jueves, 21 de octubre de 2021

Susurros del I Ching, Fuego sobre la Tierra mutando a Montaña sobre Montaña.

 



Permanecer internamente receptivo, abierto, cultivar conscientemente el Yin, otorga un tipo de claridad involuntaria que se instala como un tenaz fogón que puede verse desde lejas comarcas.


El brillo por el brillo mismo carece de todo valor, es una vulgaridad imperdonable y es preciso huir de esa hueca gracia.


El loco Chieh Yü vio pasar por delante de la puerta de su casa al envarado Confucio. Le gritó sin vacilar al renombrado sabio:

 “¡Basta! ¡Basta!, venir a los hombres con tus aires virtuosos es muy peligroso. Muy peligroso es ir trazando a los demás el camino que deben seguir. 

¡Apaga esas claridades! ¡Apaga esas claridades! No vengas a estorbar mis pasos. Yo sigo veredas tortuosas, ¡no estorbes mis pasos!”


La auténtica claridad está firmemente adherida a una ancha apertura interior, a una receptividad ilimitada y sin nombre, a un vacío de ideas de cómo-son-las-cosas capaz de habitar cada experiencia, cada instante de manera total.


Esa calidad de fuego es imperecedera. La gente acude a ese fogón de forma natural, y sirve de punto de referencia en la noche abierta para los que vamos perdidos en los senderos.


Si ese fuego pierde adherencia a lo que es humilde se vuelve un pasajero fuego de artificio, una chispita en la inmensa noche cósmica, una nada.


No es preciso planear ni tramar el fuego. Es una mera consecuencia de sostenerse en un buen combustible. Y de dejarse combustionar.


¿Cómo podría arder buena llama sin adherirse a la noble leña seca, al oscuro carbón? Chispa que se despega y se ilusiona con la pura luz individual se apaga al instante.


En cuanto te aceches y observes que tu claridad busca separarse e independizarse del humilde combustible de tu interior abierto, receptivo y vacío que se ofrece a ser quemado, aquiétate. Medita, medita y medita. 


Si muchos giran su mirada hacia vos con la fascinación de quien mira fuegos artificiales, lejos de envanecerte por eso, aquiétate más. Medita, medita y medita.


La montaña se aquieta. Toda la vida acude a sus pies y es un freno a las vanidades. Los bosques, las aves, las fieras salvajes, toda energía va mermando a medida que se asciende.

Mas algunos hombres deciden aventurarse igual a esos duros y fríos aires de altura. A quien esté dispuesto a escalar esos escarpadas picos, le será permitido a su propio riesgo y aventura.


Perder relación con lo humilde, abierto, receptivo y nutricio te vuelve una pobre estrellita de niños en medio de la noche fugaz. 


El aquietamiento trae ventura. Lo receptivo obra elevado éxito.

.

.

.

Susurros del I Ching, Fuego sobre la Tierra mutando a Montaña sobre Montaña.

No hay comentarios:

Publicar un comentario