lunes, 21 de enero de 2019

Doméstico y salvaje



Doméstico y salvaje

Llegó en la siesta Herrera a mostrarme dos yeguas, ya que Lencina le había comentado que yo andaba buscando para comprar.

Entre mate y mate, y la conversación sobre la mansedumbre de los animales, salió a la luz la cuestión de lo salvaje y lo doméstico y sus esenciales diferencias para la vida del hombre.

Algo así registré mentalmente de lo que que me dijo el paisano:

"Usted puede ser cazador/recolector, animal salvaje, que día a día se procura a sí mismo su sustento (tanto material como espiritual), decidiendo por sí, dueño de su propio tiempo, de su conocimiento, de su poder personal que lo guía en la selva de la existencia. Un animal total, al mando de su voluntad, poderoso para cazar o para dejar ir, descansar, conocer, beber de puros manantiales, armonizar con lo que lo circunda, con el medio en que se desenvuelve, médico de sí mismo, pozo de su personal sabiduría, religado con su interioridad, con su esencia y su totalidad.

O puede ser animal doméstico. Adiestrado, programado, que todo le es dado de afuera y de la mano de un amo: Alimento, cobijo, tareas, conocimiento, medicinas. Su espiritualidad tiene intermediarios, su dios está allá afuera.
El entorno es algo separado de él, que no comprende, lo asusta. Su poder animal ha sido aniquilado por la sociedad y el sistema.

Nada decide el animal doméstico: cuáles son sus necesidades, el uso de su tiempo, deberes, y la hora en que es alimentado por la mano del amo. Cuando oye el ruido del alimento balanceado en el plato, mira ansioso por la ventana, sentado, obediente, moviendo el rabo.

Nada es de él, todo le fue impuesto y ni siquiera lo discute.

Mira con desprecio al animal salvaje y siente miedo y lástima por él, por su existencia "precaria e inestable".
Mientras él piensa en eso, el animal total, dueño de sí mismo, acecha en en el monte, o a vuelo de cóndor se alza libre sobre las más altas cumbres.

Así es el doméstico, y su cura es volverse cimarrón, huir de sus amos, de su comodidad, y volverse a la naturaleza para empezar a estar vivo".

Partió luego de la mateada y la negociación por las yeguas. Lo vi subir la senda que va bordeando el  monasterio ya de lejos, montado en su zaino y a tiro las dos yegüitas. Dueño total de sí mismo. Corrí a tomar mi libreta y anoté lo que recuerdo de las palabras de Herrera, paisano y cultor de la refinada sacha filosofía.

Jbv

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