jueves, 24 de enero de 2019

El hombre aislado que se fue de la tierra





El hombre actual pareciera no tener otro rumbo que el consumo idiota.
Busca desesperadamente ser alguien para la sociedad, que es sólo un monstruo de átomos aislados que nada tienen que ver unos con otros. El otro no es más que un competidor, rival, un enemigo, cuando no un escalón para ser pisado.

Se educa en la ambición y la competencia y no en la necesidad y la cooperación.

El hombre actual abrió un abismo entre él y la tierra. Ya no forma parte de la Naturaleza, sino que es algo separado, un cometa lanzado por el espacio que ni sabe adónde va, sin sentido lleva una existencia plagada de inquietud, ansiedad e insatisfacción.

Encerrado en su prisión urbana de cemento, fierro y soledad, tiembla ante eso ajeno a él que late lleno de vida fuera de los muros.

Al no sentirse parte del Todo, es incapaz de participar interiormente del gran misterio, de la comunión con los demás seres de esta tierra.

Perdido ese sentido de pertenencia, esa comunión que le daba y da orden a la vida de todos los pueblos y culturas ancestrales, que le daba y da un pleno sentido a su manera de vivir, el hombre moderno vive deprimido, aislado, vacío, dominado por el pánico que lo vuelve agresivo, competitivo, voraz consumidor de mierda para llenarse de lo que sea. O se vuelve depresivo, insatisfecho crónico, débil y lleno de angustia.

Es necesario que Volvamos si buscamos la real sanación de esa enfermedad terminal.

Despojarse de toda la basura mental y moral que cargamos encima, y volver a ocupar nuestro lugar en la tierra, que aún nos espera para brindarnos un sentido profundo de existencia, un sentido que es de humildad, de coparticipación con el resto de la creación, de Ayni, reciprocidad, y no de prepotencia, dominio y destrucción.

Volver a diluir nuestro gigantesco ego enfermo entre el resto de los seres, sumergirnos en el mar de la sencillez, trepar el cerro de la visión, nadar en el lago de la serena alegría, de ser sólo una ínfima partícula de la naturaleza que viaja junto al resto de las "diez mil cosas" en este sendero cósmico.

Para estar plenamente vivos, para realizar profundamente el animal humano en toda su potencia, para al fin pasar de largo sin dejar huella, como todo lo que sigue el proceso natural de la existencia, que simplemente aparece, se desarrolla, muere, y en algo nuevo se transforma.

Jbv

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