jueves, 2 de febrero de 2023

Volver a la orilla


 

Cuando analicé en demasía las cosas se me escapó la bella y simple melodía que estaba sonando.


Cuando hablé de más me quedé sin palabras.


Si hallo falta en mí ingreso presto a la caverna a callar hondamente.

Cuando hallo falta en el otro vuelvo a mirar las mías.


Casi siempre está en posponerme la respuesta más acertada a mi sentir: una reacción, un juicio, una intervención inútil, una palabra.

Ya no peleo más que conmigo mismo, y así el mundo se ve libre de mi torpeza. 

Me doy cuenta que no estoy en paz cuando me sorprendo queriendo convencer o educar a alguien.


Contemplar es recibir. Y sin embargo, la contemplativa, es una mirada gratuita de la vida, donde no se obtiene nada útil para este mundo a cambio.

No deseo ya encontrar los grandes significados, 

Me seducen la presencia, el camino con corazón y el conocimiento silencioso que jamás podré pronunciar.


Cuando me evado, las olas del Gran Río marrón me devuelven a la orilla a hacer pie sobre la tierra.

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No arruinar la naturaleza original

 


Domesticar un animal,

Del monte hacer un jardín,

Del barro formar vasijas,

Del tronco hacer muebles,

De un niño hacer un ciudadano,

Del silencio hacer música,

Sobre el blanco plasmar un cuadro,


Son todas maneras de arruinar la naturaleza original.


Si hay cortesía no hay confianza,

Si hay leyes no hay orden,

Si hay caridad no hay armonía,

Si hay bondad no hay amor,

Si hay esfuerzo no hay disciplina,

Si hay inquietud no hay presencia,

Si hay trabajo no hay abundancia.


Los modos de alejarse del Gran Camino son infinitos,

Y el Gran Camino se oculta a quien a fuerza de artificios intenta regresar a su estado original a través de él.


Quien ya no lo busca y se entrega solo al amor, ya ha llegado.

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Ambiciones

 


Mis ambiciones son realmente modestas:

Ser capaz de hacer un silencio tan hondo que conmueva los cimientos de quien se acerque,

Estar tan vacío que al echar dentro mío lo que quieran, jamás llegue a colmarme,

Que mi energía infinita no se agote jamás,

Sentarme a escuchar las lecciones del gran río durante horas, centurias, sin tener otra cosa que hacer.


El misterio que significa para mí el gusto de los hombres por los alocados asuntos de esta civilización me dispone a una permanente observación de mí mismo y del porqué de mi absoluto desinterés.


Pocas cosas me seducen como un encuentro profundo,

Una conversación durante una larga caminata,

Un viaje al interior,

El olor de un caballo transpirado luego de largas sendas,

Hacer mi tarea ofreciendo lo mejor de mí a quien acuda a mi puerta.


Desasido de cualquier técnica, oyendo a los dioses que habitan las plantas y navegando entre la sombra que me inunda en la confrontación, callo; el más abismal callar.


Entre el desconcierto y la certeza, la desintegración y la reconstrucción, el amor y el odio, mis dragones cimarrones y yo vamos cabalgando el camino que queremos andar, paso a paso, sin darle tampoco demasiada importancia.

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Un niño solo frente al vasto río

 


La realidad última y dramática, y a la vez profundamente liberadora es que no existe punto fijo, ningún atracadero. Ninguna morada segura que nos conduzca a casa.


Mil libros, mil sistemas, mil maestros de lo externo y nadie viendo-se. 

Si el despertar fuera cuestión de ponerse a hacer-algo, miles de personas disciplinadas estarían despiertas. 


Ante esto me dispongo a un hondo silencio. 

Y a una liberación total de cualquier anhelo de encontrar algo que no esté ya acá.


Quien es maniáticamente puntilloso en lo externo evade el conflicto último que siempre está en el interior.


No es lo que comes o dejas de comer.

No es el último método terapéutico proveniente de algún prestigioso país o el descubrimiento de la más antigua y pura tradición de no sé qué montaña santa.

Ni las horas de meditación, de ayuno o de inmersión al hielo.


Un niño solo frente a la vastedad del río. Eso es todo.


La Conciencia es abandonar todo intento de manipulación, el cese de toda ansia de escapar.


El sentir honesto, aunque no encaje en los sagrados manuales, es la única guía posible para el encuentro verdadero consigo mismo.

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Susurros del I Ching, hex. 9, Hsiao Ch’u, La Fuerza domesticadora de lo pequeño, Pequeño animal doméstico. Mutando a hex. 59, Huan, Dispersión, Disolución.


 

Lo pequeño, lo oscuro, ocasiones tiene en que es capaz de refrenar cosas grandes.

Lo débil tiene el poder de horadar a lo fuerte.


La pequeña rosa domina por completo al Principito.

El zorrito exigiendo ser especial.

Un dependiente animal doméstico impide salir a hacer grandes viajes e irse muy lejos.

Un rasgo sombrío puede destruir un gran amor.

Una pequeña vileza acaba con una gran confianza.


No hay error en volver al propio camino.

No existe poder que haga llover si las nubes no ascienden al cielo.


Se suave de todos modos. Donde existe algo grande que se está viendo impedido por una pequeñez no ejerzas la rudeza.

Refinar la forma exterior de la propia naturaleza y pulirse en el ejercicio de lo cotidiano.

Y seguir así la senda personal una vez más.


Todo se disuelve. El rey vuelve a su templo, al recinto sagrado para re-ligarse con lo que es más preciado a su espíritu, y ofrenda un sacrificio diluyendo el fracaso en la Totalidad.


No era el tiempo.

No pasa nada.

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Susurros del I Ching, hex. 9, Hsiao Ch’u, La Fuerza domesticadora de lo pequeño, Pequeño animal doméstico. 

Mutando a hex. 59, Huan, Dispersión, Disolución.

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Retornar

 Retornar es el camino natural de las cosas.

Abandonar lo que retiene es liberarse.

Optimizar hasta el extremo la energía es la enseñanza del árbol, que sin moverse del lugar obtiene hasta completar su ciclo todo lo que necesita.

Actuar con lo que es calificado de debilidad es la fuerza verdadera.

Proceder por el opuesto es el desconcertante operar del Tao.


Si yo tuviera algo de sabiduría emularía al agua en su blandura,

Pasaría inadvertido como la suave brisa que todo lo penetra,

Sería útil desde mi absoluta inutilidad,

Y ocuparía mis días en no hacer nada que entorpezca ese flujo que va llevando a todas las cosas hasta su plena Consumación.

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Escribir con los pies

 


Mis textos no son de escritorio, muchísimo menos de biblioteca.

Llegan de alguna parte para marcharse de nuevo.

Son hijos de libretas instantáneas, de anotación repentina.


Están en movimiento, llenos de camino y quemados por el sol y el viento.


No quieren ser anquilosados, obesos. Son ligeros, como un biguá que pasa volando y se queda luego largos minutos en silencio sobre una piedra. Luego se lanza al agua, sale orgulloso con un pez, lo traga y vuelve a volar quién sabe dónde.


Los libros nacidos entre cuatro paredes, sentados, con la cabeza gacha sobre el papel y el estómago aprisionado por la curvatura me caen pesados, indigestos.


Escribo de prisa, con liviandad, cosas que me llegan entre largas caminatas, corridas, viajes, prolongadas sentadas a contemplar silenciosamente el río.


Ya no me seducen los libros escritos con las manos sino aquellos concebidos con los pies.


Caminar es un poco la clave de lo que nos hace humanos.

Todo lo que expresa ese movimiento, ese ir, ese estar yéndose, toca alguna fibra en mí que me une con la larguísima historia migrante de la especie.


Don Segundo Sombra fue el gran libro de mi temprana adolescencia, ese gaucho que anduvo y anduvo por mi amada llanura.

Ese que finalmente se fue, sin destino, como quien se desangra.

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Sin defenderse

 


De muchas cosas no hay que defenderse nunca si uno es inocente.

Explicarse a cada rato es agotador.

Deshacer malentendidos, alguna vez, quizás.


Uno muy grande calló ante sus condenadores y mostró un camino a la verdad.

Si ya te han sentenciado sus prejuicios, sus propios infiernos, no derroches esa energía. La necesitarás para enfrentar la ejecución.


Un estado interno de lago, hondo, alegre y sereno, y una acción exterior suave, silenciosa y penetrante como brisa primaveral en la tarde.


Trabajar en mi verdad interior como mi Hogar es la tarea a la que dedico mis días.

La verdad interior no es algo rígido e inflexible en la que uno se cierra. Es algo vivo, mutable, anguiloso, inasible, pero tan claro y poderoso que no caben dudas.

Sin forma, sin sistema, llego a ella y opera como mi sostén en la tormenta.


Si hay error, disculparse es divino. Si no, el silencio es un contrafuego eficaz.


Si yo poseyera la sabiduría del tamaño de un grano de arroz me abocaría a no responder jamás una acusación y a ofrecer mi hogar amoroso a quien guste pasar.


Hijos míos, construyan un castillo interior de honesta verdad consigo mismos, de fidelidad con lo que su corazón les dicte salvajemente. Carguen su cruz y vivan así en paz. 

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La vida como escuela

 


Nunca me agradó la escuela, y en la Escuela de la Vida pareciera ser que como escribió el oriental Cabrera “El tiempo está después”.


La visión de la Vida como Escuela obliga a estar siempre en procesos, lecciones, caminos de evolución. Mañana. Posterior. Esperando el día de la graduación que jamás llega.

¿Hasta cuándo entrar a diario a esas horribles y tediosas aulas llenas de maestras pintarrajeadas que solo enseñan cosas que a ninguno nos importaban?


¡A tomar por culo la escuela!

Me fui de las aulas a fumar al río, me hice la rata de manera permanente para prender el fuego y compartir con mis amigos y jugar un picado en el campito.


No esperes más el diploma en detrimento del presente.


Ahora mismo, ya, el proceso termina, la búsqueda cesa si te das cuenta de inmediato que no hay lecciones, sino instantes. Que se van y no vuelven más a esperarte.


Volverse completamente locos, desconocerse. El día que no entiendas nada. He ahí el diploma y los sanguchitos de la fiesta de graduación.

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Mi Cristo manco y cojo

 



En la vorágine del cambio

Atenerme a lo que no se modifica.

En lo más hondo de mi silencio abrazar lo inmutable que está detrás de todo ruido.


En la quietud más apabullante ser un muelle capaz de contener la agitación de la persona amada.


En lo que no opera activamente encuentro mi descanso. La verdad sin discurso.


Y puedo hallar lo que ya no busco, andar el camino que ya no sigo.


En las cosas que hago sin pensar

En una taza de jugo del santito y su pedagogía callada,

En las manos y piernas de mi cristo manco y cojo,

El los ojos de Meher Baba,

En la risa desvergonzada de mi maestro,

En el amor eterno y en la loca pasión inexplicable de las llamas gemelas que andan juntas la peregrinación sin destino.

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Susurros del I Ching, hex. 49, Ko, La Muda, la Revolución, Piel, Cuero, Eliminar.

 


Todo es cambiar.

La mudanza es la Gran Regla.


Para una verdadera revolución que transforme hasta los cimientos es preciso tener una honda fe en el sentido de lo que hacemos y en que la Vía del Cielo es la Vía adecuada.


Dejar la piel vieja en la tierra y no mirar atrás.

Poner en marcha una entrega total a la mutación radical de lo que tenga que ser abandonado suspendiendo por completo la incredulidad.


Hay cambios que se producen por la sola dinámica de la vida y nada más debemos dejarlos ocurrir sin oposición.

Otros, debemos promoverlos con suma energía.


Es el Arte del No-hacer.

A veces no interferir. 

Otras, hacerlo con todo.


La correcta lectura de la situación en su totalidad es la clave.

Jugar siempre para la armonía general, no para bien/mal, yo/ello, es la condición del noble que practica y se educa en el Wu Wei.


No se aprende de un libro ni se enseña en ninguna escuela.


Identificar correctamente cuándo acompañar el curso natural de las cosas sin intervención, cuándo revolucionar hasta los cimientos nuestra propia vida.

Esta es la más alta sabiduría.


En tu día encontrarás fe.

La raíz de esta capacidad se encuentra en la absoluta confianza en que por detrás de todo existe un orden interno y confiable y que saber nadar en esa corriente es la mayor estrategia.

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Susurros del I Ching, hex. 49, Ko, La Muda, la Revolución, Piel, Cuero, Eliminar.

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Reancestralizarse

 Sentir la vitalidad en pos del reencuentro con lo más esencial de la especie.

El ansia de Confort Crónico es el nuevo Nirvana. Va en contra de todo lo que somos desde hace millones de años.


Nuestro largo camino evolutivo desde que nos paramos en dos patas allá en la más honda noche del tiempo es hijo de la escasez, de la incomodidad, de la migración, de la impermanencia, de la fuerza, de la actividad física exhaustiva, de la comunión con el medio circundante y el conocimiento profundo de sus claves. 

Ese hábitat hostil, salvaje, numinoso en el que mis antepasados hallaron la voz de Eso, que quedó plasmado en las cavernas.


Comer como un cazador,

Hacer fuego,

Moverse con toda la gama de variabilidad que nuestro maravilloso diseño permite,

Exponerse al clima, al sol

Contar historias,

Vivir de día, descansar cuando cae el sol,

Curarse con plantas y recibir su conocimiento silencioso,

Soñar, plasmar los símbolos en nuestras cuevas interiores y en libretas eternas.


Vivir, vivir

Resistir salvajemente inmersos en esta civilización tecnoespacial,

La bestia vestida en la que un destello ancestral se refleja en su mirada y en su gesto.


Una voz antigua,

La voz de una especie refulgente de vida desbordante de salud que abandonó progresivamente su camino y corre rumbo a la desnaturalización acelerada.

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En el cuerpo está Dios


 

En el cuerpo está Dios, éste es su templo…

Jamás en el intelecto. Allí, en ese fango se empantanaron y ahogaron mil buscadores enterrados en datos sin alma, o murieron de sed en la aridez de ese desierto.


La experiencia del Amado se vive en las entrañas, en las células, y en algo que no puede nombrarse, quizás llamado Conciencia.


No sé que sea eso que llaman espiritualidad, sino es esto que está aquí, cuando lo cotidiano se vuelve mágico.


El padre y yo somos lo mismo.


Intentar hacer encajar esas vivencias en un dogma escrito ha matado de asfixia a más de uno, y el no poder hacerlo ha quemado en la hoguera a más de dos.


No busques detrás de un abismo celeste a Ese que es anterior a todas las cosas.


Está acá, entre los borrachines que se meten al río amanecidos fumando faso y riendo de buena gana, entre la flaca que hace el saludo al sol, en los caranchos que se disputan restos de algo, en mi cuerpo que contempla el gran río en silencio y alza al cielo el humito de la serenidad.

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Sin chistar


 


Morder el polvo,

Pagar el karma de nuestras acciones con estoicismo y aceptación.


La humildad es un don que como buen arrogante obtengo a los ponchazos.


Recibir la queja y la acusación con silenciosa templanza abandonando la defensa y la explicación.


El noble de corazón mira para adentro y se rectifica.

Y si actuó bien y está libre de culpa se refugia en los brazos del que es anterior a todas las cosas y disuelve su drama en la totalidad.


El arte del acecho se agudiza después del sufrimiento conciente. 


Observarse implacablemente.


¡Sin chistar! Todas las fechorías se pagan hoy o mañana.

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Susurros del I Ching, hex. 3, Chun, La dificultad inicial, Brotar, Iniciar, hacer crecer.

 



Cuando Cielo y Tierra interactuaron dieron origen a todas las cosas.

Allí nace el Camino orquestado de los diez mil seres, y el camino propio de cada uno.


Cada quien tiene el suyo, que nadie más puede recorrer.

Por eso no sigas otras huellas, ni otros ritmos ajenos. 

Nunca más rápido.

Nunca más lento.


Busca la ayuda de quien respete eso. Y cuando ayudes, no impongas nada. Observa y da lo que el otro necesita, no tus propias ideas.


Todo es delicado y frágil al comienzo de las cosas.

Nadie puede solo. Ningún ser en el mundo. Los fenómenos están misteriosamente atados unos con otros. 

No hay cabos sueltos en el universo. 


Las dificultades iniciales deben superarse en orden y quitando cuidadosamente los impedimentos.

Buscar ayuda es propicio siempre.

Un proyecto,

Un amor,

Un viaje,

Todas las cosas pueden ponerse difíciles al inicio. Y la independencia es la mayor falacia posmoderna.

Al Tao se lo conoce por lo que nos circunda. Los otros y las cosas son el disfraz que usa para pulular disimuladamente en el mundo.


Quietud y cuidado.

Ayuda y profunda humildad.

Orden y espera.


¡Bestia! ¡No tires de la brizna de hierba para hacerla crecer!

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Susurros del I Ching, hex. 3, Chun, La dificultad inicial, Brotar, Iniciar, hacer crecer.

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Susurros del I Ching, Viento sobre Lago a Agua sobre Lago.

 



Quien internamente permanece arraigado en una serena alegría fomenta que sus acciones se ejecuten con suavidad y alcancen penetración en todo lo circundante.


Las personas se sienten tocadas en su corazón y son invitadas como un arroyo de montaña que busca llegar a descansar al lago.


Ese gran espejo de agua recibe a todos los cauces sin distinción y se vuelve un sitio de pausa y regocijo para sus agitadas corrientes.


Mantenerse Lago, regulando el lleno y el vacío jugando con el sol, con la mansedumbre interior de quien es hondo y tranquilo.


Así, nuestro hacer moviliza el mundo con la suavidad de una brisa primaveral.

Así, nuestra palabra toca a otras conciencias como un susurro que llega en el viento.


El único peligro es ir demasiado lejos en lo externo. Pararse justo antes del abismo y no ir más allá es venturoso.


Saber detenerse cuando es suficiente.

¿Quién ata al agua?

¿Dónde encontramos la raíz del viento?

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Susurros del I Ching, Viento sobre Lago a Agua sobre Lago.

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Salamancas y caminos

 


Como peregrino sin rumbo fijo los caminos se abren entre plegarias calladas y salmos ásperos de monte, cerro, islas y llanura.


Aprendí en una endiablada Salamanca de gritos, ecos y retumbos que el Silencio Sideral es la vidala que canta el universo cuando la agitación ha cesado y la eterna discusión interior se acabó.


En Mitotes brujos de dolorosas espinas y santitos obtuve mis más hondas y liberadoras visiones, fui todo, fui nada, polvo y viento y comprendí las claves que jamás pronunciaré satisfactoriamente.


Y por eso cedo toda pretensión, abandono la idea previa, renuncio a la complejidad, la extravagancia y a amar a Toda la Humanidad para acercarme a los que amo y me aman,

Y me dispongo a servir con mis manos a todos los dolientes que acuden a mi puerta con nobleza, coraje y verdad.

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Susurros del I Ching, hex. 51, Chen: Trueno, Lo suscitativo, la Conmoción, Estremecimiento, Violenta caída del trueno.


 


Toda verdadera conmoción aparece con la violencia de un trueno.

Sacude los cimientos de la vida entera enfrentando de manera descarnada a la mente con el corazón.


Sin manual, sin librito de instrucciones, se inicia un hondo movimiento.


Un estremecimiento tal es síntoma de que estamos vivos, de una fuerza incontenible que nos impulsa a modificar cualquier estructura o punto de vista.


Un amor, una tragedia. Ofrendar todo a la totalidad de manera sagrada y en celebración.


La razón, esa pequeñísima puntita del iceberg de nuestra psiquis queda en suspensión, balbuceando.


Todo el magma que pulsa en nuestras honduras toma el mando, el corazón se vuelve el capitán indiscutido de la ínfima barquita en la que navegamos por los insondables mares del nagual.


Ir, seguir la línea del curso natural de las cosas y de la esencia del sentir. Siempre.


Cada salto de conciencia implica una ofrenda de algo muy preciado. Y a fin de cuentas, la Conciencia lo exigirá todo. Toda tu verdad, sin regateos.


El trueno marca un Camino por nuevos rumbos. No se puede seguir igual. Rectificar la vida y explorarse a uno mismo.


Las estructuras ceden, la lluvia benéfica se anuncia a mil millas.

Llueve. Copiosamente.

La tierra reseca vuelve a respirar.

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Susurros del I Ching, hex. 51, Chen: Trueno, Lo suscitativo, la Conmoción, Estremecimiento, Violenta caída del trueno.

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Que te encuentren en el camino

 


En las distancias de tanto camino aprendí a dejar de buscar y a ser encontrado.


A dejar de accionar y a sorprenderme por el hacer silencioso del Gran Misterio.


A abandonar la palabra que carga ruido adentro y a permitir que la gente me cuente sus historias y que la vida me relate sus maravillosos cuentos.

Refugiarme en el noble Silencio me otorga esos invaluables regalos.


Ya enseñó el máster de Pergamino:

“Consejos tienen las sendas,

Verdades los callejones,

Cuánto más largo el camino

Más hondas son sus lecciones.”


¡Qué vulgaridad la de tener que estar permanentemente opinando de todo!

¡Qué lamentable espectáculo la agitación y la imposibilidad de quietud del que no puede parar un segundo a contemplar lo que está!


Por rutas y senderos voy como en una ausente presencia observante, siendo un poco etéreo, pasando todo lo inadvertido que pueda.


Perder la forma,

Ganar en desconcierto,

Transitar el mundo tocándolo lo menos posible viajando al anonimato, y así ser la gota que un día entregará gustoso su individualidad regresando al océano, silbando bajito, tras la lluvia.

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Lo débil como poder

 


Es desconcertante experimentar que aquellos aspectos de nuestra personalidad que siempre buscamos ocultar, sean en verdad nuestra mayor virtud y nuestra fortaleza.


Desarmar al personaje es el gran salto al vacío.

Si se hace de todo: cursos, terapias, retiros, pero no se da ese salto, nada importante cambia.


La práctica de la radical autenticidad implica renuncias que son ganancias,

Humillaciones que son glorias,

Aceptar afrentas que son elogios,

Miedos que se hacen compadradas.


Morir a la Persona. Nadie alcanza la verdad con ese lastre a cuestas.


Si yo poseyera un poco de sabiduría del tamaño de un grano de arroz, renunciaría a defender al personaje y me volvería radicalmente desconcertante, impredecible, espontáneo, imposible de encasillar.


Respondería a lo que llega de manera líquida, dejaría ir lo que se va como el árbol que no retiene a sus hojas.


La mente defiende al Ego, al personajito.

El corazón libera al Yo Superior.


Y aparecería entonces la mejor versión de mí mismo.

Así fueron todos los grandes hombres de la antigüedad.

Ninguno siguió un manual ni lista de debes y no debes. Lo único en común que tuvieron entre sí fue que mantuvieron limpio su vínculo con el Gran Misterio, su radical autenticidad y su carácter poderosamente centrado en seguir su propio sentir.


Ese fue su poder, su magia, su santidad. Y su cruz. 

No sigas las huellas de los antiguos, sino lo que ellos buscaban.

“Quien quiera seguir mis pasos, que cargue SU cruz (no la mía) y me siga…”


Hoy, en algún momento del día, estarás frente a esta disyuntiva: alimentar y proteger al personaje o dejarlo caer, y abrazar la autenticidad.

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El silencio como ideología

 


En el silencio abismal encuentro la razón última de las cosas.

 Puede ser el silencio de una pequeña capillita perdida en algún caserío del norte argentino, en medio de la inmensidad bajo el cielo cordobés o en la sequedad de los desiertos de Murcia.


Me refugio ahí del ensordecedor bullerío de opiniones, de quienes sostienen esto o aquello.

Lo oigo desde mi particular costadito del mundo.


Mis oídos repudian ya toda esa máscara verbal que solo busca ocultar al desesperado hombrecito que es incapaz de hablar de su profundo sentir. Es por eso que prefiere discurrir enérgicamente sobre los grandes temas de la humanidad con un gesto muy serio.


Por un instante mágico, un día perdido ya en la línea del tiempo, algo me tocó con su pluma inundándome del Santo Silencio.


Eso bastó para siempre.


Y el lenguaje que comprendí esa tarde estaba impreso en las rocas en una extraña y antiquísima escritura.


El silencio, ese del que hablo, es mi opinión más contundente,

Mi verdad irrefutable,

Mi ideología,

Mi convicción,

El ismo por el cual mato y muero.


Es Ese Silencio.


Que no es callarse, sino que es…

No puedo ni siquiera pronunciarlo.

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El eco perdido


 Cuando nuestros símbolos rectores pierden su fuerza y su numinosidad, el espíritu queda como perdido en un desierto de aridez.


Iniciamos el deslumbrante viaje a Oriente o tierra adentro hacia el corazón del indio.


Allí las cosas más valiosas para nosotros son nombradas de la manera más bella, y todo eso que nuestra alma anhela vuelve a recibir una oleada de agua vital.


Imágenes nuevas cargadas de Mána dicen lo que las nuestras ya no pueden decir.


Pero el peligro acecha siempre. A veces seguimos a nuestra sombra, a veces viene detrás.

Si no captamos el meollo del asunto corremos el riesgo de representar la comedia del mendigo disfrazado, que queriendo ser príncipe cree que basta vestirse como tal.


El dedo y la luna,

Las huellas de los antiguos o aquello que buscaban,

Quedarse en el nombre de La Fuerza, el Mána, el Newen, el Chi, el espíritu Santo, o aceptar en silencio la Verdad última del universo.


El Amor mis amigos, es la mediodía secreta que sostiene todo lo existente. 


Dios tiene la cara del otro, y todos los textos y símbolos de los antiguos del mundo hablan cuando yo los leo de sentarse a beber el vino de la unidad que nos despacha el Gran Tabernero, de nadar sin resistirse a la corriente, de capturar el pez y olvidarse de la red.


Irse siguiendo ese eco perdido que busca lo más alto es necesario. Volver siendo uno mismo lo es más aún.

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Las fuerzas

 En nuestra alma laten ya impresos todos los caminos y procesos del universo.

Cobran significado allá afuera, 

Más su semilla está germinada en el interior.


Todo amanecer y atardecer ocurren en mi alma.

Todo otoño, toda primavera,

Todo eclipse, cada lunación.


Todo mito explica mi proceso de conciencia,

Cada oráculo habla de lo que ocurre en mi psique.


La trampa sagrada del brujo es hacer creer que habla de otra cosa, para que te comprendas a vos.


Nos gobiernan fuerzas innombrables de las que somos profundamente ignorantes.

El mito del libre albedrío, es tan solo uno más.


Bajo el inmenso río marrón se agitan esas corrientes que todo ordenan y que desconocemos,

Hasta que una flor que ayer no estaba sí está hoy,

O hasta que un anciano sabio, alrededor de un fogón,

Cuenta un cuento.

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