lunes, 10 de junio de 2019

¿Qué hay que aprender?

"-Pero, ¿qué es lo que hay que aprender?

-Todo... Y nada... El saber es saber hacer... Y saber no hacer ni interferir.
Mirar alrededor... Y nada más... Sin discursos, sin complicadas artimañas retóricas ni prácticas complejas. Ser lo que se es, nada más ni nada menos.

Es fácil de comprender, fácil de practicar, y sin embargo pocos lo hacen.

-Pero, ¿qué es eso fácil de comprender y de practicar?

-Nada, nada hay que comprender, solo ser.

-¿Y cómo hay que ser?

-No siendo nada. No sea nada, solo responda de forma natural a los cambios y fluctuaciones de Aquello. En el propio responder naturalmente a los cambios y  fluctuaciones surgirá su ser verdadero, y su hacer natural.

-¿Sólo eso? ¿Y las complejas meditaciones, recitados, oraciones, ritos, vestidos, devociones, cursos, talleres, invenciones, posturas, reverencias, templos, libros, teologías?

-No se nada de eso. La última verdad, eso que por detrás de todo el ruido jamás varía no es atractiva, no trae reconocimiento, no es glamorosa ni brillante.

No. Esa verdad que se esconde tras los pliegues de la simplicidad silenciosa es insulsa como tierra seca, como un tronco no vistoso de algún árbol pequeño. No seduce en su decir ni su vestimenta llama la atención.

Pero lleva escondido un tesoro debajo de su burdo ropaje.

No se complique, responda natural y espontáneamente. Si no hay tensión, allí está usted y su naturaleza esencial. Si hay tensión, no están allí ni usted ni su naturaleza esencial, sino un ideal, una proyección mental, y un abismo entre usted y la verdad.

-¿Entonces somos tan sólo una respuesta?

-Yo no sé, yo no se nada. Sólo escuché decir:

"El hombre es tierra que anda"

"Yo soy como te dije ayer, un largo camino".

-Entonces somos un andar.

-No sé, caminemos... caminemos...  nos callemos."
Jbv

Delta respira

Dicen los isleros que el Delta es un gran pulmón que inhala y exhala. Y así es el ritmo de su vida entre el monte, el río y el juncal.

¿Se trata acaso de algún gigante meditador que expulsa con suavidad el aire, largamente hasta quedar vacío para volver a inhalar?

La ciencia explica las mareas y el comportamiento de los ríos y arroyos del Delta con elementos como la cantidad de lluvias caídas Paraná arriba, la dirección de los vientos, la altura del mar y mil detalles técnicos más.

Los isleros hablan de la luna y su fuerza, del soplo del sudeste y la virazón, de las islas como un mismo y único organismo que respira a diario exhalando e inhalando.

Y así el agua, mientras que en la montaña dice adiós siempre en una misma dirección, en la Isla va, viene, va y viene marcando un ritmo de oposición complementaria que quien puede sintonizarse con él lleva una vida armónica y plena de vibración natural en esa hostil y salvaje geografía.

Cada riacho y arroyito, cada centro de isla, cada pajonal es una red de bronquios y bronquiolos que respira como un meditador zen: larga exhalación hasta el vacío, seguido por una inhalación lenta, profunda, que llena de vida hasta el más remoto orificio.

Cuando el río desborda los límites que hacen de cada isla algo individual, súbitamente del Dos se hace Uno. El río diluye la dualidad y convierte al Delta en una sola unidad, destruyendo la ilusión de separación.

Así es el organismo vivo de las islas. Así también el espíritu de los isleros que aún logran vivir fundidos con ese entorno, con ese gigantesco meditador que es su hogar. Y así aprenden del junco y del agua.

La marea borra con su inundación la separación.

El junco enseña que por debajo, en lo oculto, tampoco hay división; que somos la expresión individual de un gran rizoma que nos unifica a todos.

Cierra los ojos el islero. Se deja mecer en su canoa por el río. Sentado en la proa hace una gran exhalación. Vacío. Una lenta y profunda inhalación. Momento. Y vuelta a empezar.

Río y hombre, río y mujer de las islas, una sola unidad con esa fantástica y alucinante tierra de agua.

Jbv

jueves, 6 de junio de 2019

El tucu tucu y el chañar

Apuntes de sachasofía: "El tucu tucu y el chañar"
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Saben las gentes del cerro y el monte que la corteza del chañar y el arrope preparado con los frutos del árbol son buenos remedios que la Pachamama ofrece a sus hijos para los problemas respiratorios y para el dolor de garganta de los changos cuando el frío ya empieza a apretar y las mañanas son ponchos de garrotillo.

Mientras le coloco las agujas a don Fermín, la Marisa me cuenta la manera infalible para hallar un ejemplar que contenga buena medicina, ya que le comento que aún no he podido encontrar uno durante mis recorridas.

Echa una ramita de tusca al fuego, me ceba un mate dulzón y enseña:

-"Pa' encontrar algarrobos y chañares con poder nada mejor que este método criollo que me ha dicho mi mama: llame a un tucu-tucu por su nombre, a la oración. Si se ve el lucero arriba del cerro, mejor. Sea delicado, dulce como el fruto que busca.

Sepa que si es insistente y de buena intención, el tucu acudirá al llamado titilando sus lucecitas en lo oscuro.

Deje que se acerque, esté atento. Cuando el bicho esté al alcance de su mano, agárrelo con cuidado -por ninguna razón debe usted dañarlo-, y póngalo sobre la tierra y panza pa' arriba.

Entonces dígale: "tucu-tucu, no me has de engañar, en qué lugar del monte se encuentra el chañar", y suéltelo. Observe bien.

Cuando el bicho se voltie (para lo cual tendrá que dar un saltito) indicará con la dirección pa' donde quedó su cabeza el lugar ande está el arbolito. También puede pedirle al tucu que le indique el sitio donde lo espera un amor o la fortuna. Debe decirle bajito al oído: "tucu-tucu, vuela fuerte, en qué senda del monte me espera la suerte".

Mate y charlas, fogón y agujas para don Fermín, un gato dormilón y dos perros bajo la mesa sirven de marco para que la sachásofa Marisa se despache con sus conocimientos.

Tras la sesión de acupuntura rural me voy del rancho lleno de saberes y con un gran saco de arpillera repleto de paltas, limones y naranjas.

Afuera va asomando alguna que otra estrella empujando al sol y preparando la presencia de la tímida luna. Todo es silencio, sombras, caminos.

Por lo bajo recito al tranco lerdo: "tucu-tucu, vuela fuerte, en qué senda del monte me espera la suerte".

Jbv

Fuego




El fuego es el sello absoluto de la humanidad. Ninguna otra especie lo ha utilizado o producido.

La posesión del fuego es un hecho exclusivamente humano. Hemos nacido en el momento justo en el que allá lejos, bien lejos, el fuego comenzó a ser domesticado.

Encender una fogata es una actividad que nos conecta profundamente con nuestra ancestral genética humana.

El primer y el último eslabón de la cadena humana se unifican con el acto de prender fuego.

El ritual de encender una hoguera en estado meditativo nos funde con el Gran Misterio del hombre en la tierra.

El fuego hace resurgir nuestra animalidad ancestral dormida. Es el rito más primal que podemos realizar como integrantes de la especie humana.

Nuestro cuerpo y nuestra interioridad fueron moldeados por más de tres millones de años de presencia en este planeta, desde que algún oscuro homínido bajó del árbol y se paró en dos patas.

En ese lapso, nuestra fisiología se diseñó para nutrirse de determinados alimentos, para ejercitarse y moverse intensamente y en una amplísima gama de movimientos por períodos, y a holgazanear a gusto durante otros.

No estaba sometido al estrés crónico, sino a momentos de estrés agudo, intenso, pasajero, que servía para enfrentar una cacería, una huida, una lucha o una catástrofe natural.

La relación con el entorno y con las fuerzas de la naturaleza visibles e invisibles fue el tipo de espiritualidad que forjó durante milenios nuestra indagación interior.

Estábamos en la tierra fundidos entre sus energías y éramos parte de ella. No buscábamos a seres de otros cielos allá arriba.

Fueron más de tres millones de años.

Hace apenas unos ocho mileños, en otros lugres aún menos, es decir ayer, se produjo la llamada "revolución agrícola" que nos ató a la parcela cultivable, nos hizo más sedentarios, se redujo drásticamente la variedad de los alimentos, y  pasamos a estar nutridos con un tipo de comida para la cual nuestra biología no está diseñada.

Aparecieron sociedades complejas, los Estados, la coerción, diferencias sociales, superpoblación, epidemias y religiones institucionalizadas. La  guerra de conquista y la muerte organizada.

Hace solo un poco más de cien años el mundo comenzó a descalabrarse dramáticamente, con la destrucción cada vez más salvaje de la naturaleza, con el alejamiento absoluto del ser humano de su animalidad, el sedentarismo, el estrés crónico, la sobreabundancia de comida artificial y la vida moderna "feed lot", el hacinamiento en ciudades contaminadas, enfermedades degenerativas en masa, confort endémico como máxima aspiración humana.

Muchas respuestas quedaron allá, y permanecen en lo profundo de aquellas cavernas.

El fuego fue el primero de nuestros dioses, y la naturaleza toda nuestro templo ancestral.

Todas las tardes que el cielo me lo permite, prendo un fuego y entro en comunión con ese lejanísimo primer homínido que supo dominarlo, y con la larga cadena de eslabones humanos que nos une desde entonces hasta hoy.

El fuego es el ritual primigenio, el más primal de todos los actos que nos hace humanos, animales humanos habitando esta tierra.

Porque el fuego transforma, transmuta lo que es, en otra cosa que ya no puede jamás volver a ser lo que fue. Es el dios montaraz, la  fuerza que transformó lo que éramos, en lo que fuimos hasta hoy.

Porque genéticamente seguimos siendo idénticos a esos antiguos abuelos intrépidos cazadores de la edad de piedra, pero habitando totalmente desorientados esta era espacial.

Jbv

Mas apuntes para animalizarse

(Largo de domingo)

Continuando con más apuntes para animalizarse=curarse
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Hay cosas que creemos haber dejado para siempre allá en las cavernas. Actuamos como si no nos pertenecieran.

Pero están, viven adentro nuestro como demonios y dragones dormidos en las sombras y subsuelos del inconsciente y en nuestros genes biológicos. Y simplemente no podemos deshacernos de ellos.

Las cavernas siguen llamando. Y la insatisfacción civilizatoria es muestra cabal de que algo no está bien con querer apagar esas fogatas ancestrales.

Todo aquello que de las cavernas quiera ser suprimido o reprimido resurge en nosotros como malestar, enfermedad, crisis psíquica y espiritual.

Allí permanecen:

- La natural agresividad que nos galopa en la sangre por ser animales predadores y clánicos.

- La natural alimentación de nuestra especie.

- El intenso movimiento físico.

- La conciencia de pertenecer a la naturaleza y la espiritualidad terrena.

Nada de esto ha quedado en las cavernas, sus fuegos refulgen y llaman a una integración saludable. Todo late aún en nuestros genes y en nuestro inconsciente colectivo ancestral, y cuanto más lo rechacemos, más honda será la sombra y más grave la insatisfacción de la civilización actual.

Carl Jung lo explica mucho mejor en sus "Recuerdos, sueños y pensamientos":

"Tanto nuestra alma como nuestro cuerpo se componen de elementos que todos estuvieron ya presentes en la serie de antepasados. Lo "Nuevo" en el alma individual es la recombinación variada hasta el infinito de los ancestrales componentes, cuerpo y alma tienen por ello un carácter eminentemente histórico y no hallan en lo nuevo, en lo recién nacido la adecuada morada, es decir, los rasgos ancestrales se encuentran en el propio hogar sólo en parte.

 Nosotros no hemos terminado todavía con el medioevo, la antigüedad y el primitivismo tal como nuestra psique exige.

En lugar de ello somos lanzados a la catarata del progreso que cuanto más nos impulsa con más salvaje ímpetu hacia el futuro, tanto más nos arranca de nuestras raíces.

Pero es precisamente esta pérdida de vinculación, este desarraigo, lo que provoca una especie de "insatisfacción de la cultura" y una  prisa tal que se vive más del futuro y de sus promesas quiméricas de una era dorada, que en el presente, en el cual todo nuestro trasfondo histórico-evolutivo ni siquiera se ha alcanzado todavía.

Desenfrenadamente se arroja uno a lo nuevo llevado por un creciente sentimiento de insatisfacción, descontento y desasosiego. No se vive ya de lo que se posee, sino de promesas, no a la luz del presente día, sino en las tinieblas del futuro en que se aguarda el auténtico amanecer.

Cuanto menos comprendamos lo que buscaron nuestros ancestros, tanto menos nos comprendemos a nosotros mismos, y contribuimos con todas nuestras fuerzas a acrecentar la carencia de arraigo e instintos del individuo de tal modo que sigue a "la fuerza de la gravedad" como una particula física.

Mejoras progresivas, resultan a primera vista verdaderamente convincentes, pero dudosas en cuanto duración y en todo caso se pagan muy caras. En ningún caso incrementan el bienestar, la satisfacción o la felicidad. Representan modos pasajeros de endulzar la existencia, como por ejemplo, las medidas de acortamiento del tiempo que aceleran enojosamente el "tempo" y de este modo nos dejan menos tiempo que antes. "Toda prisa proviene del diablo" solían decir los antiguos maestros.

Mejoras que se basen en el pasado son generalmente menos costosas y mas duraderas, pues se resumen a los caminos más sencillos y seguros del pasado."

Siempre en la naturaleza están las respuestas. Están allí esperando, en las cavernas. Sus fuegos aún arden adentro.

Jbv

Breves apuntes para animalizarse=curarse

Breves apuntes para animalizarse=curarse
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-Dejar el confort crónico.

-Comportarse como un animal. Somos homínidos pertenecientes a la especie Homo Sapiens.

-Yang: moverse mucho. Ejercitar el cuerpo lo más variadamente posible.

-Yin: estarse quieto y holgazanear. Mover la energía interna, meditar, hacer silencio como en los largos períodos invernales en la caverna.

-Dormir de noche y vivir de día.

-Ponerse en contacto con los elementos:

Fuego. Hacer fuego, estar al sol.
Tierra. Caminar o correr descalzo sobre la tierra. Sentarse en el suelo, hacer cerámica, construir en barro.
Aire. Respiración profunda.
Agua. Meterse en ríos, mar, estar bajo la lluvia.

-Comer comida real- Nuestra especie hace tres millones de años que  come plantas y animales, no cosas que  vienen en paquetes, latas y cajas. Local y de estación.

-Usar hierbas medicinales.

-Tratarse con medicinas antiguas y naturales.

-Tomarse tiempo para las cosas, y si no hay tiempo, no hacerlas.


Apuntes de sachasofía: Buscando la Salamanca




Las cuevas siguen llamando. Desde los más hondos tiempos del hombre. Allí hemos dejado cosas que piden volver, y una ciencia milenaria que galopa en la sangre del hombre y la mujer montaraz.

Y ese conocimiento está en poder de los sachásofos del monte y del cerro argentino.

Uno escucha... Uno oye... Ellos saben.

 Don M. L., iniciado antiguo en las artes de la sachasofía, sabe. Y comparte secretos cuando se halla en confianza y se siente valorado.
Le hablé de las cavernas, de que algo me llama, de que fuegos antiguos siguen iluminando el camino para volver.

-No ha oído de la Salamanca?, pregunta él con pícara mirada mestiza.

-Algo, le respondo. Pero sólo de mentas.

-Nunca ha oído los silbos, el  retumbo del legüero? Si rebota en las paredes de los cerros!

-Cuentemé!

-Allá pasan cosas. Se de gente que ha ido y nunca más ha vuelto. Se de otra que ha ido y ha vuelto mal, muy mal, ya no se la conoce, ya ellos no reconocen. Están pero están en otra parte.

-¿Y cómo cree que ha hecho su fortuna y conseguido sus inmensas tierras la familia xx? Pero nada es gratis. También el padre de Y ha ido, todos saben, y aumentó muy mucho sus animales. Pero después se lo ha cobrado Mandinga, el Súpay.

-¿Y adónde es? Es un lugar?

-Claro! Dice su hijo baqueano como el que más de los montes y los cerros del  Tujma. Una está en algún punto escondido entre Anfama, Ancajuli, la Ollada y Chasquivil. Está arriba. Y la otra está acá nomás José. Son cuevas en los cerros, y se la ve.

El Nogalito es un rincón salvaje del interior, atravesado por el Río Grande, que serpentea entre el monte selvático del Tucumán.

Se accede pasando unos kilómetros el paraje rural el Siambón. No daré su exacta ubicación, quien tenga que acudir a la espectral convocatoria llegará a su tiempo.

-Allá se escuchan violines, bombos, y los animales cantan y bailan. Si, se ha visto burros y cabras bailando. Brujos, diablos y músicos salamanqueros.

La gente escucha, siente. Porque las cavernas llaman, el fuego alumbra y el monte dice cosas. Pero su lenguaje se comprende adentro del pecho, y afuera de las ciudades, del ruido de motores y de las prisas urbanas.

En los cerros tucumanos, en los montes santiagueños, duerme, late y llama la Salamanca. Allí se pide fortuna, fama, poder, venganza. También curación y la más alta sabiduría. Los sabios y sabias enseñan las cosas que muy pocos deben saber y guardar.

 La vidala es el salmo y el rezo del paisano indio-criollo de esas tierras; y el Avatar Yupanqui alzó su copla sagrada y muchos la  recogieron, entre ellos la desgarrada voz de Fatiga Reynoso, prócer de la selva santiagueña, y sachásofo consumado:

"Me está quemando en el pecho
La copla de una vidala,
Y andoi solo por los montes,
No tengo bombo, ni caja.

La vida es toda caminos,
Toda arenal y distancia,
Y esta copla consumiendo
Mi corazón con su brasa.

Allá por sobre los montes
La luna redonda pasa
¡Ay si pudiera ayudarme
Ay si la luna bajara!

Si la tuviera en mis brazos
Tendría la mejor caja,
Pa' tinquiarla despacito
Mientras suelto la vidala.

Para cantarle a Mailín
A Añatuya y La Banda,
A Herrera, A Suncho Corral
A Salavina y Barrancas.

Y andar por todo Santiago
Con una luna por caja
¡Después perderme en el monte
Buscando la salamanca!"

-"No te metas en los montes si no ha salido la luna, nos enseñó Atahualpa", me dice el hijo de don M.L., sachásofo. "Si de noche, sin luna, usted prgunta al monte, este responde cosas, pero yo no me animo a llevarlo a la Salamanca del Nogalito".

Jbv

Uso del filtro Condorhuasi

"Agua pura, alma pura"

 (Para curiosos, estudiosos, manijas y ñoños)
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La actividad de purificar agua con el filtro Condorhuasi es una excelente práctica-meditación-metáfora de la disposición espiritual ideal del estudiante, curioso, buscador, andador del Camino.

Vaciar, llenar, filtrar, purificar, vaciar, llenar, filtrar, purificar.

Decantar, aclarar, sedimentar. Volver transparente y puro algo.

Toda búsqueda incorpora información, técnicas, métodos, aprendizajes, que se deben recibir, decantar, asentar, filtrar y purificar.
Es común en el curioso caminante la voracidad de incorporar, llenarse, atorarse de conocimiento que jamás llega a cristalizar, asentarse, y volverse algo "bebible", usable.

Así funciona el filtro: "Agua pura, alma pura", sentencia Fernández Chiti, el inventor del filtro-metáfora.

Lo que va a ser incorporado ha de ser pre-tratado. Es decir, lo que vayamos a filtrar no puede ser cualquier  bazofia que vaya a Intoxicarnos. Hartarnos de conocimiento innoble e inútil no redundará jamás en algo noble y puro, útil para nosotros y los demás.

Luego debemos llenar un filtro que está vacío, en disposición receptiva como Kun, la segunda instancia en el I Ching. Vacío creador.

Es por ello que ayunos de todo tipo son buenos para vaciar y limpiar el filtro. Darse tiempos de "inanición" cognitiva, comunicativa, etc.

El uso del filtro Condorhuasi nos predispone a un tempo, a una espera de decantación, limpieza y filtrado que tiene su correlato inmediato en el espíritu.

De golpe, se va produciendo un vacío interior que permite que lo que incorporamos tenga su tiempo de maduración, decantación y sedimentación.

Nos mantenemos vacíos y permeables para que "Eso" pueda ir pasando lentamente, gota a gota, a través de nuestra alma permeable, y se convierta en algo puro, transparente, simple, directo, claro como una gota de agua limpia.

El uso del filtro es la metáfora y método de meditación por excelencia para el amante del estudio y el aprendizaje.

Enseña a seleccionar, a mantenerse vacío, a renovar permanentemente el interior, a mantener limpio el filtro espiritual, a esperar, a discurrir en un tempo la vida natural, gota a gota, para que lo incorporado se vuelva serio, eficaz, limpio, puro y transparente. Útil y sano.

Doña Pastora fue una santa sabia que vivió y murió a los cien años en las lejas montañas del Siambón. Son innumerables los relatos de sus curaciones. Pero su mayor virtud, insisten quienes la conocieron, fue escuchar. Ella era en verdad un filtro de barro. Oía mil tribulaciones en silencio profundo, dejaba decantar, sedimentar, filtraba, y devolvía una palabra pura, transparente, el "agua viva" de la que habló el nazareno.

Nuestra práctica, nuestra relación con las novedades del mundo se hace más profunda y perfecta, menos voraz, con el uso del filtro Condorhuasi.

Nuestro andar - por el camino que sea- se verá purificado y se tornará transparente.

 Nace un estado de vacuidad interna, de permeabilidad, de conexión con los tiempos y los ciclos, con el susurro monótono de una gota cayendo al agua. Y ese susurro dice cosas.

Nos aleja del voraz consumismo idiota de novedades inútiles, del "cursismo" crónico que no termina nunca de asentar jamás lo aprendido y que nunca se vuelve una práctica clara y purificada.

En fin, como dice el "Yacháchij" Fernández Chiti: "Agua pura, alma pura".

Jbv

Don Acuña y los médicos chinos

Apuntes de sachasofía: Don Acuña y los médicos chinos
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Anastasio Acuña nació en 1901 en Loreto, Santiago del Estero. Tras la gran inundación del año 07, cuando al Misky Mayu se le dió por crecer, emigró al campo tucumano, al sur de la zona de Leales.

Campesino, sachásofo y curandero, afirma su documento que murió a los 98 años pero su familia diz que a los 106.

Jamás pisó una escuela, mucho menos un instituto de Medicina Tradicional China.

Curaba el dolor de muelas apretando enérgicamente el punto Hé Gū ("Valle de unión"), extremadamente importante en la práctica de la acupuntura. Este punto queda en la unión entre los dedos índice y pulgar, y una de sus indicaciones más famosas es la de aliviar dolores de muelas y otros trastornos en la zona de la cara y cabeza.

"Una corriente eléctrica subía por el brazo hasta la mandíbula. El dolor desaparecía inmediatamente". "También me curó la culebrilla con las hojas de una planta en solo dos aplicaciones. En los alrededores de donde él vivía era  famoso por sus curaciones.", me cuenta su nieto don Manuel, peluquero y misionero católico que esta mañana tocó las palmas junto a un compañero acá en la mística región montañesa de El Siambón.

Mateamos más de dos horas. "Venimos de parte de los monjes, queríamos conocerlo".

Conversamos entre otras cosas de lo que cada cual considera el concepto "dios", del silencio, de la oración/meditación, del nazareno curador, y del desconcierto de no poder anotar en su planilla "qué soy", puesto que les aclaré ante su pregunta que no soy católico.

Reconocimos a los santos y santas de los cerros; sachásofos, depositarios de la sabiduría del monte, dedicados al bien del prójimo y fundidos con las Fuerzas de la naturaleza, con el Newén que vibra en quien está abierto y  tiene silencio interno para oír qué es lo que dios dice, más que andar de pedigüeño crónico y parlanchín.

Coincidimos en que cuanto más atrás se va, cuanto más se acerca a la naturaleza un saber, la  Pura Verdad se manifiesta con mayores similitudes en su expresión.

Don Anastasio Acuña, curandero loretano y tucumano por adopción, sachásofo consumado, y los médicos clásicos taoístas de la antigua China cultivan y practican las mismas artes de sanación y longevidad.

Jbv

El animal negro



Apuntes de sachasofía: "El animal negro de poder".
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Es para todos conocido el portentoso estado de salud de Mesías Chocobar. Con sus 81 años va al corral, monta a caballo, baja hasta el Siambón y vuelve con las compritas y una garrafa en ancas.
Corta leña, prepara el puchero, atiende el cerco, pilla y carnea con destreza cirujana un novillito. Todo en soledad desde que hace veinte años se fue al silencio su esposa, y sus hijas no lo visitan más. Se han hecho de ciudad.

-Cómo anda don Mesías?
-Churo, churito andoi.

Me cuenta que se sorprendió cuando hace poco, durante una yerra uno de los Mamani le dió la clave de su salud:

-Pero no se había dado cuenta?

Chocobar acababa de relatar mientras ya churrasqueaban cómo en su niñez, la abuela lo mandaba a ordeñar las vaquitas: una marrón, una overita y la negra. A todos los demás changos y chinas la mama vieja les daba lechita de la marrón y la overa. La leche de la negra era para él. Sólo para él.

El sachásofo Mamani le ha dicho: pero si usté sabe don Mesías que el animal negro tiene poder. Está clarito que su abuela por alguna razón lo ha elegido. Y es por eso que tiene tanta salú y tan buena.

-Ai ser, dijo Chocobar encogiéndose de hombros.

Se sabe en los cerros de la mística región del Tujma que los animales negros tienen poderes especiales. Y que si uno come su carne, toma su leche, o cabalga en él, tendrá protecciones de las que otros carecerán a la hora de enfrentar la vida rústica de la montaña y el monte.

-Por eso m'hijo, fíjese bien a quién le da usté los poderes de su animal negro, me dice don Mesías con un pícaro guiño.

Todos llevamos un animal negro en el espíritu. Podemos debilitarlo, echarlo a perder, cultivarlo, fortalecerlo, ofrecerlo a un elegido, mezquinarlo.

Hay que saber esto muy mucho y actuar bien en consecuencia.

Jbv

Despertar



Despertar

Los campanazos benedictinos compiten con los gallos llamando al día y a la actividad.

Las últimas estrellas se van apagando a medida que el humito de tusca, cebil o siempre verde empieza a trepar al cielo desde los techos de los ranchos salpicados sobre el monte y las cuestas.

El río sigue desde siempre, desde que hay memoria, con su permanente decir adiós entre las piedras.

Olor de mate amargo en mi ermita. Tras la meditación la hora de estudio y el garabateo de palabras que buscan fatigosas el texto, el espontáneo poema.

Un chancho de doña Rosalía se enoja a los lejos.

A algún paisano sus abuelos indios le recuerdan saludar al Inti sumaj mientras sale refregándose las manos a prender el hornito de leña para hacer el pan.

El trajín de los criollos se va desperezando para comenzar el día y los preparativos para recibir a la madrecita del valle que viene en camino desde el otro lado del cerro bayo.

Así se sacude el sueño y la modorra, despacito, como para no querer molestar, la mística serranía de El Siambón, en la región del Tujma, Diaguita Nación.

Jbv