembra.


Ese fueguito interior toma el mando, y la Fuerza del Gran Misterio empieza a actuar a través de nosotros.


Una personalidad rígida (que también puede ser la de quien  siempre otorga de manera mecánica, el bueno y humilde) es un terrible impedimento para encaminarse al ser verdadero.


¡Abandona el rol!

¡Renuncia al papel!


La perseverancia trae ventura,

Es propicio atravesar las grandes aguas.

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