jueves, 6 de junio de 2019

Apuntes de sachasofía: Buscando la Salamanca




Las cuevas siguen llamando. Desde los más hondos tiempos del hombre. Allí hemos dejado cosas que piden volver, y una ciencia milenaria que galopa en la sangre del hombre y la mujer montaraz.

Y ese conocimiento está en poder de los sachásofos del monte y del cerro argentino.

Uno escucha... Uno oye... Ellos saben.

 Don M. L., iniciado antiguo en las artes de la sachasofía, sabe. Y comparte secretos cuando se halla en confianza y se siente valorado.
Le hablé de las cavernas, de que algo me llama, de que fuegos antiguos siguen iluminando el camino para volver.

-No ha oído de la Salamanca?, pregunta él con pícara mirada mestiza.

-Algo, le respondo. Pero sólo de mentas.

-Nunca ha oído los silbos, el  retumbo del legüero? Si rebota en las paredes de los cerros!

-Cuentemé!

-Allá pasan cosas. Se de gente que ha ido y nunca más ha vuelto. Se de otra que ha ido y ha vuelto mal, muy mal, ya no se la conoce, ya ellos no reconocen. Están pero están en otra parte.

-¿Y cómo cree que ha hecho su fortuna y conseguido sus inmensas tierras la familia xx? Pero nada es gratis. También el padre de Y ha ido, todos saben, y aumentó muy mucho sus animales. Pero después se lo ha cobrado Mandinga, el Súpay.

-¿Y adónde es? Es un lugar?

-Claro! Dice su hijo baqueano como el que más de los montes y los cerros del  Tujma. Una está en algún punto escondido entre Anfama, Ancajuli, la Ollada y Chasquivil. Está arriba. Y la otra está acá nomás José. Son cuevas en los cerros, y se la ve.

El Nogalito es un rincón salvaje del interior, atravesado por el Río Grande, que serpentea entre el monte selvático del Tucumán.

Se accede pasando unos kilómetros el paraje rural el Siambón. No daré su exacta ubicación, quien tenga que acudir a la espectral convocatoria llegará a su tiempo.

-Allá se escuchan violines, bombos, y los animales cantan y bailan. Si, se ha visto burros y cabras bailando. Brujos, diablos y músicos salamanqueros.

La gente escucha, siente. Porque las cavernas llaman, el fuego alumbra y el monte dice cosas. Pero su lenguaje se comprende adentro del pecho, y afuera de las ciudades, del ruido de motores y de las prisas urbanas.

En los cerros tucumanos, en los montes santiagueños, duerme, late y llama la Salamanca. Allí se pide fortuna, fama, poder, venganza. También curación y la más alta sabiduría. Los sabios y sabias enseñan las cosas que muy pocos deben saber y guardar.

 La vidala es el salmo y el rezo del paisano indio-criollo de esas tierras; y el Avatar Yupanqui alzó su copla sagrada y muchos la  recogieron, entre ellos la desgarrada voz de Fatiga Reynoso, prócer de la selva santiagueña, y sachásofo consumado:

"Me está quemando en el pecho
La copla de una vidala,
Y andoi solo por los montes,
No tengo bombo, ni caja.

La vida es toda caminos,
Toda arenal y distancia,
Y esta copla consumiendo
Mi corazón con su brasa.

Allá por sobre los montes
La luna redonda pasa
¡Ay si pudiera ayudarme
Ay si la luna bajara!

Si la tuviera en mis brazos
Tendría la mejor caja,
Pa' tinquiarla despacito
Mientras suelto la vidala.

Para cantarle a Mailín
A Añatuya y La Banda,
A Herrera, A Suncho Corral
A Salavina y Barrancas.

Y andar por todo Santiago
Con una luna por caja
¡Después perderme en el monte
Buscando la salamanca!"

-"No te metas en los montes si no ha salido la luna, nos enseñó Atahualpa", me dice el hijo de don M.L., sachásofo. "Si de noche, sin luna, usted prgunta al monte, este responde cosas, pero yo no me animo a llevarlo a la Salamanca del Nogalito".

Jbv

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