jueves, 31 de enero de 2019

El río y su silencio



Solo el río es silencio eterno.
Sin queja ni adiós, apurao corre entre las piedras.

Gente que es abismos. Y se borronea ocre entre la yungosa serranía callada.

Solo el río es silencio eterno.
Todo lo demás pasa lerdo,  como si siempre hubiera un poquito más de tiempo pa darle a las cosas.

Porque siempre se puede esperar un poco más para contar un secreto.

Demorar esa palabra es el arte supremo del montañés.

¿Quién sabe si no serán árboles, que sólo largan el fruto cuando ha madurado?

El río es el único que anda apurao,
Como callando una urgencia que no debe ser aún revelada.

"Déjelo nomás, señor... Su razón hai tener. Antes sabíamos ir a escucharlo, o a cantarle una canción, aura anda siempre apurao. Su razón hai tener. Déjelo nomás, señor... ¿Quién sabe qué cosas ha visto allá arriba, que le urge tanto allá abajo decir? Déjelo nomás, señor, el secreto llevar."

Las nubes gordas se acuestan perezosas a la siesta sobre el costao de los cerros, que hace milenios demoran secretos, que sólo cuentan a aquel que sube a buscar.

Todo lo demás, hombre, mujer, perro, aves del monte, va lerdo. Menos el río que lleva urgente un silencio eterno.

Jbv

lunes, 28 de enero de 2019

La larga vida



Apuntes de sachasofía: "La larga vida"
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Allá arriba, perdiéndose uno por las sendas del Siambón, lo abrazan las soledades, las caricias del viento fresco mientras abajo los calorones de enero aplastan a todos los que anden vivos.

Da gusto ver los cercos con los maizales tan lindos, la verdura y la tierra trabajada. Ver casas perdidas en las hondonadas o sobre las lomas, y oler el perfume de serena sabiduría que sobrevuela la región.

Volviendo la cruzo a la María Clara que viene tirando del buey. Lo ha ido a buscar para tenerlo preparadito para que su marido mañana are la tierra.

 "Trabaja afuera todo el día, mañana está en la casa y trabajamos en el cerco".

No están volviendo a la casa, sino que en temporada de siembra se quedan en el improvisado refugio de chapas y madera que en la noche los cubre a ellos y a la perrada de los cielos plateados del cerro del Tucumán.

Se sorprendió al verme andando por aquellas lejuras, bien temprano. Los perros ya le habían avisado de la presencia de un extraño.

-¿Cómo anda la madre?"
-¡Bien! Churita está, y después que la han operao de la vista muy mucho mejor.
-¿Está en la casa?
-Ajá, allá siguiendo el río ¿ha visto? Com cinco kilómetros pa' allá dentro.
-Qué bien, ¿es verdad que tiene 99 años?

Ríe la María Clara con toda la cara y los ojos achinados. Si! bien anda la mamá.

Y la conversación, como cuando se da entre gente que no la corre el tiempo rumbeó para algún rincón metafísico de la causa de la longevidad.

-Y pa' mí que el agua tiene muy mucho de importancia, es buena el agua bien natural. Y el aire, y el no andar muy mucho preocupado. Aunque hoy quién no anda con algún nervio que no? Y no andar tontiando con las cosas, con todo lo que no es natural. Hoy todo anda tan alejao de la tierra.

Que dios, que la tierra y que la vida misma, durante la conversación creí entrever la clave de los hombres y mujeres del cerro para la larga vida. Es asombrosa la cantidad de longevos que habitaron y habitan las serranías tucumanas:

Hay una fuerza que entrelaza a todo lo existente en el universo. Esa fuerza une y nutre todo. Algunos lo llaman dios, vaya uno a saber.

Nosotros también estamos entreverados con eso, cada partecita por más chiquita está entreverada. Cada fibra y célula nuestra está vinculada a ese poder. Es sólo que nuestro vínculo está lleno de mugre, de nudos, de torceduras, de atascamiento.

Nuestra tarea es trabajar en la limpieza de ese vínculo para que se vuelva fluido y transparente, como esa agua pura de la que hablamos. Sin interrupciones ni intermediaciones.

"Así uno se siente mejor ha visto? Fíjese qué simple la vida de loj otro seres".

 Todos están tranquilos, nacen, desarrollan todo el potencial que está en su íntima naturaleza ser, luego se mueren, y son tierra otra vez pa' que crezcan más cosas.

Sólo nuestra existencia es un ovillo de enredos, problemas, calamidades.
"¡Qué va ser!"
-¿Y cómo limpiamos ese vínculo con ese poder?

No preocuparse, no hacerse tanto problema.

"Mire, esté atento, coma rico y simple lo que le da la tierra, ande muy mucho, trabaje y vea el fruto de su trabajo, esté con loj animales y las plantas, ellos le enseñan muy mucho. ¿Porqué cree que la mamá ha llegao a los 99 tan chura?"

Porque ella tiene limpio su vínculo con esa fuerza, a la que ella llama Dios.

Cuando seguí mi camino entre el monte lleno de caballos y potrillos recién nacidos uno de los perros me acompañó hasta que llegué a la ruta. Como temiendo contaminarse de algo incurable, el perro ni pisó el asfalto, ahí nomás pegó la vuelta y se perdió en la sendita que sube.

Jbv

jueves, 24 de enero de 2019

El hombre aislado que se fue de la tierra





El hombre actual pareciera no tener otro rumbo que el consumo idiota.
Busca desesperadamente ser alguien para la sociedad, que es sólo un monstruo de átomos aislados que nada tienen que ver unos con otros. El otro no es más que un competidor, rival, un enemigo, cuando no un escalón para ser pisado.

Se educa en la ambición y la competencia y no en la necesidad y la cooperación.

El hombre actual abrió un abismo entre él y la tierra. Ya no forma parte de la Naturaleza, sino que es algo separado, un cometa lanzado por el espacio que ni sabe adónde va, sin sentido lleva una existencia plagada de inquietud, ansiedad e insatisfacción.

Encerrado en su prisión urbana de cemento, fierro y soledad, tiembla ante eso ajeno a él que late lleno de vida fuera de los muros.

Al no sentirse parte del Todo, es incapaz de participar interiormente del gran misterio, de la comunión con los demás seres de esta tierra.

Perdido ese sentido de pertenencia, esa comunión que le daba y da orden a la vida de todos los pueblos y culturas ancestrales, que le daba y da un pleno sentido a su manera de vivir, el hombre moderno vive deprimido, aislado, vacío, dominado por el pánico que lo vuelve agresivo, competitivo, voraz consumidor de mierda para llenarse de lo que sea. O se vuelve depresivo, insatisfecho crónico, débil y lleno de angustia.

Es necesario que Volvamos si buscamos la real sanación de esa enfermedad terminal.

Despojarse de toda la basura mental y moral que cargamos encima, y volver a ocupar nuestro lugar en la tierra, que aún nos espera para brindarnos un sentido profundo de existencia, un sentido que es de humildad, de coparticipación con el resto de la creación, de Ayni, reciprocidad, y no de prepotencia, dominio y destrucción.

Volver a diluir nuestro gigantesco ego enfermo entre el resto de los seres, sumergirnos en el mar de la sencillez, trepar el cerro de la visión, nadar en el lago de la serena alegría, de ser sólo una ínfima partícula de la naturaleza que viaja junto al resto de las "diez mil cosas" en este sendero cósmico.

Para estar plenamente vivos, para realizar profundamente el animal humano en toda su potencia, para al fin pasar de largo sin dejar huella, como todo lo que sigue el proceso natural de la existencia, que simplemente aparece, se desarrolla, muere, y en algo nuevo se transforma.

Jbv

Diálogos del cerro




-¿Pero no se armaban broncas en esos bailes?

-Si! Claro, imagínese que venían incluso de Chasquivil a distraerse un poco, de Anfama, corría desde temprano la caña quemada, y ya a la noche estaban todos bien machaos.

-¿Y no se daban lindo?

-Lindo si! Además fijese que en ese tiempo se usaba cuchillo a la cintura!

- Uh! Terminaría siempre alguno muerto!

-No! A los que gustaban peliar se los llevaba afuera, cada uno tenía que entregar el cuchillo y ahí nomás se hacían cagar un buen rato. Hasta que se sacaban las ganas se pegaban lindo. ¿Y usté sabe cuántas amistades nacieron así? Siempre terminaban de vuelta adentro del baile tomando juntos.

-Esas amistades que son para siempre después.

-Claro! Lindo era eso antes. Lindo tiempo. Se hacía de día, y cada uno volvía a caballo de adonde había venido. A mi me gustaba eso. Después íbamos río arriba con dos o tres, meditábamos, hablábamos de las honduras de la vida, de la tierra, de dios. Lindo era eso antes.
Sabe qué lindo subir hasta allá arriba, luego de una noche de farra, peleas y música, quedarse en silencio y que el sol del otoño le pegue en la cara, sin hablar una sola palabra entre los tres? Ahhh éramos ricos, y nos multiplicábamos. Ya no éramos tres. Éramos nosotros, los caballos, y los pájaros, los árboles, todo el monte. Porque si uno le hace silencio al monte, le contesta cosas.

Jbv

lunes, 21 de enero de 2019

Diálogos





-Qué linda está la alazana Cipriano!, le digo al pasar.

-Linda está, si. Me responde el domador Falcón.

-¿Mansita ha quedao?

-Ah sí, mansita, ya está pa entregar. Pero sufro siempre al quitarle su naturaleza.

-¿Cómo es eso?

-Y si, yo la agarro potranca, libre, liberal demás, y la vuelvo dócil y obediente. Y yo que soy de naturaleza chúcara, que no sé obedecer, imagínese mi pena, al hacerle eso al pobre animal.

-Ajá, triste destino el suyo Cipriano, qué va ser.

-Y sí, y usté hace al  revés, le llegan pacientes agobiaos por ser tan obedientes, tan dóciles pal sistema, y trata de volverlos un poco más cimarrones que no?

-Jjajajaja, qué manera de verlo Falcón! Tiene sentido, al final, es todo un asunto de domadores y potros baguales. Qué va ser.

-Sí, qué va ser!

Don Cipriano continuó vareando la yegua, yo me fui yendo solo pa mis adentros.

Jbv

El murmuyo de los yuyos




Las hierbas medicinales, los humildes yuyitos, no se andan con discursos ni espectaculares demostraciones de poder. Actúan sin prédicas ni sermones. En lo hondo, en lo secreto.

De vida serena y callada, en total quietud y misterio, cada cual ofrece su Virtud a quien sinceramente busque sanar y oír su murmullo. Su mensajito va dejando adentro la semilla de la transformación, de la profunda curación que sólo regala a aquel que esté dispuesto a enfrentar el ciclópeo esfuerzo de asumir la propia responsabilidad de sanar.

Cada planta es lo que está en su naturaleza ser, no otra cosa. No hay artificio, adorno ni afectación en el yuyo. Su éxito está en dejar que la "Pekne Tao" (Madre Tierra, orden cósmico en lengua huarpe) lleve a su consumación plena la información ancestral que viaja dentro de la semilla, y que encontró terreno propicio para ser.

En silencio, sin discursos, cada cual tiene su particular medicina para dar al que esté abierto a recibirla.

Lleva en sí la energía del sol, de las lunas y la tierra; va por dentro esa fuerza sutil que se despliega y se expande, y se fusiona con el Qi de quien busca su medicina.

Se ha dicho: "Cuando alguien toma una hierba, el espíritu de ésta entra en esa persona y dialogan. Muy callada, muy sutilmente. Esa comunión entre dos espíritus es lo que produce la curación".

Jbv

Doméstico y salvaje



Doméstico y salvaje

Llegó en la siesta Herrera a mostrarme dos yeguas, ya que Lencina le había comentado que yo andaba buscando para comprar.

Entre mate y mate, y la conversación sobre la mansedumbre de los animales, salió a la luz la cuestión de lo salvaje y lo doméstico y sus esenciales diferencias para la vida del hombre.

Algo así registré mentalmente de lo que que me dijo el paisano:

"Usted puede ser cazador/recolector, animal salvaje, que día a día se procura a sí mismo su sustento (tanto material como espiritual), decidiendo por sí, dueño de su propio tiempo, de su conocimiento, de su poder personal que lo guía en la selva de la existencia. Un animal total, al mando de su voluntad, poderoso para cazar o para dejar ir, descansar, conocer, beber de puros manantiales, armonizar con lo que lo circunda, con el medio en que se desenvuelve, médico de sí mismo, pozo de su personal sabiduría, religado con su interioridad, con su esencia y su totalidad.

O puede ser animal doméstico. Adiestrado, programado, que todo le es dado de afuera y de la mano de un amo: Alimento, cobijo, tareas, conocimiento, medicinas. Su espiritualidad tiene intermediarios, su dios está allá afuera.
El entorno es algo separado de él, que no comprende, lo asusta. Su poder animal ha sido aniquilado por la sociedad y el sistema.

Nada decide el animal doméstico: cuáles son sus necesidades, el uso de su tiempo, deberes, y la hora en que es alimentado por la mano del amo. Cuando oye el ruido del alimento balanceado en el plato, mira ansioso por la ventana, sentado, obediente, moviendo el rabo.

Nada es de él, todo le fue impuesto y ni siquiera lo discute.

Mira con desprecio al animal salvaje y siente miedo y lástima por él, por su existencia "precaria e inestable".
Mientras él piensa en eso, el animal total, dueño de sí mismo, acecha en en el monte, o a vuelo de cóndor se alza libre sobre las más altas cumbres.

Así es el doméstico, y su cura es volverse cimarrón, huir de sus amos, de su comodidad, y volverse a la naturaleza para empezar a estar vivo".

Partió luego de la mateada y la negociación por las yeguas. Lo vi subir la senda que va bordeando el  monasterio ya de lejos, montado en su zaino y a tiro las dos yegüitas. Dueño total de sí mismo. Corrí a tomar mi libreta y anoté lo que recuerdo de las palabras de Herrera, paisano y cultor de la refinada sacha filosofía.

Jbv

lunes, 14 de enero de 2019

Andando campo adentro



Andando campo adentro.
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Es encontrar el camino. ¿Hacia dónde?

Los pasos son más sencillos cuando se trata de andar por andar nomás.

Cruzar mares, montañas, llanuras y selvas es un caminito suave en comparación con la patriada de adentrarse en el monte cerrado de su corazón.

El rumbo se pierde entre esas lunas tapadas de niebla y la senda se hace angosta y peligrosa. Mil ojos miran.

Ningún buen criollo saldrá al paso a ofrecer su sacra gauchada en esa tormenta, porque nadie está ahí.

 Es una pampa sin tranqueras ni alambrados el alma que ha partido a buscar sus horizontes.

Es el desierto. Ni un grito indio hay, ni toldería ranquel que lo resguarde de las famélicas perradas de la ley.

Toda rastrillada es malezal y si pasa cerca de un monte, entre los horrores de la luz mala oirá los silbos malvados llamando a la Salamanca.

Está solo el que anda por adentro de la vida.

Afuera todo es fácil camino marcado.

Adentro todo es sendero de vaca y mula en las cuestas y cumbres de la soledad.

No se achique paisano. Huela el viento, oiga los gritos del tero y del chajá, mire el vuelo de las aves, sienta si late el desierto  y no guarde el facón, pues las partidas de demonios de su alma saldrán a pelearlo en cualquier pajonal.

Y ruegue que un sargento Cruz se pase de su lado para espalda con espalda aguantar, o habrá de cobrar caro el cuero bajo esa estrella que lo guía.

Pero hay que andar. Es el destino del que se ha hecho cimarrón y marcha campo adentro, bien adentro, a mil leguas de los hombres y del camino señalado por otros.

Jbv
Ilustración: Mario Zavattaro

Por la razón o la magia

Cada cual elije si por la razón o por la magia
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¿Quién sabe si el moro de Facundo fue realmente capaz de Videncia, o era sólo una treta del general para impresión de la montonera?

¿Quién puede afirmar que el poeta taoísta y célebre apólogo del vino Li Po murió de una miserable enfermedad, y no ebrio, ahogado, al pretender besar a la luna que lo llamaba desde el río?

¿Quién es capaz de negar que el salvaje unitario Varela no vivió enamorado de la cantante Angelita Tani, y que toda su tinta sangrienta y la flota anglo-francesa de Obligado no fueron más que el despecho del que sólo pudo librarlo el puñal traicionero del pescador Cabrera?

¿Qué astrónomo podrá decirnos qué estrella buscaba el alazán antes de haber sido pialado junto al barranco, o si simplemente perdió la senda en una cerrazón?

¿Vive en el I Ching la respuesta a todos los enigmas del universo o es tan sólo una absurda colección de sortilegios antiguos?

¿Qué coplero no está revelando en cuatro versos todos los duendes de su tierra, demostrando el alma de su pueblo, aunque su voz se pierda para siempre en el viento, sin que nadie jamás la haya escuchado?

¿Vivió Nietzsche a Zaratustra, o éste fue tan sólo las feroces migrañas que torturaron al profesor?

¿Qué parte del algarrobo no contiene la verdad eterna de la vida?

Una larga serie de arbitrarias elecciones es la interpretación que hacemos de cada aspecto de la vida que llevamos a cuestas a diario.

Belleza y náusea, ciencia y magia, pasión y reglamento, alas risueñas  y actas notariales caminan juntos por los mismos senderos. El destino es nuestro, y el desatino también, construidos ambos a capricho y a dedo.

Jbv

Concierto del campo



En las mañanas temprano se oye el concierto del campo.
El permanente canto del brioso río, ahora más crecido, algún relincho nervioso y una insistente respuesta de un potro ansioso.

Miles de pájaros dialogan, se enamoran, se desafían, mientras doña Rosalía va encendiendo su hornito a leña para hacer el pan.

Es el concierto del campo.
Las campanadas lejas del monasterio avisan las horas que a los monjes les marca su dios.
¿Caerá alguna vez el fruto de esos rezos por acá?

Todo es sonidos y todo es hondo silencio a su vez cuando nada desentona.

Una gallina y sus pollos y un gallo lejano peleador.

Y la quietud imperturbable de los cerros callados.
El imponente Aconquija y su sueño marrón de guardián de la memoria silenciada.

Es el concierto del campo, y el hombre en el medio. En su medio.
Viviendo al tiempo que la tierra le marca:
 las necesidades de la hacienda, de los cercos, de la leña, del agua, el vino y el pan.

Afuera todo es concierto y adentro puro silencio. Y sueños y pesares y algún logro vital que contar.

Es el concierto del campo,
Y el hombre y la mujer, instrumentos en la orquesta que dirigen las manos ocultas de la pachamama.

Hombre y mujer, que nunca son más que esa noble pasión y capricho de la tierra.

Jbv

jueves, 10 de enero de 2019

¿Hasta adónde es suficiente?




Fernández fue gran pescador y cazador del carpincho y la nutria en las islas de Ibicuy, sabedor del tiempo del río, el sauce y el juncal.

Algo, un hondo llamado lo llevó al cerro, y se hizo de monte espinudo también.

Yendo a buscar dos yegüitas por los Planchones, hablaba con el raqueño Mamani:

"El exceso de ambición al biguá lo deja con hambre; buscando el bagre más grande, se olvida de los mil pececillos que podría cazar, y el atardecer lo encuentra con el buche vacío.

Si usté se desgasta detrás de mil objetivos, cae enfermo y agotado, nadie lo levanta del catre, y todo queda sin hacerse. Si llena la taza a hasta el tope, seguro se se le vuelca el mate cocido al levantarla."

Y sí, dijo Mamani, "mirelo al chancho: feliz de la vida come y come y engorda, siguiendo el camino que lo lleva a la muerte en navidad.

Y si uno calcula mal, y no pega la vuelta a tiempo por querer llegar más lejos, la noche le caerá en el monte.

El atajacaminos se le para ahicito nomás enfrente, a unos cuatro o cinco metros. Si usté avanza, revolotea y se posa un poco más atrás, pero si sigue adelante, allá usté con los peligros que encuentre... Ahora, si vuelve, quién le va a quitar la curiosidad de lo que había más allá...

Ambos se preguntaban,
¿cuándo volver?
¿Hasta adónde llegar?
¿Cuánto forzar las cosas?
¿Quién pudiera saberlo?

Mas vale andar por senderos, de día, sin tanto pensar. El ruido del monte de noche es mejor oírlo de lejos... Que no?
Pero sepa, terminó diciendo el islero Fernández, que ahí, en la espesura, traspasando el temor, está la respuesta a las cosas que tal vez jamás hemos preguntado".

Caía la tarde y el río los Planchones corría suave y tranquilo.

Jbv

¡Ni siquiera sos un burro!




El viejo Yapura me contó durante una visita por un dolor de rodilla, que se había criado en Tilcara.

Lo cuidó varios años un personaje lugareño al que le decían Quitupí; jamás supo su  nombre real. Era un borracho, espontáneo como un cambio de viento.

Tenía una quintita, unas cabras, y a dos días de camino del pueblo, unas llamitas, vacas y burros.

Don Yapu me contaba que no sabe porqué, sin haber recibido una estricta educación de sus padres, a los que casi ni conoció, se sometía a sí mismo a tanta disciplina y auto exigencia. Despertarse siempre a la misma hora antes del sol, comer a horarios prefijados, determinado tipo de alimentos, vivir especulando con eventos futuros para poder predecirlos y resolverlos.

Se sentía muy desgraciado puesto que vivía preso de sí mismo y sus rígidas estructuras. Y el Quitupí, siempre durante sus borracheras lo fustigaba gritándole: "sos un infeliz porque ni siquiera sos un burro!"

Él dormía a cualquier hora, comía si quería y si no quería no comía. Si empezaban una caminata hacia el pueblo que duraría dos días, pero se aburría o se cansaba a la media hora, suspendía todo y se pegaba la vuelta al rancho, y don Yapura se quedaba incrédulo, con todos los preparativos en la espalda.

O si tenía hambre a las diez de la mañana, se comía las provisiones de todo el día "y después vería pué".

Siempre Sonreía el Quitupí. Jamás estuvo preocupado. "¡Ni siquiera sos un burro!" le gritaba él, "por eso andas siempre con esa cara larga".

Don Yapu pensaba y se esforzaba por comprender y desentrañar el misterio de la frase del Quitupí sobre los burros.

Tomó una decisión, se quedaría viviendo en el corral con los burros hasta descubrirlo. El Quitupí se rió de buena gana y lo dejó hacer.

Durmió en el corral entre los animales, sufrió patadas, mordiscones, frío y hambre atroz.

El borrachín, muerto de risa le tiraba puñados de maíz en la cabeza, y los burros se lo disputaban a empujones y gritos. "¿No lo entendiste todavía?", le gritaba desde la ventana y se retorcía de risa.

Yapura, a los tres días de ya ni sentir el cuerpo congelado, muerto de hambre y tapado de polvo, tuvo un súbito impulso. Se puso a gritar y a rebuznar con todas sus fuerzas, cagó y meó profusamente en el corral, corrió y pateó a los demás burros, hasta caer agotado en el suelo, pero con una sonrisa que ya no lo abandonaría jamás.

El Quitupí, desde la ventana, abrió un vinito para celebrar que el chico había entendido todo al final.

Don Yapu jamás dejó de reír, de estar feliz. Volvió al Siambón, al Tucumán de sus abuelos, con el secreto de los burros, de ser "al menos un burro".

Me dijo Yapura mientras le quitaba las agujas y le pedía que moviera la pierna, que el burro es espontáneo como un cambio de viento. Si quiere cagar, caga, si se enoja, muerde y patea, si tiene sueño, duerme, si tiene hambre come. Si se empaca, no hay cristo que lo nueva del lugar.

Todo eso me contó don Yapura. Tomamos un mate cocido, y su mirada y sus recuerdos se orientaban al norte, hacia el lejano Tilcara y a su maestro, el borracho risueño y libre Quitupí.

Jbv

Tujma, desde donde se medita






(Etimología según Diccionario Indígena Argentino de Jorge Fernández Chiti)

Nombre en Quichua tardío de Tucumán.

Según la tradición  incaica, hasta esa región había llegado Viracocha, bajo cuyo reinado incorporó Tucumán al Tawantinsuyu o reino inca. (Es decir, Tujma fue la parte más austral del imperio, el kollasuyu).

Podemos pensar que etimológicamente derivó de dos palabras: "Túku" (búho, meditación, contemplación) y "Manta" (desde, del lado de).

El sentido místico de la palabra Tucumán parecería ser: "del lado del búho", "desde donde se medita".
Tucumán podría aludir a un "lugar de meditación ". (Hasta aquí Chiti)

Cabe recordar que la región del cerro Condorhuasi, que estaba en el Tujma de aquel tiempo, (hoy Catamarca) fue la más grande escuela espiritual y chamánica que haya existido en suelo argentino.

Dice Chiti: "Los miembros portadores y factores activos de la cultura Condorhuasi no eran pobladores comunes, sino cofradías de shamanes e iniciados, ayudantes y personas seleccionadas que vivían en montañas alejadas del paraje hoy denominado Condorhuasi o Kunturwasi. Se auto realizaban a través del arte, de la meditación, de las prácticas shamánicas y sus rituales siempre colectivos."

También es cierto que cualquiera que conozca los cerros y montes del Tujma puede dar fe de la fuerza espiritual que se percibe, y la manera en que la región induce a la meditación y la contemplación.

No sería extraño que a quienes llegaban al Qosqo desde estas latitudes se les dijera que "vienen del lugar en el que se medita". Y que "tienen ojos para Ver en la Oscuridad, como el búho".

Jbv
Imagen: Jbv, "chamán/búho en trance meditativo nocturnal"

Para quién se prenden las velas






Cuando salgo a andar por el Siambón y paso por el humilde santuario que los lugareños construyeron para el santo gaucho Antonio Gil, siempre le hago una reverencia y le dejo como ofrenda una plantita de diente de león o carqueja entre los cigarros y las cajas de vino, las latas de cerveza o petaquitas de alcohol fuerte que el pueblo le deja, para que cuide su hígado un poco.

La otra vuelta ya me retiraba. El santuarito está en una alta loma desde la que se ven los cerros, los pinares, y a lo lejos el imponente monasterio de la religión oficial.

Vi que venían a caballo dos changuitos descalzos, montados sobre una sucia sudadera, y a bocado e' soga nomás. Frenaron al zaino. El que iba atrás bajó rápidamente, corrió hasta la grutita, se agachó con reverencia y vi que dejaba algo como ofrenda. Subió de nuevo al caballo y los vi alejarse por la loma. Detrás, al fondo, solitario, solemne, imponente, callaba su distancia el monasterio benedictino.

Me acerqué de nuevo. Una velita gastada y humilde llameaba al cielo toda la devoción de un nadiecito de tierra adentro hacia ese gaucho matrero, cristo (ungido por el pueblo) y santo de los pobres argentinos.

Jbv