jueves, 19 de mayo de 2022

Vaciar la cabeza y llenar el estómago


 


Mientras realizamos este fantástico viaje hacia quién sabe dónde

Los caminos y las opciones parecen multiplicarse como trampas distractivas.


Y sin embargo procuro ya no seguir específicamente ninguno en particular más que el que me conduce a oír las lecciones del río, la selva, la pampa, la planta y la montaña.


Hace tiempo encontré una notita escondida dejada por mi viejo maestro Orejas de Ciruelo y que ocupa voluntariosamente mis días: vaciar mi cabeza y llenar el estómago. Vaciar las cabezas y llenar los estómagos.


Encontrar al buey, enlazarlo, amansarlo, montarlo y partir rumbo al oeste hacia mi propio ocaso como hizo aquél.


Cesar de atarse a las opiniones, de demorarse en el dualismo del esto o aquello, y relacionarse en el mismo instante con el polvo y el sudor de los pies y con la música de las esferas celestes rompiendo la frontera de lo sagrado y lo profano.


Suspender la incredulidad que alimentamos a diario llevando monedas de más, dos túnicas, otro par de sandalias y cien precauciones que no necesitamos en los senderos por los que hemos sido enviados como apóstoles de la divina inoperancia.


¿Acaso los lirios del campo no se visten más bellamente que los reyes, y las aves no se llenan el buche sin haber sembrado?

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