jueves, 10 de enero de 2019

¿Hasta adónde es suficiente?




Fernández fue gran pescador y cazador del carpincho y la nutria en las islas de Ibicuy, sabedor del tiempo del río, el sauce y el juncal.

Algo, un hondo llamado lo llevó al cerro, y se hizo de monte espinudo también.

Yendo a buscar dos yegüitas por los Planchones, hablaba con el raqueño Mamani:

"El exceso de ambición al biguá lo deja con hambre; buscando el bagre más grande, se olvida de los mil pececillos que podría cazar, y el atardecer lo encuentra con el buche vacío.

Si usté se desgasta detrás de mil objetivos, cae enfermo y agotado, nadie lo levanta del catre, y todo queda sin hacerse. Si llena la taza a hasta el tope, seguro se se le vuelca el mate cocido al levantarla."

Y sí, dijo Mamani, "mirelo al chancho: feliz de la vida come y come y engorda, siguiendo el camino que lo lleva a la muerte en navidad.

Y si uno calcula mal, y no pega la vuelta a tiempo por querer llegar más lejos, la noche le caerá en el monte.

El atajacaminos se le para ahicito nomás enfrente, a unos cuatro o cinco metros. Si usté avanza, revolotea y se posa un poco más atrás, pero si sigue adelante, allá usté con los peligros que encuentre... Ahora, si vuelve, quién le va a quitar la curiosidad de lo que había más allá...

Ambos se preguntaban,
¿cuándo volver?
¿Hasta adónde llegar?
¿Cuánto forzar las cosas?
¿Quién pudiera saberlo?

Mas vale andar por senderos, de día, sin tanto pensar. El ruido del monte de noche es mejor oírlo de lejos... Que no?
Pero sepa, terminó diciendo el islero Fernández, que ahí, en la espesura, traspasando el temor, está la respuesta a las cosas que tal vez jamás hemos preguntado".

Caía la tarde y el río los Planchones corría suave y tranquilo.

Jbv

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