lunes, 14 de enero de 2019
Andando campo adentro
Andando campo adentro.
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Es encontrar el camino. ¿Hacia dónde?
Los pasos son más sencillos cuando se trata de andar por andar nomás.
Cruzar mares, montañas, llanuras y selvas es un caminito suave en comparación con la patriada de adentrarse en el monte cerrado de su corazón.
El rumbo se pierde entre esas lunas tapadas de niebla y la senda se hace angosta y peligrosa. Mil ojos miran.
Ningún buen criollo saldrá al paso a ofrecer su sacra gauchada en esa tormenta, porque nadie está ahí.
Es una pampa sin tranqueras ni alambrados el alma que ha partido a buscar sus horizontes.
Es el desierto. Ni un grito indio hay, ni toldería ranquel que lo resguarde de las famélicas perradas de la ley.
Toda rastrillada es malezal y si pasa cerca de un monte, entre los horrores de la luz mala oirá los silbos malvados llamando a la Salamanca.
Está solo el que anda por adentro de la vida.
Afuera todo es fácil camino marcado.
Adentro todo es sendero de vaca y mula en las cuestas y cumbres de la soledad.
No se achique paisano. Huela el viento, oiga los gritos del tero y del chajá, mire el vuelo de las aves, sienta si late el desierto y no guarde el facón, pues las partidas de demonios de su alma saldrán a pelearlo en cualquier pajonal.
Y ruegue que un sargento Cruz se pase de su lado para espalda con espalda aguantar, o habrá de cobrar caro el cuero bajo esa estrella que lo guía.
Pero hay que andar. Es el destino del que se ha hecho cimarrón y marcha campo adentro, bien adentro, a mil leguas de los hombres y del camino señalado por otros.
Jbv
Ilustración: Mario Zavattaro
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