“Pocas cosas, o mas bien, una sola cosa es necesaria”, dijo.
Sentarse a los pies del maestro a recibir la enseñanza en total disposición receptiva, u ocuparse de los infinitos quehaceres que nos inventamos para desviarnos de lo esencial y cumplir con lo que cien acuerdos ajenos en los que no hemos participado esperan de nosotros.
Insoportablemente solos en nuestro corazón, acudimos a mil cosas externas para acallar el ruido que produce el viento en nuestra total oquedad.
Cuando haciendo y cumpliendo me perdía la voz del huésped, largué toda carga y me senté a escuchar al amado que entró a casa.
Abrir la puerta, dejar que el que no puede nombrarse se quede un rato y sentarse a escuchar mientras él está presente.
Y mientras yo esté atento, él está de visita. Todo está ahí, todo el tiempo.
Y esa es la mejor parte que elijo, y que no me será quitada.
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