domingo, 23 de agosto de 2020

El viaje

 




Se afirma que la práctica del zen carece de metas. Que se trata de un viaje sin objeto ni destino. "Mushotoku".


Todas las artes de "espíritu zen", como el haiku, la pintura, incluso disciplinas como la arquería, sostienen que "el camino es la meta". 


Por supuesto que esta disposición tan afín al zen y al primitivo taoísmo puede extenderse a cualquier ámbito de la vida, tal como se ve reflejado en los relatos de Chuang Tsé, en los que grandes maestros en diferentes oficios como la carpintería, el carnear reses, la pesca o la agricultura, lo hacen desde un espíritu de presencia total y abandono de los fines. 


Toda la filosofía de Chuang Tsé está imbuida del "vagar libre y tranquilo", y del "sentarse quieto sin hacer nada", como llamaba él a la práctica meditativa.  Espíritu que más tarde el budismo zen llevaría a la maestría en todos los ámbitos la vida cotidiana.


El mundo de hoy está lleno de destinos y de ningún viaje.


Plagado de metas sin procesos. De casas sin olor a comida y de calles llenas de repartidores.


El zen nos ubica de prepo acá mismo, en el paso a paso del sendero olvidando los objetivos, vagando tranquilamente en el sabor del ahora.


El bodhisattva de esta tierra Atahualpa Yupanqui expresó este sentimiento que llevó adentro de su corazón y de su guitarra: 


"Siempre he pensado que nada es mejor que viajar a caballo, pues el camino se compone de infinitas llegadas. Se llega a un árbol, a un cruce, a una flor, a la sombra de la nube sobre la arena del camino; se llega al arroyo, al tope de la sierra, a la piedra extraña.


Pareciera que el camino va inventando sorpresas para goce del alma del viajero".


Matsuo Basho fue un errante monje zen del Japón quien llevó hasta la cumbre el humilde Haiku.


En su diario de viaje a las Sendas de Oku escribió:


 "Los meses y los días son viajeros de la eternidad. El año que se va y el que viene también son viajeros.


Para aquellos que dejan flotar sus vidas a bordo de los barcos o envejecen conduciendo caballos, todos los días son viaje, y la casa misma es viaje.


Entre los antiguos, muchos murieron en plena ruta sin llegar a ninguna parte. A mí mismo, desde hace mucho, como jirón de nube arrastrado por el viento, me turbaron pensamientos de vagabundeo.


Todo lo que veía me invitaba al viaje; tan poseído estaba por los dioses que no podía dominar mis pensamientos. Los espíritus del camino me hacían señas, y no podía fijar mi mente ni ocuparme de nada."


Bienaventurados aquellos a quienes los espíritus del camino les hacen señas, y todo lo que ven les invita al viaje.


Felices quienes sus caminos se componen de infinitas llegadas, dichosos los que todos sus días y actividades son el viaje, y benditos sean quienes no tienen la más remota idea de hacia adónde se dirigen.


Jbv

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